«Hay un fracaso de la coalición en Montevideo y Canelones porque no logra captar el electorado que abandona al FA» - Semanario Brecha
Con Eduardo Bottinelli, director de Factum

«Hay un fracaso de la coalición en Montevideo y Canelones porque no logra captar el electorado que abandona al FA»

Las elecciones departamentales y municipales dejan «algunas luces de alerta» para el FA «porque en 18 departamentos perdió votos respecto a octubre». Esta emigración no se tradujo directamente en un aumento electoral para los partidos de la coalición, que, allí donde se presentaron en conjunto, no lograron «una mejora estructural del voto». Para los blancos, que nuevamente obtuvieron la mayoría de las intendencias, los resultados reconfiguran la correlación de fuerzas interna de cara a la elección de la presidencia del Directorio.

Magdalena Gutiérrez

—Las elecciones departamentales y municipales del domingo pasado cerraron el ciclo electoral que empezó en 2024. ¿Qué análisis se puede hacer del nuevo mapa político del país?

—Creo que es un ciclo que termina en un punto intermedio entre lo que fue el proceso 2014-2019. El Frente Amplio [FA] retrocedió si se lo mira en relación con las tres elecciones anteriores que ganó, pero logró recuperarse de su peor elección, la de 2019, cuando votó un 39 por ciento, por debajo del resultado de 1999. Fue un golpe muy duro y logró recuperarse, pero la última etapa del ciclo electoral no da lugar a la misma conclusión. Esa recuperación a nivel nacional de cinco puntos porcentuales entre 2019 y 2024 no se ratificó en la elección departamental. Además, en el período 2015-2020 gobernaba en seis intendencias, ahora cayó a tres y en el mejor de los casos llegaría a cuatro [si se confirma el triunfo en Lavalleja]. Desde el punto de vista del apoyo electoral, el saldo es más parecido al de 2020 que al de 2015, e incluso un poco peor. Diría que el ciclo electoral termina siendo favorable para el FA en términos de recuperación del gobierno nacional, pero que cuando miramos lo departamental termina con un matiz sobre ese proceso. Porque pierde Salto –el quinto departamento más poblado del país–, con la Coalición Republicana [CR], y gana Río Negro, que tiene una proporción poblacional mucho menor. El tema es qué pasa con Lavalleja. Con un triunfo allí, equipararía poblacionalmente el territorio gobernado en el período anterior y, en vez de gobernar en tres departamentos, gobernaría en cuatro. Pero creo que es un proceso entre la mejora y algunas luces de alerta con respecto a la elección departamental.

—¿Cómo se explica esa baja en la votación del FA respecto a las elecciones nacionales?

—Siempre es complejo comparar una elección nacional con una departamental, pero sirve para tener idea de las bases sólidas de voto. Ahí creo que es válida esa comparación para entender cómo es ese proceso y cómo se explica esa caída, porque muestra que lo que votó el FA en octubre no lo sostuvo en la elección departamental. Salvo en Lavalleja, donde tuvo un crecimiento importante, en 18 departamentos tuvo menos votos en mayo que en octubre. Y eso es una señal, que no es la presentación del drama, sino entender que la base sólida del FA es el 39 por ciento. Ese pasaje al 44 por ciento que tuvo en octubre del año pasado no significa un piso para el FA pensando a futuro. Y por eso me parece que es importante esa comparación, porque muestra cuál es el piso real del FA, que no arranca donde votó en octubre, sino donde se ubica su votación más baja.

—En este contexto, en el que, además de perder en Salto, el FA no pudo recuperar dos intendencias importantes como las de Paysandú y Rocha, ¿se podría decir que fue una buena votación de esta fuerza política?

—Hay lugares donde el FA tuvo una mejora, que se ve opacada por las pérdidas de votos en otros departamentos. Logró avances relevantes en Río Negro, San José, Durazno y Lavalleja. En Salto está estable y hay dos departamentos en los que está mejor que en las últimas dos elecciones departamentales, pero donde no llega a los niveles que alcanzó en las elecciones de 2005 y 2010: son Soriano y Florida. Todo depende de cómo se mire. Si se ve la película, de 2000 a 2025, el FA registra una de las peores votaciones en el resto de los departamentos. Y hay un dato nada menor: en Montevideo y Canelones la pérdida de votos del FA se ve reflejada en el aumento de los votos en blanco y anulados, y no tanto en un aumento de la CR –más allá de que en Canelones tuvo un crecimiento, que no parece contundente ni definitivo–. Hay una caída con respecto a elecciones anteriores y creo que esa es una alarma. La buena noticia para el Frente es que los votos no se van para otro lado, pero hay algo ahí que está expresándose a través del no voto. Pero en Maldonado, Rocha, Treinta y Tres, Cerro Largo, Rivera, Artigas, Paysandú, Colonia, Flores y Tacuarembó tuvo de las peores votaciones de los últimos 20 años.

