Luz verde - Semanario Brecha

Luz verde

Cronología del día que el aborto legal obtuvo media sanción.

Foto: Afp, Eitan Abramovich

Vivo lo suficientemente cerca del Congreso argentino como para vibrar con cada vaivén político y manifestación popular. Estoy siendo literal. Cuando cortan las calles aledañas a la plaza y se desvía el tráfico, mi cuadra recibe un caudal de medios de transporte para el que no está preparada. Ese atolladero se traduce en bocinas y camiones y ómnibus y más bocinas que hacen temblar los vidrios de mi apartamento, que son muchos. Entonces estoy en mi cama y de pronto siento que el brazo o la pierna o la cabeza zumban, y aunque no sepa qué pasa, sé que pasa algo. Soy como esos animales que anuncian los terremotos. Todo esto para decir que el 13 de junio, día en que arrancó la votación que le dio media sanción al proyecto de legalización del aborto en Diputados, entre la ansiedad y los temblores mi sexto sentido me alertó a las siete de la mañana y no volví a dormirme hasta el día siguiente. La jornada llegó histórica: por primera vez en Argentina un proyecto fue debatido en Diputados luego de años de lucha feminista por la autonomía de los cuerpos y la defensa de la vida de todas las personas gestantes, la creación de una Campaña Nacional por el Aborto Legal y siete proyectos presentados desde 2004.

MEDIODÍA, DIEZ GRADOS, 121 A FAVOR, 120 EN CONTRA, 14 EN DUDA. La votación arrancó a las 11 de la mañana y desde esa hora se convocó a una vigilia hasta la mañana siguiente. En estos días pienso mucho sobre las geografías de la emoción y las pertenencias. Como uruguaya atravesé por esto no sólo una sino dos veces, como todas las uruguayas. Pero la escala y el modo fueron diferentes. No es lo mismo la caja de resonancia feminista de hace diez años –cuando se aprobó la ley de salud sexual y reproductiva en Uruguay– que este momento de reivindicaciones multiplicadas, poderosas y entreveradas. Tampoco es lo mismo el contexto de un gobierno progresista con un presidente conservador que vetó la ley que un gobierno de derecha al que le importa tan poco esta ley que “habilitó” un debate –ya atrasado– en medio de una crisis política y social, cuando Argentina tiene uno de los movimientos feministas más robustos, complejos y visibles de América Latina y más allá. En fin. El centro vibra y empiezo a estar ansiosa.

La jornada llegó hinchada: fueron dos meses de audiencias públicas, 15 sesiones con más de 700 presentaciones todos los martes y jueves. Allí se escucharon relatos conmovedores en primera persona; clases magistrales de feminismo y diversidad; argumentaciones de salud pública con evidencia científica, pero también falacias, mentiras y barbaridades del tipo llamar “bebito” al embrión, o decir que a las 12 semanas ya hay huellas digitales, o exhibir ecografías con “frutos” del amor y de violaciones para demostrar que el útero iguala. La perversión discursiva de los defensores del aborto clandestino cristalizó en el eslogan “Defendamos las dos vidas” y en insólitos laberintos existenciales y metafísicos, como el poema escrito por el ex ministro de Educación del Pro y actual senador nacional Esteban Bullrich, donde hay un feto que habla. Fueron tantos los disparates que se dijeron en esas 106 horas de debate, que la Fundación Huésped hizo un chequeo y llegó a estas conclusiones: de los dichos de quienes argumentaron en contra, 50 por ciento resultaron falsos, 15 por ciento verdaderos, 26 por ciento inverificables y 7 por ciento dudosos. El 92 por ciento de las afirmaciones de quienes hablaron a favor resultaron verdaderas y un 8 por ciento difíciles de verificar. Mucha de la información la tenemos gracias al trabajo de medios alternativos feministas que hicieron una labor colaborativa titánica. Mediciones cuantitativas y cualitativas del debate que facilitan, por ejemplo, la escritura de este texto con datos. Eso también formó parte del debate.

