En los últimos tiempos aparecieron en Mujica, de manera recurrente, un par de énfasis vitales, diría, más que conceptuales: la idea de «pasar la posta» a las generaciones venideras en la brega política por un mundo distinto y la de apuntalar cada una de sus intervenciones con un sentido de legado. Se podría suponer que el hilo conductor de esos énfasis se lo dieron el peso de los años y, sobre todo, el zumbido en los huesos de la parca, con la guadaña más afilada cada día que transcurría.
UNO
Cómo eludir como primer legado, acaso el principal, el del pensamiento. Me animaría a decir que el ADN político de Mujica transcurrió en la aventura del pensamiento, en el pensamiento como aventura y en la libertad de pensamiento como fin en sí mismo.
La heterodoxia en el plano ideológico, que también...
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