Pablo Carrasco llega a las puertas del Juzgado Letrado de Concursos de Primer y Segundo Turno en la calle San José y enfila por el pasillo de vallas amarillas dispuesto para la ocasión. A pesar de que la audiencia de ese día –jueves– es por una solicitud de concurso personal iniciada por adeudos a un particular, allí lo esperan un grupo de inversores afectados por las millonarias pérdidas de su empresa. Carrasco avanza y una mujer lo sacude del brazo de forma violenta; le grita que es un «ladrón» y que le devuelva la plata. El resto de los presentes también lo insultan. Le cantan «hijo de puta, hijo de puta» mientras revolean carteles, hacen sonar silbatos y golpean cacerolas. A la salida del juzgado la escena se repite. Esta vez, incluye el intento de golpes. Carrasco ahora va acompañado ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate