Las cenizas de Gustavo Basso descansan en la catedral de Florida. Se llega a ellas después de atravesar el largo pasillo central de la basílica y de cruzar una puerta detrás de la imagen de la virgen de los Treinta y Tres. Allí, dos años antes, él y su esposa, Daniela Cabral, mandaron a construir un columbario: un lugar sagrado donde guardar sus urnas funerarias, donde reposar para la posteridad.
El 29 de noviembre de 2025, Basso recibió su último adiós en una misa de cuerpo presente en la catedral. Un día antes, había estrellado su Tesla contra una maquinaria vial en la ruta 5. Con el cajón a los pies del santuario de la virgen, familiares, amigos y hombres vinculados al campo –ajenos a la ritualidad católica– colmaron la iglesia para despedir al hombre de fe.Por esos días, la sección Rur...
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