A continuación, Brecha reproduce un fragmento del resumen ejecutivo del informe de la organización israelí B’Tselem (fundada en 1989 por abogados, doctores y académicos israelíes), Bienvenidos al infierno: el sistema penitenciario israelí como una red de campos de tortura, publicado este lunes 5:
«La investigación de B’Tselem para el informe incluyó la recopilación de testimonios de 55 palestinos que fueron encarcelados en prisiones y centros de detención israelíes desde el 7 de octubre de 2023. Los testimonios fueron recogidos por B’Tselem después de que los testigos fueron liberados de prisión, la abrumadora mayoría de ellos sin ser juzgados. Indican claramente una política institucional sistémica centrada en el continuo abuso y tortura de todos los prisioneros palestinos detenidos por Israel: actos frecuentes de violencia grave y arbitraria; agresión sexual, humillación y degradación; sometimiento deliberado a la inanición; condiciones antihigiénicas forzadas; privación del sueño; prohibición y medidas punitivas contra el culto religioso; confiscación de todos los bienes comunales y personales y negación de tratamiento médico adecuado. Estas descripciones aparecen una y otra vez en los testimonios, en detalle y con similitudes escalofriantes.
A principios de julio de 2024, había 9.623 palestinos recluidos en prisiones y centros de detención israelíes, casi el doble que antes de que comenzara la guerra. De ellos, 4.781 fueron detenidos sin juicio, sin que se les presenten alegatos en su contra y sin acceso al derecho a la defensa, en lo que Israel denomina «detención administrativa». Algunos fueron encarcelados simplemente por expresar simpatía por el sufrimiento palestino. Otros fueron detenidos durante la actividad militar en la Franja de Gaza, con el único argumento de que estaban comprendidos por la vaga definición de «hombres en edad de luchar». Algunos fueron encarcelados por sospechas, fundamentadas o no, de que eran agentes o partidarios de grupos armados palestinos. Los presos forman un amplio espectro de personas de diferentes áreas, con diferentes opiniones políticas y una única cosa en común: ser palestinos.
Sus testimonios ponen al descubierto los resultados de un proceso apresurado en el que más de una docena de prisiones israelíes, tanto militares como civiles, han sido convertidas en una red de campos dedicados al abuso de los reclusos. Dichos espacios, en los que cada recluso es intencionalmente condenado a dolor y sufrimientos severos e implacables, funcionan como campos de tortura de facto.
Los abusos descritos consistentemente en los testimonios de decenas de personas detenidas en diferentes instalaciones fueron tan sistemáticos que no hay lugar a dudas sobre una política organizada y declarada de las autoridades penitenciarias. Esta política se implementa bajo la dirección del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, cuya oficina supervisa el Servicio Penitenciario de Israel (SPI), con el apoyo pleno del gobierno y del primer ministro, Benjamin Netanyahu.
El 18 de octubre, el ministro encargado declaró el «estado de emergencia penitenciario» como parte de una legislación de emergencia, lo que produjo una violación grave y sustantiva de los derechos humanos más básicos de los prisioneros palestinos. Kobi Yaakobi, estrecho colaborador del ministro y designado por él como comisionado del SPI en el apogeo de la guerra, declaró su intención de «revolucionar» el SPI siguiendo las políticas del ministro. Tan pronto como asumió el cargo, declaró a las prisiones en condiciones de máxima seguridad.
Como revelan los testimonios, la nueva política se aplica en todas las instalaciones penitenciarias y a todos los prisioneros palestinos. Entre sus principales métodos se encuentran la implacable violencia física y psicológica, impedir el tratamiento médico, provocar hambre, impedir el acceso a agua, la privación de sueño y la confiscación de todos los efectos personales. El panorama general indica abusos y torturas llevadas a cabo bajo órdenes de superiores y en total desafío a las obligaciones de Israel tanto bajo la legislación interna como bajo el derecho internacional.
Un claro indicador de la gravedad de la situación y de la degradación moral del sistema penitenciario israelí es el número de prisioneros palestinos que han muerto bajo custodia de Israel: no menos de 60 personas».
