Hace unos años Hugo Rocha1 me hizo notar que Homero Alsina Thevenet había sido el discípulo de Arturo Despouey, pero el estilo de la prosa lo heredó Hugo Alfaro. Entonces revisé la intensa concentración de humor y crítica, el aliento de ironías en cascada, los juegos de palabras y de ideas, el tono un poco flâneur y audaz que utilizaron los dos para opinar, discutir y despeinar las solemnidades uruguayas. Alfaro acompañaba la mayoría de sus artículos con una lúdica provocación a la arrogancia y la mezquindad, el prejuicio y el engaño, y acaso porque sabía que el problema moral era tan viejo como irresoluble, lo abordaba con espíritu de esgrimista mientras se ocupaba de la declaración de un jefe de gobierno, de un dirigente de izquierda, a propósito de una película o de una escena en la cal...
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