Irán después de Ebrahim Raisi: La muerte del sucesor - Semanario Brecha
Irán después de Ebrahim Raisi

La muerte del sucesor

El ultraconservador Raisi, hombre de confianza del ayatolá Alí Jamenei y despiadado perseguidor de opositores, ascendió a la presidencia a la sombra de su mentor, a quien parecía destinado a relevar. Su muerte plantea varias incógnitas para un régimen en crisis

Presidente iraní Ebrahim Raisi, el 14 de julio de 2022. AFP, PRESIDENCIA DE IRÁN

Ebrahim Raisi, el octavo presidente de la República Islámica de Irán, murió el 19 de mayo cuando el helicóptero en el que viajaba se estrelló en una región montañosa del noroeste del país, en medio de una espesa niebla. El clérigo ultraconservador de 63 años, elegido en 2021 tras una votación ampliamente boicoteada por la población, murió mientras regresaba a Irán de una visita de Estado a Azerbaiyán. Con él fallecieron el canciller Hossein Amir Abdollahian, el gobernador de la provincia iraní de Azerbaiyán Oriental, Malek Rahmatí, el imán de la oración del viernes de dicha provincia, Mohammad Alí Ale-Hashem, y los miembros de la tripulación.

Raisi, candidato a suceder al líder supremo Alí Jamenei, le debía a este su ascenso relámpago. Hasta su muerte, el presidente se mantuvo cercano a la máxima autoridad del país, quien nunca dejó de elogiar sus acciones. Una verdadera excepción, cuando todos los jefes de Estado que lo precedieron –el reformador Mohammad Jatamí (1997-2005), el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad (2005-2013) y los dos tecnócratas Akbar Hashemí Rafsanyaní (1989-1997) y Hasán Rohaní (2013-2021)– terminaron sus mandatos cayendo en desgracia ante el líder supremo.

Tras ser derrotado en 2017 por la campaña de reelección del presidente Rohaní, Raisi logró en 2021 que los candidatos –reformistas, moderados y conservadores pragmáticos– que le habrían planteado un desafío fueran destituidos por el Consejo de Guardianes de la Constitución, un órgano no elegido que supervisa las elecciones.

Su mandato inconcluso, así como su participación en los asuntos de la República Islámica durante los últimos cuarenta años, quedarán marcados por su dedicada implementación de una política represiva. Ante la última insurrección popular –tras la muerte, en setiembre de 2022, de la joven Mahsa (Jina) Amini–, Raisi, siguiendo los pasos de su mentor Jamenei, había pedido una «confrontación firme» contra los manifestantes. Durante esa ola de protestas, fueron asesinados al menos 500 civiles.

MANO DE HIERRO

Nacido en 1960 en el seno de una piadosa familia de la ciudad religiosa de Mashhad, Raisi, hijo de un clérigo, se matriculó cuando era adolescente en el seminario local. A los 15 años ingresó en el centro de estudios chiitas de la ciudad santa de Qom. Al igual que JamenWei (bajo cuya autoridad estudió durante 14 años), obtuvo así el derecho a llevar un turbante negro, distinción reservada
a los descendientes del profeta Mahoma, título del que no se privó.

Tras la revolución islámica de 1979, la primera misión de este clérigo, de apenas 19 años, fue montar «tribunales revolucionarios» en Masjed Soleiman, en la provincia de Juzestán (suroeste). Destacó por su lealtad y su disposición a juzgar a los opositores con mano de hierro. En 1980 fue nombrado fiscal jefe de la ciudad de Karaj, 30 quilómetros al este de Teherán.

Ocho años más tarde, cuando tenía 28, Raisi fue uno de los cuatro jueces religiosos miembros del Comité de la Muerte que condenaron a la pena capital a miles de presos políticos, incluidos aquellos que ya habían cumplido gran parte de sus condenas. Irán acababa de acordar un alto el fuego con Irak bajo los auspicios de las Naciones Unidas, cerrando el capítulo de ocho años de un conflicto que costó la vida a cientos de miles de iraníes. Al ordenar estas ejecuciones masivas en prisiones, el líder supremo Ruhollah Jomeiní buscaba consolidar su poder. Murió un año después. Lo sucedería el entonces presidente Alí Jamenei.

