Las fronteras secas, además de secas, son porosas y muy sensibles a las variaciones políticas y al tipo de cambio de los países que separan. En el caso de Aceguá, un pueblito de mil y pocos habitantes, puesto allá donde termina la ruta 8 y Cerro Largo se toca con Brasil, hubo un tiempo, no hace mucho, cuando el real estaba fuerte, que sufrió de abandono. No iba casi nadie y las calles parecían las de un pueblo fantasma, un set de filmación triste, con negocios cerrados y supermercados de góndolas austeras y pasillos vacíos. Ya ningún melense hacía su surtido en Aceguá, como se hizo toda la vida, y sólo servía traer el gas. Los únicos que andaban y desandaban la ruta 8 eran los temerarios motoqueros que cargaban entre diez y doce garrafas por moto, en máquinas tuneadas con doble amortiguaci...
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