—¿Cómo se explica esa mala votación del FA en estos departamentos, teniendo en cuenta que en algunos fue gobierno en los últimos 20 años?

—Cada departamento hay que mirarlo en forma particular. El fenómeno global es que en la mayoría tiene mala votación y que en otros mejoró, pero ¿por qué sucede en cada departamento? Por ejemplo, Maldonado es claro que pegó un giro después de los dos períodos del FA [2005-2015], por sus disputas internas y malos manejos políticos. Pero también porque el Partido Nacional [PN] logró posicionarse a través de la figura de Enrique Antía y elaborar una épica de Maldonado distinta. Se vio claramente en el apoyo en esta elección, con una de las mayores distancias que se han visto. Es por el proceso de acumulación que logró el PN en Maldonado, que al mismo tiempo supuso una caída del Partido Colorado (PC). Ese es otro de los fenómenos que hay que estudiar en cada departamento.

—Los resultados de octubre habían generado muchas expectativas en la dirigencia frentista sobre la posibilidad de dar un batacazo en departamentos tradicionalmente blancos. ¿Qué evaluación se puede hacer del desempeño electoral en estos lugares?

—Yo creo que hay una cuestión que es muy difícil en la política: tratar de mirar las cosas con la menor pasión posible. Las expectativas previas del FA para la primera vuelta de las elecciones nacionales eran más altas de lo que en realidad votó. Hay un punto que tiene que ver con qué expectativas se llega a una elección y cómo se leen los resultados. En octubre fue titular en la prensa «El FA ganó en 12 departamentos». Sí, bien, ¿qué significa esto? ¿Con qué porcentaje ganó y cómo fue la distribución electoral? O sea, ¿eso daba algún tipo de esperanza real de poder competir en Durazno? No, en Durazno el FA votó bien, pero el PC también. Hay miradas que necesitan una segunda lupa. No es la mirada global y el mapa pintado, sino por qué se da ese resultado y evaluar si se puede generar expectativas. De hecho, Lavalleja no aparecía en octubre como un gran triunfo del FA por más que hubiera crecido. El crecimiento se dio entre octubre y mayo.

—De confirmarse el triunfo del FA en ese departamento, ¿qué impacto tendría en el contexto local?

—Yo creo que es algo parecido a lo que pasó en Treinta y Tres en 2005, cuando el FA ganó la intendencia. En una coyuntura distinta, porque en 2005 el primer triunfo de la izquierda había generado una ola de votos que terminó con el FA en el gobierno de ocho departamentos. Lo de Lavalleja parece más un cisne negro: se dieron todas las condiciones para que aparezca la sorpresa, más que un cambio de fondo del electorado. Eso lo va a dar no solo el resultado –en caso de confirmarse el triunfo–, sino los cinco años de gestión que tendría el FA, y también lo que pase con el PN y los líos internos que ha tenido, que le pueden costar un gobierno departamental que ha tenido durante décadas. Tiene un impacto cuantitativo desde el punto de vista de ganarle un bastión al PN. Ese sería el efecto inmediato. No se trata de un triunfo contundente ni categórico, pero sí deja un mensaje importante, principalmente para el PN y el PC. Es claro que esto fue buscado por los colorados: si el PN no lo pierde, por lo menos se asusta.

—La CR se presentó por primera vez en tres departamentos y obtuvo la victoria en uno de ellos, ¿qué evaluación se puede hacer de esta comparecencia?

—A nivel departamental, tanto en Montevideo como en Canelones, el resultado de la CR no es exitoso. Si miramos el comportamiento electoral en Montevideo, tanto en la elección nacional como en la departamental, desde el año 2000 a la fecha, la suma de blancos, colorados, independientes y cabildantes no se ha movido. Ha tenido un piso del 37,5 por ciento y un techo del 40 por ciento. No importa si van separados o juntos, con tres candidaturas nuevas y renovación total con [Edgardo] Novick, [Álvaro] Garcé y [Ricardo] Rachetti [en el Partido de la Concertación], con la candidatura única de Laura Raffo [bajo el lema del Partido Independiente] o con una candidatura muy fuerte, como la de [Martín] Lema, y dos que no tenían fortaleza, como en la última elección. En cualquier esquema los partidos de la coalición han tenido el 40 por ciento en Montevideo. De igual forma, desde 2005, en Canelones la coalición ha tenido entre el 33 y el 34 por ciento. No es un buen resultado porque no se mueve aunque el FA haya perdido votos. Hay un fracaso de la coalición ahí. No logra captar el electorado que abandona la posibilidad de votar al FA, al menos en la elección departamental.

