Sin periodismo no hay literatura en los siglos XIX y XX, y menos en América Latina. Para que el libro llegue a tener una presencia más o menos visible habrá que esperar al filo de las dos centurias; de fuerte paciencia habrá que armarse para encontrar un círculo de lectores estimulados por el empuje de la educación. La alfabetización nunca habría avanzado sin la exponencial multiplicación de los periódicos, incluyendo los que respondieron a colectividades extranjeras, gremios y diferentes asociaciones. Ese modelo, impulsado por las elites e incorporado por muchos sectores sociales, creía en la alta cultura y los valores desinteresados –que en Ariel (1900) se opone al utilitarismo estadounidense–, en la adopción de la modernidad europea y, por lo menos declarativamente, en el liberalismo y ...
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