(Publicado originalmente en btselem.org. Traducción de Brecha.)
Expertos de la ONU piden el fin de la impunidad israelí
Los reportes de presuntas torturas y violencia sexual en la prisión israelí Sde Teiman son solo «la punta del iceberg», advirtió este lunes un grupo de expertos independientes de las Naciones Unidas, que pidió que se actúe con rapidez para poner fin a la impunidad que rodea a las denuncias de violaciones contra prisioneros palestinos. Se trata de la relatora especial sobre los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, la relatora especial sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental, la relatora especial sobre la violencia contra las mujeres y las niñas, sus causas y consecuencias, el experto independiente sobre la promoción de un orden internacional democrático y equitativo y los integrantes del Grupo de Trabajo sobre la Discriminación contra las Mujeres y las Niñas.
«Los abusos generalizados y sistémicos de Israel contra los palestinos detenidos y las prácticas de detención arbitraria durante décadas, junto con la ausencia de cualquier restricción por parte del Estado israelí desde el 7 de octubre de 2023, pintan un cuadro espeluznante permitido por la impunidad absoluta», dijeron los relatores especiales. En un comunicado conjunto, afirmaron que lo que se necesita ahora «es nada menos que una presencia internacional independiente de observadores de derechos humanos». Explicaron que dichos observadores deberían convertirse en los ojos del mundo «ante el descarado fracaso de Israel para prevenir y abordar las atroces violaciones de derechos contra prisioneros y detenidos».
Los expertos han recibido informes contrastados de abusos generalizados, torturas, agresiones sexuales y violaciones, en medio de condiciones inhumanas, con al menos 53 palestinos aparentemente muertos como consecuencia de ello en los diez meses que han seguido a los ataques dirigidos por Hamás contra Israel, que dejaron unos 1.200 muertos y la toma de 250 rehenes.
Alrededor de 9.500 palestinos, entre ellos cientos de niños y mujeres, están actualmente encarcelados, la tercera parte sin cargos ni juicio, denunciaron. Los relatores añadieron que un número indeterminado se encuentra recluido arbitrariamente en centros de detención y otros campos, tras una oleada de detenciones y «campañas de secuestro» en todo el territorio palestino ocupado.
Innumerables testimonios de hombres y mujeres hablan de detenidos en recintos similares a jaulas, atados a camas, con los ojos vendados y en pañales, desnudos y privados de atención médica adecuada, comida, agua y sueño. Algunos han sufrido electrocuciones en los genitales y quemaduras de cigarrillos. Varias víctimas hablaron también de música a todo volumen hasta que les sangraban los oídos, así como de ataques con perros, ahogamiento simulado, suspensión de los techos y graves actos de violencia sexual y de género.
«Las denuncias de violación en grupo de una detenida palestina, una acción apoyada ahora de forma escandalosa por voces de la clase política y la sociedad israelíes, constituyen una prueba irrefutable de que se ha perdido la brújula moral», recalcaron los expertos.
Asimismo, denunciaron el silencio de los Estados miembros de la ONU y llamaron a ejercer una mayor presión sobre Israel con vistas a poner en marcha un sistema convincente de acceso, vigilancia y protección de los detenidos palestinos.
(Publicado originalmente en la página oficial de las Naciones Unidas, Noticias ONU. Brecha reproduce fragmentos.)