El caso de Salto es distinto, pero tampoco la CR tuvo un avance. En realidad, si se mira la foto es un calco de la de 2020. La única diferencia –nada menor para el resultado final– es que la CR termina superando al FA, mientras que la vez pasada, con la misma cantidad de votos entre blancos y colorados, terminan perdiendo por haberse presentado divididos. Por ser lo que eran, digamos. Entonces, no veo que haya sido exitoso para la CR el uso de la herramienta en ese nivel. Hay otro nivel en el que sí tuvo éxito: en las luchas por los consejos municipales, sobre todo en Canelones. Allí logró un avance en la cantidad de municipios, entre otras cosas, por haber votado con un solo lema. Creo que como herramienta electoral tiene algunos éxitos en el tercer nivel de gobierno y en Salto, pero que en lo estructural de comportamiento del voto no le supuso una mejora.

—Más allá de la comparecencia de la CR como partido, ¿hay algún funcionamiento tácito o implícito de la coalición de partidos de la oposición nacional en las elecciones departamentales?

—En la elección de 2010 funcionó por primera vez una coalición tácita en Salto y en Paysandú. El PC ganó Salto y el PN ganó Paysandú. Sacaron el 40 y el 42 por ciento de los votos, entre otros motivos, porque el otro partido votó muy mal y lo ayudó a que ganara. Eso nunca fue explicitado en el periodismo ni entre la dirigencia política. Nadie dijo: «Somos blancos, pero votamos a los colorados porque no queremos al Frente». No apareció de esa forma y, sin embargo, la ciudadanía actuó así. ¿Por qué? Porque en el fondo sí se daba eso desde la dirigencia y desde la gente. Eso llevó a que el FA perdiera esos gobiernos departamentales, que son los que han tenido alternancia. En Rocha es claro que sí hubo una intención de hacer por lo menos una semicoalición. La hicieron en 2020, con un candidato de Cabildo Abierto (CA) que se presentó dentro del PN y Cabildo no presentó listas propias. Ahora fue un híbrido, porque hay un candidato colorado dentro del PN, pero el PC sí vota por separado. Creo que no es algo extendido y que hay lugares donde sí se da esta idea de una semicoalición existente. Pero, además, hay muchas diferencias internas importantes, porque la decisión del PC en Río Negro y en Lavalleja fue contraria a estos otros casos. Fue decir: «Acá nosotros vamos a competir y vamos a marcar los votos». En uno de esos departamentos pierde el PN, y hay que ver qué pasa con el otro.

—¿También es una forma de no desaparecer como fuerza política ante otra que se presenta avasallante?

—Está esa gran discusión que atraviesa o está permanentemente en el PC, porque en la coyuntura actual a nivel departamental es claro que el PN lo subsume en caso de un acuerdo de coalición, y a nivel nacional probablemente también.

—De las 14 intendencias blancas, muchas obtuvieron la victoria por un amplio margen de votos, ¿a qué se debe este fenómeno?

—A veces la distancia que se produce con el FA –la pérdida de votos de la izquierda– tiene que ver con una fortaleza muy grande del PN. Por ejemplo, Treinta y Tres o Cerro Largo, que tuvieron votaciones muy importantes, se explican no solamente por el comportamiento habitual, sino también por cómo esa elección departamental se transforma en una elección interna. Se sabe que gana el PN, este es un departamento blanco, están estas dos opciones y la gente se motiva a ir a votar ahí. Esto es algo que se ha visto en varios departamentos. Cuando un partido supera una barrera, que no podemos establecer en forma fija, pero, pongamos, del entorno del 60 por ciento, una parte de la ciudadanía que quiere que su voto sea útil –salvo el que tiene militancia política– dice: «Yo no lo voy a votar, ya sé que va a perder. Yo lo que quiero es decir quién va a ganar». Entonces, se transforma en una elección interna que tracciona fuertemente el voto hacia el PN. Eso es distinto a lo que le pasa al FA en otros departamentos.

—En estos departamentos el PC obtuvo también un número muy bajo de votos. ¿Qué impacto pueden tener para la militancia y el funcionamiento orgánico del PC esas magras votaciones?

—En algunos departamentos el PC no va a tener presencia en la junta departamental. No tener ediles es un golpe, pero viene acostumbrado a esto. Es decir, no es que le pase ahora, hay departamentos en los que el PC no compite hace décadas. Hay un antes y un después del año 2000 para el PC, en el que a nivel nacional pasó del 33 o el 34 por ciento del electorado a un 10 por ciento. Después, en las elecciones departamentales se quedó con Rivera y durante un tiempo peleó Salto, aunque ahora es tercero en el departamento y dentro de la CR es el que acompaña y suma. Pero no es la misma lógica de departamentos donde si bien el PC no compite es decisivo. Porque a veces el peso no es cuantitativo, sino cualitativo, en la negociación política. En Salto, el FA tuvo la intendencia de 2020 porque blancos y colorados fueron separados, pero no solo por eso: el PC votó bien. Lo que sucede en Lavalleja también es producto de una buena votación del PC, que, además, hizo las cosas para votar bien. Podría haber decidido llevar una persona de segundo orden y arreglar algo con los blancos para apoyarlos.

—Nuevamente el PN es el partido que obtiene la mayor cantidad de intendencias con distintas representaciones sectoriales, ¿cómo impactan los comicios del domingo en la interna blanca?

—Era uno de los resultados interesantes que se esperaba de esta elección departamental, porque en el ámbito nacional Alianza País salió fortalecido, le ganó a Aire Fresco, y se viene la elección del Directorio del PN. Justamente, Alianza País quería impulsar la elección lo antes posible porque se sentía fuerte, mientras que los sectores Aire Fresco y D Centro propusieron su postergación para después de las departamentales. La explicación política es: «Veamos cómo nos va, a ver si mejoramos un poco de cara a la discusión interna». Esa terminó siendo la decisión y el resultado les dio la razón porque, en definitiva, Aire Fresco tiene siete intendentes; Alianza País, cuatro, y D Centro, tres. Entonces, de alguna forma ese resultado electoral de octubre que ponía con una fuerza importante a Alianza País ahora se ve compensado, por lo menos, con el resultado departamental.

—Los resultados del domingo dan la sensación de que los casos de corrupción en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande y los procesos judiciales en las intendencias de Artigas y de Soriano no afectaron la performance de los involucrados o del partido que representan. ¿Cómo se explica este fenómeno?

—Yo creo que, en realidad, mirar quién ganó matiza la valoración de si tuvo o no efecto en el electorado. En Salto realmente no parece que haya un efecto porque la coalición y el Frente votaron lo mismo. Quedaron congelados. Nosotros no hemos hecho un estudio en Salto, pero sí conocemos datos de otros colegas y de información política, periodística, que recoge que, en realidad, hubo un primer impacto, pero que después eso desapareció como un problema para la figura de [Carlos] Albisu. No provocó algo que fuera realmente el escándalo que se vivió desde Montevideo, o que se vivía desde la visión del FA. Distinto es lo que pasó en Artigas y en Soriano. Aunque volvemos a qué comparás con qué. Si es octubre con mayo, va a dar que el FA votó peor en Soriano y en Artigas. Pero si mirás departamental con departamental, en Artigas el Frente mejora con respecto al año 2020. En esas elecciones el PN se presentó con tres candidaturas. Una era la de Roque Moreira, de CA, partido que esta vez fue por separado. Entonces, la primera cuenta que hay que hacer es restarle ahora al PN los puntos que Cabildo le aportó en 2020, y considerar que CA en 2025 votó un 50 por ciento más. Entonces, no es como pasó en otros departamentos donde el FA fue afectado por CA, y ahora recupera a partir de ese electorado. En 2020 el PN tuvo un 64 por ciento de los votos en Artigas; ahora, un 47 por ciento. Es una caída muy grande que queda escondida por la dimensión que se dio a los escándalos que hubo y porque hubo alguna idea política de que podía llegar a perder, aunque nunca estuvo sobre la mesa que eso fuera a costarle el gobierno. Entonces, no es que no afectó, pero queda la duda de por qué estuvo dada la afectación. Si fue por los casos de corrupción, procesamiento y formalizaciones o porque no estaban [Pablo] Caram y [Valentina] dos Santos en la primera línea, o porque CA se fortaleció. Ahora, a lo que voy es a que ganó, ganó bien, con una distancia importante, pero no es que no le afectó. Algo similar pasa con Soriano. El FA votó peor que en octubre, pero mejoró los registros de las dos anteriores elecciones departamentales. El PN tiene una caída de casi diez puntos respecto a 2020 y de 17 puntos si se compara con 2015. Es su peor elección en Soriano desde 2005. El fenómeno tiene un impacto relevante que no lleva a que Guillermo Besozzi pierda la intendencia.