PROCURADOR GENERAL

La lealtad inquebrantable de Raisi al núcleo duro de la República Islámica –el líder supremo, la Guardia Revolucionaria (el ejército «ideológico» del país) y el aparato de seguridad– le permitió escalar puestos dentro del sistema judicial. En 1989, fue nombrado fiscal de Teherán. Desde 2012, también ocupó el cargo de fiscal jefe del Tribunal Especial para el Clero, un organismo que supervisa a los miembros del clero chiita y los procesa en casos de críticas al régimen. Dos años más tarde, Raisi, nombrado fiscal general, se dedicó a la persecución de periodistas y militantes políticos disidentes.

En 2016, el líder supremo lo nombró jefe de la fundación que gestiona el mausoleo del octavo imán chiita, Reza, en Mashhad. Este conglomerado, activo también en sectores muy diversos (alimentación, construcción, transporte, entre otros), gestiona varios miles de millones de dólares. Aprovechando esta función, Raisi se pudo perfilar como un jerarca dispuesto a ayudar a las clases sociales desfavorecidas distribuyéndoles alimentos y préstamos bancarios.

Sin embargo, durante la campaña presidencial de 2017, en la que chocaron dos líneas antagónicas dentro del régimen, su pasado como juez delComité de la Muerteresurgió. Se presentó como el candidato más cercano a Jamenei y como partidario de volver a los primeros años de la revolución, cuando las libertades individuales estaban aún más restringidas que ahora. Frente a él, Hasán Rohaní, artífice del pacto nuclear de 2015 con la comunidad internacional –símbolo de la distensión en política exterior–, se declaró partidario de una mayor apertura, tanto interna como hacia el escenario externo. Mal orador y poco carismático, Raisi perdió la votación con el 38 por ciento de los votos, frente al 57 por ciento de su oponente.

NO DEJES NADA AL AZAR

Este fracaso electoral no significó su desaparición de la escena política. En 2019, el líder supremo lo nombró jefe del Poder Judicial. Su nombre resurgió pocas semanas antes de las elecciones presidenciales de junio de 2021. Esta vez, Jamenei, de 82 años, no quiso dejar nada librado al azar. Los candidatos proclives a movilizar a los iraníes en favor de la apertura y la libertad fueron todos descalificados, incluidos los del círculo más íntimo, como Alí Lariyaní, antiguo jefe del Parlamento.

La base conservadora y ultraconservadora se movilizó a favor del favorito del líder, que hizo campaña con la lucha contra la corrupción y la mejora de la situación económica, dos ámbitos en los que sus logros terminarían siendo más que heterogéneos. Con su elección, todos los poderes en Irán (ejecutivo, judicial, parlamentario) quedaron en manos del ala dura del régimen. «Con estas elecciones presidenciales, Alí Jamenei estaba preparando su sucesión», explica el teólogo y analista iraní Mohammad Javad Akbarein.

Esta semana, el líder supremo expresó sus condolencias a la familia del fallecido. Antes del anuncio oficial de la muerte del presidente, la máxima autoridad del país había sugerido que se esperaban pocos cambios tras la muerte de Raisi. «La nación no se debe preocupar ni impacientar, ya que la administración del país no se verá perturbada en absoluto», declaró.

MANTENER A RAYA LAS LUCHAS INTERNAS

Con esta repentina desaparición, el régimen iraní se enfrenta a un doble desafío: encontrar y elegir un nuevo presidente en 50 días, el plazo fijado por la Constitución, y avanzar en el peligroso camino de nombrar a un sucesor del líder supremo, el hombre fuerte del poder, justo cuando se mencionaba asiduamente el nombre de Ebrahim Raisi para ese puesto. Los detractores del líder en el seno del régimen atribuyen a su hijo, Mojtaba, de 55 años, la ambición de ocupar ahora el rol de heredero.

Según la televisión estatal iraní, se deberían organizar elecciones presidenciales el 28 de junio. Mientras tanto, un hombre hasta ahora en las sombras, el primer vicepresidente, Mohammad Mojber, pasó a asumir las funciones de presidente interino. Dominadas por el clero, las instituciones de la República Islámica responden al Consejo de Guardianes de la Constitución y, sobre todo, a la Asamblea de Expertos. Este colegio de 88 miembros debe nombrar al sucesor del líder supremo.

En previsión de las elecciones del 28 de junio, el ayatolá Jamenei podría, como en 2021, descalificar a cualquier contendiente que quiera desviarse de la línea dura por él trazada y de los mandamientos de la política exterior iraní, como el apoyo de Teherán a sus aliados regionales o el mantenimiento de su programa nuclear. Resta mantener a raya las luchas por influencia y las escaramuzas entre camarillas dentro del campo ultraconservador, así como tener en cuenta los deseos de los guardias revolucionarios, que inevitablemente harán oír su opinión.

