Mientras el hacinamiento es moneda corriente en las cárceles, el Estado paga cifras millonarias por las plazas que continúan vacías en el nuevo centro de reclusión. Faltan operadores penitenciarios, y de los que están, más de un tercio está certificado por enfermedad. Las particularidades de un modelo de gestión que despierta optimismo en las autoridades generan resistencias en los presos y dejan contenta a la empresa privada, el único actor que hasta el momento parece estar haciendo un buen negocio.
El próximo 24 de enero la Unidad de Personas Privadas de Libertad número 1 (Uppl 1) cumplirá un año desde que comenzaron a llegar los primeros presos, y a medida que se acerca su primer aniversario empieza a desnudar aspectos que evidencian las inercias propias del sistema penitenciario, y los...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate