A comienzos de diciembre, circularon por todo el mundo imágenes que mostraban a decenas de hombres palestinos en la ciudad de Beit Lahia, en el norte de la Franja de Gaza, semidesnudos y maniatados, obligados a quedarse de rodillas y con la cabeza gacha, y que luego aparecían con los ojos vendados, amontonados como ganado en camiones militares descubiertos. La amplia mayoría de estos detenidos eran civiles sin ningún vínculo con Hamás, según confirmarían después los propios funcionarios de seguridad israelíes. A pesar de eso, el Ejército israelí se llevó a estos hombres sin informar a sus familias de su paradero. Algunos de ellos nunca regresaron.
+972 Magazine y Sicha Mekomit conversaron con cuatro civiles palestinos que aparecen en estas fotos o que fueron arrestados cerca de ese lugar y trasladados a centros de detención del Ejército israelí, donde permanecieron recluidos durante varios días o, incluso, semanas, antes de ser liberados de vuelta en Gaza. Sus testimonios –y los que aparecen en 49 videos publicados por varios medios de comunicación árabes en los que se ve a palestinos arrestados en circunstancias similares en los barrios norteños de Zeitoun, Jabalia y Shuja’iya– denuncian la tortura y el abuso sistemáticos de los soldados israelíes contra todos los detenidos, ya fueran civiles o combatientes.
De acuerdo con estos testimonios, los soldados israelíes someten a los prisioneros a descargas eléctricas, queman su piel con encendedores, escupen en su boca y les impiden dormir, comer y tener acceso a un baño, obligándolos a hacerse encima. Muchos de quienes fueron detenidos hasta ahora fueron atados a una valla durante horas, o permanecieron esposados y con los ojos vendados casi todo el día. Algunos declaran haber sufrido golpes en todo el cuerpo y quemaduras de cigarrillo en el cuello o la espalda. Se sabe que varias personas han muerto como resultado de estas condiciones de detención.
Los palestinos con los que conversamos dijeron que, en la mañana del 7 de diciembre –cuando se tomaron las fotos en Beit Lahia–, entraron al barrio soldados israelíes que exigieron a los civiles salir de sus casas. «Gritaban: “Que todos los civiles salgan y se rindan”», contó a +972 y Sicha Mekomit Ayman Lubad, un investigador en materia legal del Centro Palestino de Derechos Humanos que fue arrestado ese día junto con su hermano menor.
De acuerdo con los testimonios, los soldados ordenaron a todos los hombres que se desvistieran, los juntaron en un mismo lugar y les sacaron las fotos que después se divulgaron en redes sociales (más tarde, el consejero de Seguridad Nacional israelí manifestó su disgusto con que las fotos se hicieran públicas). Mientras tanto, a las mujeres y a los niños les ordenaron ir al hospital Kamal Adwan.
Cuatro testigos contaron por separado a +972 y Sicha Mekomit que mientras ellos y los demás detenidos estaban sentados y esposados en la calle, los soldados entraron en las casas del barrio y las prendieron fuego (+972 y Sicha Mekomit consiguieron fotos de una de las casas quemadas). Los soldados les dijeron que habían sido arrestados porque «no se habían autoevacuado hacia el sur de la Franja de Gaza».
Un número desconocido de civiles palestinos permanece en la parte norte de la Franja a pesar de las órdenes de expulsión emitidas por Israel desde el inicio de la guerra. Las personas a las que entrevistamos enumeraron múltiples razones para no emprender ese camino: miedo a ser bombardeadas por el Ejército israelí en el trayecto hacia el sur o tras refugiarse allí; miedo a que los combatientes de Hamás les disparen; dificultades de movilidad o discapacidades de los miembros de la familia, e incertidumbre sobre las condiciones de vida en los campos para personas desplazadas en el sur. La esposa de Lubad, por ejemplo, acababa de dar a luz y ambos temían marcharse de casa con un bebé recién nacido.
En un video grabado en el lugar de los hechos en Beit Lahia, un soldado israelí se para con un megáfono en mano frente a los residentes detenidos –que están desnudos y arrodillados en fila, con las manos detrás de la cabeza– y proclama: «El Ejército israelí ha llegado. Hemos destruido [la ciudad de] Gaza y Jabalia sobre vuestras cabezas. Hemos ocupado Jabalia. Estamos ocupando toda Gaza. ¿Eso es lo que ustedes quieren? ¿Quieren a Hamás con ustedes?». Los palestinos, en respuesta, gritan que son civiles.
«Nuestra casa ardió ante mis ojos», contó a +972 y Sicha Mekomit Maher, un estudiante de la Universidad de Al Azhar de Gaza que aparece en una foto de los detenidos en Beit Lahia (pidió que usáramos un seudónimo por miedo a que el Ejército israelí tome represalias contra miembros de su familia, que siguen retenidos en un centro de detención militar). Testigos presenciales manifestaron que el fuego se propagó de forma descontrolada, la calle se llenó de humo y los soldados tuvieron que alejar de las llamas varias decenas de metros a los palestinos esposados.
«Le dije al soldado: “Quemaste mi casa. ¿Por qué lo hiciste?”. Y él me respondió: “Olvidate de esta casa”», recordó Nidal, otro de los palestinos que sale en las fotos de Beit Lahia y que nos pidió que usáramos un seudónimo por los mismos motivos que Maher.
«ME PREGUNTÓ DÓNDE ME DOLÍA, LUEGO ME GOLPEÓ CON FUERZA»
Datos publicados a comienzos de enero por Haaretz indican que hay más de 660 palestinos de Gaza detenidos en prisiones israelíes, la mayoría en la prisión de Ketziot, en el desierto del Naqab o Néguev. Otro grupo de detenidos, cuyo número el Ejército se niega a revelar y que podría ascender a varios miles, se encuentra retenido en distintas bases militares, incluida la de Sde Teyman cerca de Be’er Sheva, donde se presume que se estarían cometiendo la mayoría de los abusos contra los prisioneros.
Según los testimonios, a los detenidos palestinos de Beit Lahia los cargaron en camiones y los llevaron a una playa donde los dejaron atados durante horas y les sacaron otra foto, que también difundieron en redes sociales. Lubad describió cómo una soldado israelí exigió a varios prisioneros que bailasen mientras los grababa.
Después trasladaron a los detenidos, aún en ropa interior, a otra playa, dentro de Israel, cerca de la base militar de Zikim, donde, de acuerdo con los testimonios, los soldados los interrogaron y los molieron a golpes. Según informes de medios de comunicación israelíes, como Yedioth Ahronoth, estos interrogatorios iniciales fueron llevados a cabo por integrantes de la Unidad 504 de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), un cuerpo de inteligencia militar.
Maher relató su experiencia a +972 y Sicha Mekomit: «Un soldado me preguntó cómo me llamaba y empezó a darme puñetazos en la barriga y a patearme. Me dijo: “Tenés dos años en Hamás. Contame cómo te reclutaron”. Le contesté que yo era estudiante. Me separaron las piernas entre dos soldados y me golpearon en la entrepierna y en la cara. Empecé a toser y me di cuenta de que no respiraba. No paraba de repetirles que yo era civil. Recuerdo que llevé mi mano hacia abajo y sentí algo pesado. No me di cuenta de que era mi pierna. Ya no sentía mi cuerpo. Le dije al soldado que me dolía; entonces, paró y me preguntó dónde. Le dije que me dolía el estómago, y acto seguido me dio con fuerza en el estómago. Me ordenaron que me parara. No sentía las piernas y no podía caminar. Cada vez que me caía, me volvían a pegar. Sangraba por la boca y por la nariz, y me terminé desmayando».
Los soldados interrogaron a varios cautivos con el mismo método, les sacaron fotos, revisaron sus documentos de identidad y luego los dividieron en dos grupos. La mayoría, incluidos el hermano menor de Lubad y Maher, fue enviada de vuelta a Gaza y llegó a sus casas esa misma noche. Lubad fue parte del segundo grupo, de alrededor de 100 hombres detenidos en Beit Lahia ese día que fueron trasladados a un centro de detención militar en Israel.
Durante su reclusión, los prisioneros escuchaban con frecuencia «aviones que despegaban y que aterrizaban», por lo que es probable que estuviesen en la base de Sde Teyman, cerca de Be’er Sheva, que cuenta con aeródromo. Esta es, según el Ejército israelí, la base donde se retiene a los detenidos de Gaza a la espera de ser tramitados; es decir, donde se decide si se clasifican como civiles o como «combatientes ilegales».
De acuerdo con la oficina del portavoz de las FDI, el único fin de los centros de detención militares es interrogar y evaluar a los detenidos antes de trasladarlos al servicio penitenciario israelí o liberarlos. Los testimonios de los palestinos que fueron retenidos en uno de estos centros describen, sin embargo, un panorama completamente distinto.
«NOS TORTURARON TODO EL DÍA»
En la base militar, los palestinos fueron divididos en grupos de 100 personas aproximadamente. Sus testimonios confirman que estuvieron esposados y con los ojos vendados todo el tiempo que pasaron allí, y que solo se les dejó descansar entre las doce de la noche y las cinco de la mañana.
Solo uno de los detenidos de cada grupo permanecía con los ojos sin vendar. Era elegido por los soldados por saber hablar hebreo y los captores se referían a él como shawish («sirviente» o «subordinado»). Estos prisioneros explicaron que los soldados que los custodiaban tenían un láser verde con el que marcaban a cualquiera que se moviese, cambiase de posición por el dolor o hiciese algún ruido. El shawish tenía que llevar a los cautivos así marcados hasta los soldados que estaban al otro lado del alambrado de púas que cercaba el centro de detención, donde se los castigaba.
Los testimonios coinciden en que el castigo más común era estar atado a una de las vallas del campo con los brazos levantados durante varias horas. El que los bajaba era apartado por los soldados y se le daba una paliza.
«Nos torturaron todo el día», aseguró Nidal a +972 y Sicha Mekomit. «Estábamos arrodillados, con la cabeza gacha. Al que no aguantaba, lo ataban a la valla dos o tres horas, hasta que un soldado decidiese desatarlo. A mí me ataron durante media hora. Tenía todo el cuerpo empapado de sudor y las manos entumecidas.»
«Está prohibido moverse», explica Lubad al recordar las reglas. «Si te movés, el soldado te apunta con un láser y le ordena al shawish que te saque y te levante los brazos. Si los bajás, el shawish te lleva afuera y los soldados te dan una paliza. Me ataron dos veces a la valla. Aguanté con los brazos en alto porque había gente al lado mío a la que estaban lastimando muchísimo. Uno volvió con una pierna rota. Escuchás los golpes y los gritos al otro lado de la valla. Te da miedo mirar o echar una ojeada bajo la venda. Si te ven mirando, castigo. Te llevan afuera o te atan a la valla a vos también.»
Otro de los jóvenes detenidos dijo a los medios cuando volvió a Gaza: «Torturaban gente todo el tiempo. Escuchábamos los gritos. [Los soldados] nos decían: “¿Por qué te quedaste en Gaza? ¿Por qué no te fuiste al sur?”. Y yo les dije: “¿Por qué nos tendríamos que ir al sur? Nuestras casas siguen en pie y no tenemos nada que ver con Hamás”. Me respondieron: “Váyanse al sur. Ustedes celebraron [el ataque dirigido por Hamás de] el 7 de octubre”».
A un detenido que se negó a arrodillarse y que bajó los brazos en vez de dejarlos en alto se lo llevaron al otro lado de la valla alambrada con las manos esposadas, añadió Lubad. Escucharon golpes; después, oyeron cómo el detenido insultaba al soldado y, luego, un disparo. Desconocen si realmente a ese hombre le dispararon y si está vivo o muerto; en cualquier caso, mientras nuestros entrevistados estuvieron retenidos, ese hombre no volvió con el resto del grupo.
Los exdetenidos testificaron en conversaciones con medios de comunicación árabes que otros prisioneros que estaban en el centro habían muerto a su lado. «Adentro muere gente. Uno tenía una enfermedad cardíaca. Se deshicieron de él, no querían hacerse cargo», comentó uno de los liberados a Al Jazeera.
Varios de los prisioneros que estuvieron con Lubad también le hablaron de esa muerte. Le contaron que, antes de su llegada, un hombre mayor del campo de refugiados Al Shati, que estaba enfermo, murió en el centro debido a las condiciones de detención. Los demás decidieron hacer una huelga de hambre para protestar por su muerte y devolvieron a los soldados sus raciones de pan y queso. Llegada la noche, los soldados entraron y los golpearon salvajemente, estando ellos esposados, y luego les tiraron gas lacrimógeno. Los detenidos levantaron la huelga.
El Ejército israelí admitió a +972 y Sicha Mekomit la muerte de prisioneros oriundos de Gaza. «Se ha confirmado el fallecimiento de detenidos en el centro», declaró el portavoz de las FDI. «De conformidad con los procedimientos establecidos, cada caso de defunción de personas detenidas es examinado, incluyendo una investigación sobre las circunstancias en las que se produjo el deceso. Los cuerpos de los detenidos se retienen en cumplimiento de órdenes militares.»
En varios videos, los palestinos que fueron devueltos a Gaza describen cómo los soldados les apagaban cigarrillos en la piel e incluso les daban descargas eléctricas. «Estuve detenido durante 18 días», dijo un joven a Al Jazeera. «[El soldado] ve que te estás quedando dormido, agarra un encendedor y te quema la espalda. A mí me la quemaron con cigarrillos varias veces. Uno de los muchachos [que tenía los ojos vendados] le dijo [al soldado]: “Quiero tomar agua”; el soldado le dijo que abriera la boca y le escupió adentro.»
Otro detenido contó que lo torturaron durante cinco o seis días: «¿Querés ir al baño? Está prohibido», le dijo un soldado, según relató. «[El soldado] te pega. Yo no soy de Hamás, ¿qué culpa tengo? Pero él insistía: “Sos de Hamás, todos los que se quedan en [la ciudad de] Gaza son de Hamás. Si no fueras de Hamás, te habrías ido al sur. Les dijimos que se fueran al sur”.»
Shadi al Adawiya, otro detenido que fue liberado, compartió su testimonio con TRT en otro video: «Nos quemaban con cigarrillos en el cuello, las manos y la espalda. Nos pegaban en las manos y en la cabeza. Y te dan descargas eléctricas».
«No podés pedir nada», comentó a Al Jazeera otro liberado, tras llegar al hospital en Rafah. «Si les decís que querés tomar algo, te pegan por todos lados. No importa cuántos años tengas. Yo tengo 62. Me pegaron en las costillas y desde entonces me cuesta respirar.»
«INTENTÉ SACARME LA VENDA Y ME DIO UN RODILLAZO EN LA FRENTE»
Los palestinos que Israel detiene en Gaza, tanto milicianos como civiles, son retenidos en virtud de la Ley de Combatientes Ilegales de 2002. Esta ley israelí permite al Estado retener a combatientes enemigos sin otorgarles el estatus de prisionero de guerra, así como mantenerlos presos durante períodos prolongados de tiempo sin los procedimientos legales estándares. Israel puede impedir que estos detenidos se reúnan con un abogado y puede posponer su pasaje por un tribunal hasta 75 días (o hasta seis meses, si así lo aprueba un juez).
Tras el 7 de octubre, esta ley fue modificada: con la versión aprobada por la Knéset el 18 de diciembre, Israel puede retener a estos prisioneros hasta 45 días sin necesidad de expedir una orden de detención, una disposición con implicaciones preocupantes.
«Durante 45 días estas personas no existen», señaló Tal Steiner, director ejecutivo del Comité Público contra la Tortura en Israel, en conversación con +972 y Sicha Mekomit. «Nadie notifica a las familias. Durante ese período, los detenidos pueden morir sin que nadie lo sepa. Andá y probá que se produjo esa muerte. Muchas personas pueden desaparecer.»
