El ejercicio de intentar despejar la borra, es decir los aspectos más tortuosos –y también los más morbosos– de la crisis aguda que afectó al Frente Amplio (FA) en los últimos meses, podría dejar en el filtro dos elementos positivos. Como ya se sabe, nada mejor que un buen cimbronazo, y algún caído, para que algunas carencias elocuentes, que de haber sido atacadas a tiempo podrían haber evitado males mayores, empiecen a aflorar en los discursos y –ojalá– en la acción.
UNO. Si bien hay todavía unos cuantos detalles del affaire Sendic que no están caracterizados por la precisión, tampoco se tiene certeza total aún sobre el tipo de gasto y el detalle de la rendición de cuentas del resto de los ex integrantes de los sucesivos directorios de Ancap, desde que se elaboró una reglamentación en 2011. Quizás la actuación más sistémica y menos personalista de la Junta Anticorrupción pueda aportar en este sentido. “La información que nos llegó confirma que no se controlaba en ese período si había uso personal o institucional”, resumió el presidente de este organismo, Ricardo Gil Iribarne, a Brecha (24-VIII-17). Ahora llegan proyectos de ley para regular el uso de viáticos a lo largo y ancho del Estado. Tabaré Vázquez también anunció la elaboración de una norma para reglamentar el uso de esas expensas por lo menos en el Poder Ejecutivo, con la intención de que esta deseable práctica se extienda al Parlamento, donde legisladores como Jorge Gandini (Partido Nacional) se han aferrado a la legalidad que ampara la no devolución de esos dineros. Y una vez más se recuerda lo pintado que está el Tribunal de Cuentas o la exigua fuerza de la ley de financiamiento de los partidos políticos, un saludo a la bandera que el sistema político no parece tener los ímpetus para mejorar y adecuarla a las mejores normas, existentes en países habitualmente señalados como modelos en materia de educación.
DOS. Hasta hace un par de meses casi nadie sabía cuál era la integración del Tribunal de Conducta Política (Tcp) del FA, convertido en trending topic a partir del derrotero de Raúl Sendic (hijo) y de algunas indeseadas e imprecisas filtraciones a la prensa. Ese organismo parecía funcionar desde hace varios años en una suerte de ostracismo, a pesar de que supieron integrarlo militantes de la talla de Guillermo Chifflet, Jorgelina Martínez y Víctor Licandro. De la noche a la mañana se conoció su integración, su forma de funcionamiento, sus competencias y hasta se saludaron ciertas virtudes estilísticas de su texto más famoso, prolijo pero tampoco una pieza literaria. Y no es que le faltaran temas para expedirse, a ese tribunal, ya que varias indisciplinas partidarias hace largos meses que esperan su pronunciamiento (algo que ha despertado suspicacias entre los más críticos del reciente fallo). Lo saludable es que, más allá de lo que pueda pensarse sobre el fondo y la forma (es deseable que no vuelvan a repetirse fugas y operaciones con algo tan sensible, porque eso también hace a la ética y a la política), los partidos revaloricen y le inyecten vitalidad a sus mecanismos de control interno en tiempos de renuncias de un vicepresidente, pero también de conexiones uruguayas con el Lava Jato, salpicaduras de los Panama Papers, el ahora casi olvidado caso Sanabria y los aportes monetarios de proveedores del Estado a todos los partidos políticos, sin que se generen polvaredas ni las vestiduras del sistema exhiban tantas rasgaduras.