Homenaje y desconcierto - Semanario Brecha
Armonía Somers reeditada

Homenaje y desconcierto

A 70 años de la primera edición de La mujer desnuda, publicada en 1950 y corregida por la escritora para ediciones posteriores, una editorial uruguaya celebra el aniversario reeditando la versión primigenia. No explica por qué se desestiman las variantes dispuestas por la autora; alude frugalmente a un impreciso deseo de rescate.

Ilustración de Caro Ocampo para La mujer desnuda, de Criatura Editora

Hasta la mitad exacta del siglo XX, una mujer cuyo nombre civil era Armonía Etchepare, nacida en la ciudad de Pando en 1914, se desempeñó únicamente en la docencia y cargos afines. Pero en 1950, con 36 años de edad y atrapada en un imaginario patriarcal que asignaba un lugar marginal a las mujeres –y aún más a las que escribían–, optó por el amparo de un seudónimo para salvaguardar su existencia de maestra juiciosa y asumir libremente la identidad de una mujer lanzada a explorar el inconsciente, autora de una literatura mórbida y perversa que atentaba contra las costumbres y las tranquilidades de su época. Fue así que se nombró Armonía Somers y publicó su primera novela, La mujer desnuda. Los deslizamientos de su identidad se convertirían en un tópico. Acerca de estos binarismos, construidos social y culturalmente, los actuales estudios de género tienen mucho para decir.

La aventura erótica deRebeca Linke, la protagonista de La mujer desnuda, escandalizó a la pacatasociedad montevideana. O tal vez sería mejor precisar los términos de la leyenda y aclarar que, en realidad, solamente agitó la conciencia provinciana de algunos de los pocos que, en las páginas modestas de Clima, una revista efímera y de escaso tiraje, leyeron un texto revulsivo y adelantado a su tiempo. De todos modos, es cierto que la historia de Rebeca Linke invadió el mundillo literario y provocó reacciones desmedidas. «Si yo la escribiera ahora, no pasaría nada, se leería como una novelita rosa. En aquel momento se venía el mundo encima. Entonces habrá parecido una ruptura. Hoy ya está todo tan roto que nadie se da cuenta», declaró Somers años después. Pero en aquel entonces era una autora desconocida que firmaba con un nombre extravagante. Partiendo del misterio de su identidad, la leyenda creció y La mujer desnuda se hizo mito.

La mujer desnuda, de Armonía Somers. Ilustraciones de Caro Ocampo, prólogo de Gabriela Borrelli. Criatura Editora, Montevideo, 2020. 101 págs.

EL SEXO EN LA ESCRITURA

Unos meses antes, en París, Simone de Beauvoir –seis años mayor que Armonía– había publicado Le deuxième sexe, obra fundacional del feminismo. Su frase emblemática «No se nace mujer, se llega a serlo» presagiaba el espíritu de Rebeca, la inconformista mujer desnuda que el día que cumple 30 años se decapita y, mientras se desangra, vuelve a colocarse la cabeza «de un golpe duro como un casco de combate» y nace otra, una mujer que se apropia de su libertad, deja atrás códigos y mandatos, acaricia su cuerpo con deleite, se interna desnuda en el bosque, llega a un poblado cargado de prejuicios, seduce a sus hombres y concita el odio de sus mujeres. Una historia insolente y violenta que articula lo fantástico y lo simbólico en torno al eros y los miedos, en la que el sexo se refugia en la escritura y la experiencia erótica se transforma en relato.

Leer La mujer desnuda con una mirada de género ayuda a deconstruir los postulados del poder y su representación. Pero de eso no se hablaba en el Montevideo de 1950, año del Maracaná, La vida breve, de Juan Carlos Onetti, y Larga es la sombra perdida, de Carlos Brandy, el poeta montevideano que, junto con el crítico de cine José Carlos Álvarez, se empeñó en publicar la ficción somersiana que había nacido de un sueño. Al año siguiente, en un apartado de la revista y con una breve introducción de Brandy, el relato tuvo su segunda edición. Según la escritora, «con la generosa edición del libro el equipo de la revista se fundió». Aun así le obsequiaron los tipos de plomo utilizados para la impresión.

LA VERSIÓN DEFINITIVA

Quince años después, la autora corrigió esa primera versión e introdujo numerosas modificaciones. En 1967, la editorial Taurus publicó la tercera edición, respetando las variantes incorporadas. Es la que se ha publicado en el mundo hasta hoy.

La investigación pionera de Ana María Rodríguez-Villamil –Elementos fantásticos en la narrativa de Armonía Somers (Banda Oriental, 1990)– asegura que la edición de 1967 «es la única reconocida por la autora, debido a las correcciones aportadas al original». Graciela Franco, que publicó en la editorial uruguaya Rebeca Linke el libro Gradivas del medio siglo. Armonía Somers y Clara Silva ante la crítica (2013), afirma que la versión de 1967 «es muy superior a la del 50 y que las diferencias son realmente importantes». Franco hace un estudio comparativo de las dos versiones, analizando, a través de ellas, el proceso de cambio sociocultural producido en Uruguay. La versión de 1967, aclara, «conserva ciertos caracteres de novela rosa –la fuerza del amor atrapa a los protagonistas y los empuja a la muerte–, pero la figura del amante se empequeñece mientras que la de la mujer se vuelve reluciente, misteriosa y aun, a pesar de su destino final, triunfante». «El mensaje feminista es evidente, aunque Somers no lo admita», concluye.

Fuera de las líneas de investigación académica interesadas en la arqueología de las escrituras, es lícito preguntarse qué interés puede tener el lector no especializado en conocer el texto inicial y si su publicación no perjudica la recepción actual de la novela. Por supuesto, es lícito relanzar la primera versión, pero convendría justificar los motivos. Lo razonable, en general, es publicar la última versión realizada por un autor en vida: de esa manera se respeta un proceso, los cambios acabados, lo que se quiso escribir. Ojalá la decisión de reimprimir la primera edición de La mujer desnuda –y hacerlo en un libro bello, enriquecido por el diseño moderno y las ilustraciones coloridas– contribuya a la discusión y la puesta al día de un texto emblemático en la historia de nuestra literatura. Nunca está de más que una escritora poco recordada y menos leída –«Mis libros están todos muertos, se empozaron», decía Somers– sea reeditada en su país, que ha sido ingrato con su obra y su figura.

PRÓLOGO DE LA CAZADORA

A la escritora y feminista Gabriela Borrelli (Buenos Aires, 1980) corresponde el prólogo de esta edición, titulado «Las trampas de la cazadora». Lo escribe con pasión y lenguaje poético, moldeando sus argumentos, al tiempo que descubre la forma. Se pregunta qué lectoras buscaba La mujer desnuda en 1950, cuáles eran las expectativas de una novela «que sale a cazar con la palabra [y] busca algo que en el camino se deshace y se vuelve a armar». El tono subjetivo y la perspectiva feminista le permiten emocionarse con la cacería de la autora, con las búsquedas del personaje, con las expectativas de las lectoras y los lectores, con su propia indagación. No es su propósito comparar ediciones. Apuesta a una lectura de los cuerpos y las rebeliones, de precursoras y linajes. Le importa que la mujer desnuda esté de nuevo en movimiento: «Para tramar (o conjurar) otra vez: el cuerpo femenino, lo nombrado, la libertad, el deseo, la muerte».

1. La mujer desnuda, en Clima, números 2 y 3, Montevideo, 1950; La mujer desnuda, segunda edición, en la «Separata» de la revista Clima, Montevideo, 1951.

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