Los largos períodos de elecciones en Uruguay

Al sistema electoral «le falta bastante coherencia»

—En los últimos días algunos dirigentes políticos se han manifestado sobre lo extenso del ciclo electoral uruguayo, que abarca dos años, ¿qué análisis se puede hacer sobre este tema?

—Creo que la primera pregunta es ¿para qué se quieren las elecciones que se tienen? ¿Cuál es el objetivo que tienen y por qué se hacen así? Y creo que eso no está claro. Sí se sabe que la departamental está separada por una razón específica: que el gobierno departamental se elija con la cabeza puesta en el gobierno departamental y no mezclado con lo nacional. También se sabe que la segunda vuelta tiene una razón. Cada una tiene su lógica, pero cuando las ponés todas juntas no hay ninguna lógica.

 

—¿Cómo se manifiestan estas inconsistencias?

—Para empezar, ayer a raíz de una pregunta me puse a pensar, pues me dicen: «[Yamandú] Orsi dijo que se podrían juntar la departamental con la nacional y permitir el voto cruzado». Bien. Ahora, cuando vayas a votar, la inflación de listas que ya hay va a seguir aumentando. Sería juntarlas, pero que haya candidato único para la elección nacional y múltiples candidaturas para la departamental. Serían dos reglas distintas funcionando en el mismo sobre y eso no tiene lógica. Además, la única elección voluntaria en Uruguay es la elección interna. Ni la de la Universidad de la República para los universitarios, ni la del Banco de Previsión Social lo son. ¿Cuál es la razón? Bueno, se dice que «tiene que ser así porque es la elección interna de los partidos». Está bien, pero esa elección es la que determina todo lo que pasa más adelante. Uno puede ser diputado, puede ser senador y ser candidato por otro partido. Pero si participó en la interna, en una elección de voto voluntario, que es obligatoria para los partidos, queda inhibido de participar por otro partido en otras instancias. Falta bastante coherencia. ¿Por qué la elección interna se puede ganar con el 40 por ciento más 10 de ventaja y en la nacional es distinto? Hay fundamentos para eso, pero no está claro por qué esa diferencia. ¿Por qué no se pone la misma regla en la nacional y en la interna? Tenemos tantas reglas que no hacen un hilo conductor, que creo que más allá del calendario electoral es una cuestión de si vamos a seguir con este sistema.

 

—Retomando la longitud de los períodos electorales, ¿cuáles son sus principales problemas?

—Lo primero es que hay cuatro meses entre la elección interna y la nacional. Es un disparate. Hay un mes entre la nacional y la segunda vuelta. En muchos países son dos o tres semanas. Quizás eso se pueda revisar. Claro, después se complica, se tienen que hacer los acuerdos, armar listas entre la interna y la nacional. Sí, te van a mover los tiempos políticos. Además, la elección de voto voluntario se hace en uno de los meses más fríos, en días en que probablemente llueva, entonces hasta el momento en que la hacés es de los peores. Cuando no te cae una Copa América o un mundial de fútbol que cuestiona si se hace o no esa elección ese día. Pero la otra pata, el otro extremo, lleva a que vos tenés una transición larguísima, pero apenas arranca el gobierno ya le metés otra elección. Asume el gobierno y a los dos meses tenés las departamentales. Yo creo que no solo es el calendario, esa es una de las patas. Si no se quiere tocar nada, porque algunos han dicho: «Lo que funciona no se toca»…, bueno, primero veamos si es que realmente funciona.

 

—¿Cómo evalúa ese funcionamiento actual?

—Si la baja participación de gente en elecciones internas es algo que se quiere, si esta cantidad de votos en blanco y anulados que ha habido y que ha crecido en varios departamentos es por el ciclo o es porque hay un problema del sistema o de los políticos, no tiene sentido que lo hagamos en dos años, se podría hacer todo en un año y antes de que asuma el nuevo gobierno ya tener todo resuelto. Creo que hay mucho para ajustar.

 

—¿Y ve posible que haya voluntad política para hacer algún tipo de acuerdo que reforme este sistema electoral?

—Si hay voluntad, tiene que ser este año o a lo sumo el que viene. Si el año que viene no se resolvió, ya no, porque el problema de este tipo de reforma (que fue parte de lo que pasó en la anterior) es que cada uno pidió y negoció lo que le servía en términos electorales. Si bien la reforma se discutió a mitad de período [en 1996], ya había algunas ideas de todo el comportamiento electoral y se buscaron herramientas que dieran beneficios para quien demandaba cosas. El ambiente no parece estar para encarar esto, hay un conformismo con la idea de «esto funciona»; a lo sumo puede haber un ajuste de calendario.

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