La ONG israelí de derechos humanos HaMoked ha recibido llamadas desde Gaza acerca de 254 ciudadanos palestinos que fueron detenidos por el Ejército israelí y cuyas familias desconocían su paradero. HaMoked presentó una petición ante la Corte Suprema de Israel a finales de diciembre en la que solicitó que el Ejército publique información sobre los residentes gazatíes que tiene retenidos.
Una fuente del servicio penitenciario israelí aseguró a +972 y Sicha Mekomit que a la mayoría de los detenidos de Gaza los retiene el Ejército, que no los traslada a las prisiones. Es probable que los militares estén intentando extraer de los civiles información de inteligencia, echando mano a la Ley de Combatientes Ilegales para mantenerlos encarcelados.
Los detenidos que conversaron con +972 y Sicha Mekomit señalaron que habían estado retenidos en un edificio militar con personas a las que reconocían como integrantes de Hamás o de la Yihad Islámica Palestina. Los testimonios recalcan que los soldados israelíes no distinguen entre civiles y miembros de esos grupos, y tratan a todos de la misma manera. Parte de los arrestados en Beit Lahia a comienzos de diciembre aún no habían sido liberados a mediados de enero.
Además de la violencia que sufren los prisioneros, las condiciones de detención son extremadamente duras, según describió Nidal. «El inodoro es un agujero estrecho entre dos pedazos de madera. Nos dejaban ahí con las manos atadas y los ojos vendados. Entrábamos y nos meábamos la ropa. Y ahí también era donde bebíamos agua.»
Los civiles que estuvieron encerrados en la base militar israelí relataron a +972 y Sicha Mekomit cómo días después los trasladaron de un centro a otro para interrogarlos. La mayoría sufrió palizas durante los interrogatorios, en los que les preguntaron si conocían a combatientes de Hamás o de la Yihad Islámica, qué opinaban de lo ocurrido el 7 de octubre, qué integrantes de su familia eran combatientes de Hamás, quiénes entraron a Israel el 7 de octubre y por qué no habían partido hacia el sur como les habían «pedido».
Tres días después de su arresto, a Lubad lo llevaron a Jerusalén para interrogarlo. «El interrogador me dio un puñetazo en la cara y, al terminar, me llevó afuera y me vendó los ojos», explicó. «Intenté sacarme la venda, porque me lastimaba, pero un soldado me dio un rodillazo en la frente, así que la dejé. Media hora más tarde, trajeron a otro detenido, un profesor universitario. Al parecer, no cooperó durante el interrogatorio y le dieron una paliza brutal a mi lado. Le dijeron: “Estás defendiendo a Hamás; no respondés a las preguntas. Ponete de rodillas, levantá las manos”. Sentí que se me acercaban dos personas y creí que me tocaba a mí, que me iban a pegar, así que contraje el cuerpo para prepararme. Alguien me susurró al oído: “Decí cerdo”. Le dije que no entendía. Añadió: “Decí a cada cerdo le llega su San Martín”».
Después llevaron a Lubad de vuelta a su celda. Las condiciones en Jerusalén, dijo, eran mejores que las del centro de detención en el sur. Por primera vez, le quitaron las esposas y la venda de los ojos. «Estaba tan dolorido y cansado que me quedé dormido, y eso fue todo», concluyó.
«NOS TRATABAN COMO OVEJAS O GALLINAS»
El 14 de diciembre, una semana después de que se llevasen a Lubad de su casa en Beit Lahia, donde quedaron su mujer y sus tres hijos, lo metieron en un ómnibus y lo regresaron al paso de Kerem Shalom, entre Israel y la Franja de Gaza. Contó 14 autobuses y cientos de detenidos. Tanto él como otro testigo manifestaron a +972 y Sicha Mekomit que los soldados les dijeron que corrieran y que, si alguno miraba hacia atrás, le dispararían.
Los detenidos caminaron desde Kerem Shalom hasta Rafah –una ciudad que se ha convertido en un campo de refugiados gigantesco, albergando a cientos de miles de personas desplazadas–. Llevaban un pijama a rayas gris y algunos mostraron a los periodistas palestinos las lesiones que tenían en las muñecas, la espalda y los hombros, presumiblemente como resultado de las torturas. También tenían pulseras numeradas que les habían dado al llegar al centro de detención.