17 HORAS, NUEVE GRADOS, NO SÉ LOS VOTOS PERO EL DÓLAR TREPÓ A 26,50. Salió el sol y es imposible llegar al Congreso, por la cantidad de gente. No se puede acceder por la avenida Callao ni por las calles laterales. En las inmediaciones se apelotonan en el piso grupos de adolescentes tomando mate, “vestides” de verde –“todes” hablan con lenguaje inclusivo– con glitter en las caras, carteles y tortas fritas. Son la inmensa mayoría y “les” grandes protagonistas de estos meses. “Muches” tomaron sus colegios y hablan de derechos con una lucidez que me hace sentir una dinosauria. Desde el escenario se arenga y por allí irán desfilando músicas, bandas, lecturas de documentos, poesías y pantalla gigante.

21 HORAS, SIETE GRADOS, ESCUCHAR CUALQUIER COSA. Se habla de la presencia de un millón de personas en las calles. Mientras, lo que se dice dentro del recinto reproduce en muchos casos los disparates que se dijeron en las audiencias públicas. Una diputada compara a mujeres con perras; hijos de represores dicen que ni ellos se atrevieron a tanto; otro diputado dice que admira a su hija por ser monja. Las marchas y manifestaciones en Argentina son memorables, pero esto que está pasando afuera es único. No es una marcha. Es una vigilia. Una celebración atenta y pacífica por una victoria social que espera volverse legislativa. La jornada llegó épica: en los últimos meses se multiplicaron en las redes y en la prensa los relatos íntimos de personas que abortaron; se mostró por primera vez un paquete de Misoprostol en la televisión. El tema salió del clóset y entró en las casas y en las conversaciones cotidianas, pero también formó parte del discurso inaugural de la escritora Claudia Piñeiro –quien se convirtió en una activista lúcida y clave– en la Feria Internacional del Libro; en el concierto de Patti Smith y en cualquier lugar público donde pudiera colarse. El pañuelo verde, que reenvía al blanco de las Madres de Plaza de Mayo, se popularizó hasta convertirse en un objeto inconseguible y una contraseña en la calle, en las universidades, en las escuelas (secundarias y primarias) y en las oficinas públicas. En las casas de telas del barrio Once pedían género “verde aborto”.

14 J; 2 AM, 126 A FAVOR, 124 EN CONTRA, TRES INDECISOS, DOS ABSTENCIONES. Las bocinas no paran porque el centro sigue cortado. El turno noche va mutando en turno madrugada, y en las calles un poco más descongestionadas empiezan a prenderse fogatas. El clima es pacífico, e increíblemente la policía no amedrenta. Se ven sobres de dormir y gente ya metida en carpas, otra bailando, otra mirando el escenario. Todavía cuesta caminar, por la multitud. Ahora la mayoría ya no son adolescentes sino jóvenes Lgbti quienes aguantan los trapos. La diversidad tuvo mucho para aportar al debate del aborto, y peleó para hacerse visible. Se pidió agregar la expresión “personas gestantes” al “mujeres”, en el proyecto. Se habló de varones trans que abortan, de las travestis y la clandestinidad, de la militancia histórica y tenaz de las lesbianas por el aborto. De las mujeres bisexuales y su invisibilización. Todo eso pasa del lado izquierdo del Congreso. Del derecho, identificados con pañuelos celestes –porque a la República Argentina no la aborta nadie–, hay carpas y carteles “por las dos vidas” y muy poca gente. Entrada la nochecita realizaron ecografías a mujeres embarazadas, una performance helada para las cámaras. Para ver a los celestes hay que dar toda la vuelta. Eso explican unos chicos verdes encargados de custodiar esa frontera bizarra. Somos varios los curiosos que buscamos ver qué pasa del otro lado de las rejas.

9.30, CINCO GRADOS: 129 VOTOS A FAVOR, 125 EN CONTRA. MEDIA SANCIÓN. Hoy empieza el Mundial, el dólar puede llegar a 28, pero no nos importa nada. Desde que se dio vuelta un diputado del Pro a las 3 de la mañana, fueron horas para el infarto. El poroteo fue insoportable y parecía que no se llegaba. Las vibraciones en los vidrios de casa arrancaron a eso de las ocho y cerca de las diez de la mañana estallaron las bocinas pero con el ritmo de los festejos. En las calles la gente se abraza, llora y baila. Mientras vuelvo a pensar en la geografía de las emociones, me mando mensajes con mis amigas de acá y de allá. Aunque todavía falte el Senado, una me dice que de esto ya no se vuelve. Y entre lágrimas usa la palabra “reparación”.

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