FIGURA DE CONSENSO

Rindiendo homenaje a los fallecidos en el accidente de helicóptero, el lunes 20 de mayo, el jefe del Poder Judicial, Gholamhusein Mohseni Ejeí, explicó el lugar adquirido por Raisi en el juego político iraní a lo largo de su carrera: «Antes de convertirse en presidente, el señor Raisi, salvo por un breve período, ocupó diversos cargos dentro del Poder Judicial. En los últimos años, se había convertido en la figura de consenso de diversas corrientes [conservadoras]»que conforman el poder iraní. En otras palabras, aunque el difunto presidente no brilló por su capacidad de gobernar mientras el país sufre una fuerte crisis económica y el régimen es desafiado en las calles y en las urnas, sí tuvo el mérito de poner de acuerdo a todos los de su bando.

«Las disputas se producen entre la corriente ideológica, encarnada por Alí Jamenei, y la que, bajo una apariencia más militar, es en realidad menos radical y busca satisfacer sus intereses económicos, como ciertos miembros de la guardia y líderes políticos como Mohammad Bagher Ghalibaf [el actual jefe del Parlamento]», explica el analista Akbarein.

Según él, las declaraciones del presidente de la judicatura indican que «estas dos corrientes coincidieron en Raisi. Se habían hecho muchos esfuerzos para convertirlo en lo que se había convertido: primero el jefe de la rica y poderosa fundación que gestiona el mausoleo del octavo imán, luego el titular del Poder Judicial y finalmente el único candidato viable a la presidencia tras la invalidación de todos sus oponentes, incluso los cercanos al régimen. ¿Cómo encontrar otro hombre que se le parezca?».

Bajo su administración, Irán profundizó sus relaciones con China y Rusia e intensificó su confrontación con Occidente e Israel; dos menesteres en los que el canciller Hossein Amir Abdollahian destacó por su activismo. «Estas muertes no cambiarán nada en la diplomacia de Teherán ni sus decisiones estratégicas, porque en Irán no las toma ni el presidente ni el Ministerio de Asuntos Exteriores», opina sin embargo Hamidreza Azizi, investigador de la Fundación de Ciencias y Política de Berlín. «En la cuestión nuclear, cualquier negociación, discusión y acuerdo con Estados Unidos depende de Alí Jamenei y de su luz verde. En el caso de la política regional, son los guardias revolucionarios quienes están a cargo.»

EL APOYO CONSERVADOR

De acuerdo con The Wall Street Journal, se han suspendido las negociaciones con Reino Unido, Francia y Alemania, los tres países europeos implicados en la búsqueda de un acuerdo que regule las actividades iraníes de enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales sobre Teherán, negociaciones que debían tener lugar en Ginebra el 22 de mayo. Habían estado encabezadas por Alí Bagheri Kani, vicecanciller encargado de Asuntos Políticos y principal negociador, que ahora pasó a desempeñarse como jefe interino de la diplomacia iraní. Según el periódico estadounidense, a mediados de mayo se celebraron conversaciones con Estados Unidos en Omán.«Tras el nombramiento de un nuevo canciller, tendremos que esperar el resultado de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos», explica Hamidreza Azizi. «Durante ese tiempo, las posibilidades de alcanzar un acuerdo sobre la cuestión nuclear son muy inciertas.»

A la espera del nombramiento de un nuevo gabinete por el futuro presidente, los iraníes serán llamados una vez más a las urnas. Las últimas elecciones legislativas, celebradas en marzo, estuvieron marcadas por la tasa de abstención más alta de la historia de la República Islámica: 59 por ciento, frente al 51 por ciento de las presidenciales de 2021. Si esta tendencia se mantiene, la participación el 28 de junio será muy baja.

Sacudido durante meses desde setiembre de 2022 por el levantamiento Mujer, Vida, Libertad, el régimen está perdiendo legitimidad, pero aún cuenta con el apoyo de una base conservadora cuyos intereses económicos dependen de la supervivencia del sistema. Jamenei hace todo lo posible por satisfacerla. De ahí la brutal campaña de las últimas semanas contra las mujeres sin velo, que recuerda a la muerte bajo custodia policial de Mahsa (Jina) Amini, origen de aquellas últimas protestas. Esa base conservadora deberá mantenerse movilizada para ungir en las urnas al candidato favorito del líder.

(Publicado originalmente en Le Monde. Traducción del francés de Brecha.)

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