La frase frecuentemente atribuida a Tolstói «pinta tu aldea y pintarás el mundo» no puede ser más acertada cuando se aplica a los cuentos de Alice Munro, pero, claro, lo que el adagio esconde es que el éxito del asunto depende mucho de la genialidad del pintor y nada de la aldea. Y es que de lo que está hablando es de poseer una capacidad de observación y un conocimiento tan profundo de lo particular que, paradójicamente, no puedan extraerse sino universales. En el caso de Munro, su literatura está enraizada en las vidas de los habitantes de Wingham, condado de Huron, Ontario, Canadá, donde ella nació y fue bautizada con el nombre de Alice Ann Laidlaw. De ese pueblo se marchó en 1951 para casarse con James Munro y radicarse en Vancouver, al otro lado del mapa, en la Columbia Británica. Lo ...
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