El Monitor Euromediterráneo de Derechos Humanos, una organización con sede en Ginebra que cuenta con varios investigadores en el terreno, aseveró a +972 y Sicha Mekomit que, según sus cálculos, a fines de diciembre liberaron al menos a 500 gazatíes en Rafah que habían estado bajo custodia israelí y habían sufrido torturas y abusos graves.
Los detenidos manifestaron a la prensa no saber a dónde ir ni tener idea de dónde estaban sus familias. Muchos iban descalzos. «Tuve los ojos vendados durante 17 días», dijo uno de ellos. «Nos trataban como ovejas o gallinas», comentó otro.
Uno de los detenidos que llegó a Rafah explicó a +972 y Sicha Mekomit que desde que lo liberaron llevaba dos semanas viviendo en una carpa de nailon. «Hasta hoy no tuve zapatos, me los acabo de comprar», dijo. «En Rafah hay tiendas de campaña por doquier, mires donde mires. Desde que me liberaron, me siento muy mal psicológicamente. Hay un millón de personas amontonadas en una ciudad que antes de esto tenía 200 mil.»
Apenas llegó a Rafah, Lubad llamó a su mujer. Fue una alegría saber que ella y sus hijos seguían con vida. «Cuando estaba en la cárcel no paraba de pensar en mi familia, en mi mujer, que estaba sola con un bebé recién nacido», explicó. Pero al hablar con su familia por teléfono sentía que le ocultaban algo. Tiempo después, se enteró de que su hermano pequeño, que había regresado tras estar retenido en la playa Zikim, fue asesinado por un proyectil israelí que cayó en una casa cercana. Lubad recordaba la última vez que lo vio: «Estábamos sentados en calzoncillos y hacía mucho frío. Le dije bajito: “No pasa nada, no pasa nada. Vas a volver sano y salvo”».
Mientras Lubad estuvo detenido, su mujer les dijo a los hijos que estaba de viaje; sin embargo, él no está seguro de que los niños lo hayan creído: ese día, su hijo de 3 años lo vio sacándose la ropa en la calle. «Mi hijo tenía muchas ganas de ir al zoológico, pero [ya] no hay ninguno en Gaza. Así que le conté que en el viaje había visto un zorro en Jerusalén (y, de hecho, cuando me interrogaban, por las mañanas, veía pasar algunos zorros). Le prometí que, cuando termine todo, lo voy a llevar a verlos.»
Como respuesta a la denuncia incluida en este artículo de que soldados israelíes incendiaron las casas de los palestinos detenidos en Beit Lahia, el portavoz de las FDI comentó que esas acusaciones serían «examinadas», y agregó que «se encontraron documentos de Hamás en algunas viviendas, así como una gran cantidad de armas» y que las fuerzas israelíes recibieron disparos desde esos edificios.
Asimismo, aclaró que los palestinos de Gaza están siendo detenidos «por su implicación en actividades terroristas» y que «al comprobar que los detenidos no están implicados en actividades terroristas y su detención no es justificada, se los envía a la Franja de Gaza lo más pronto posible».
En lo que respecta a las declaraciones de maltrato y tortura, el portavoz de las FDI aseveró que «se investigan exhaustivamente todas las denuncias de conducta indebida en el centro de detención. Las esposas se colocan en función del nivel de riesgo de los detenidos y de su estado de salud, tras una evaluación diaria. En el centro de detención militar se realiza una revisión diaria por un médico que chequea el estado de salud de los detenidos que lo requieran».
Los detenidos que conversaron con +972 y Sicha Mekomit afirmaron, sin embargo, que solo fueron revisados por un doctor cuando llegaron al centro y que luego no recibieron ningún tratamiento médico a pesar de solicitarlo en repetidas ocasiones.
(Publicado originalmente, en hebreo, en Sicha Mekomit y, en inglés, en +972 Magazine. Traducción de Brecha.)