Sde Teiman
El Guantánamo israelí
Se llama Sde Teiman y está en el sur de Israel, a unos treinta quilómetros de la Franja de Gaza. Centenares, miles de palestinos detenidos luego del 7 de octubre –no se sabe ni se sabrá su número exacto– han sido conducidos hacia esa base militar instalada en pleno desierto de Néguev. Allí han muerto varios de ellos, al menos 36, que es la cifra reconocida por las fuerzas armadas israelíes. Ninguno de los presos ha sido formalmente acusado de nada, ni tiene perspectivas de serlo. Algunos han pasado días en el campo, otros, semanas. Como la tortura es el tratamiento habitual que reciben –en sus variadas formas, desde castigos físicos directos, incluidas violaciones y otras agresiones sexuales, hasta humillaciones del tipo de obligarlos a gritar «Viva Israel»–, cuando no mueren, salen en libertad en estado deplorable. Todo esto le ha valido al campo de Sde Teiman ser llamado «el Guantánamo israelí», en referencia a la cárcel clandestina montada por Estados Unidos en la base naval que tiene en Cuba, a la que fueron trasladados centenas de detenidos desde los atentados del 11 de setiembre de 2001. Al igual que en Guantánamo, los presos en Sde Teiman lo están bajo un estatuto completamente ajeno al derecho internacional, el de «combatientes ilegales», bajo el cual Israel abarca de hecho, desde diciembre de 2023, «a todos los habitantes de Gaza», según afirmaron cuatro ONG israelíes en una denuncia elevada el 23 de mayo ante la Corte Suprema de su país en la que reclaman el cierre del campo. «Esta cárcel es peor aún que la de Guantánamo. Allá murieron veinte personas en 20 años, acá al menos varias decenas en unos pocos meses», dijo Nadji Abbas, de Physicians for Human Rights Israel, una de esas ONG.
Las condiciones de detención en Sde Teiman han sido ventiladas por numerosos informes periodísticos (de medios occidentales como CNN, The Guardian, Radio France, Médiapart, entre muchos otros, o israelíes, como Haaretz o 972 Magazine), así como por asociaciones de defensa de los derechos humanos israelíes y palestinas, y agencias de Naciones Unidas. Todos se han basado en coincidentes testimonios de sobrevivientes y de antiguos carceleros o médicos israelíes, porque ningún observador internacional ha podido visitar el campo, ni siquiera de la Cruz Roja.
En mayo pasado, exfuncionarios de la prisión que pidieron preservar el anonimato describieron su funcionamiento a periodistas del canal estadounidense CNN y el diario británico The Guardian. Sde Teiman, dijeron, está subdividido en dos zonas. Ambas son espantosas, pero en la escala del horror la que alcanza el punto más alto es la que concentra a los prisioneros sospechados de ser «terroristas» o de tener vínculos estrechos con Hamás. Son ellos los que padecen las condiciones de detención más extremas, en celdas minúsculas y pestilentes en las que pasan la mayor parte del día con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda. La otra zona es un antiguo hospital de campaña administrado por el Ministerio de Salud donde los presos –todos enfermos rechazados por los hospitales públicos israelíes– permanecen atados a una cama, semidesnudos, con pañales que les son cambiados de tanto en tanto. «Es algo nunca visto», comentó Tal Steiman, del Comité contra la Tortura de Israel. «Menores, viejos, discapacitados, heridos de guerra, mujeres, profesionales de la salud, periodistas son detenidos incluso en escuelas, hospitales y sometidos a torturas. Miles de familias no saben si sus seres queridos están vivos o muertos, o dónde están. Antes del 7 de octubre, las torturas que documentábamos se producían en el marco de investigaciones, de interrogatorios de los servicios de seguridad. Nunca como ahora el espectro había sido tan amplio.»
Las denuncias sobre Sde Teiman condujeron en mayo y junio a las autoridades penitenciarias israelíes a trasladar a parte de los detenidos hacia otras cárceles militares, como la de Ofer, en Cisjordania ocupada, o la de Ktzi’ot, en el mismo desierto de Néguev. Physicians for Human Rights Israel denunció semanas más tarde la existencia de otros campos similares, como el de Ananot, en Jerusalén oriental.
A fines de julio diez soldados que operaban en Sde Teiman fueron detenidos por la Policía militar, acusados de violar a un prisionero. Pocos días más tarde, la mitad ya habían sido liberados. «En todas las cárceles respetamos la dignidad de los presos y actuamos conforme al derecho nacional e internacional», le dijeron a Médiapart fuentes del Ejército israelí
D.G.