Mundos diferentes - Semanario Brecha

Mundos diferentes

“Paraíso”, “Gloria”, “El tiempo sin libros”y “Cosas maravillosas”.

Un centro nocturno donde los artistas conviven con gente de procederes gangsteriles, el ambiente de un par de editoriales cuyos responsables no parecen diferir, tres actrices y un actor que invitan al espectador a recordar el pasado, y un anfitrión que recomienda sustituir las huellas de un hecho deprimente por las de cualquiera de las cosas bellas que hay en este mundo, dan pie a cuatro puestas teatrales que, a través de diversos lenguajes, buscan decir lo suyo.

Paraíso (El musical) (Notariado), escrita y dirigida por Rafael Pence, pone en movimiento a un poblado elenco para echar una ojeada a los cantantes y bailarines de un sitio conducido por gente de no muy buen vivir. La intención de inyectarle al asunto el lenguaje de una comedia musical, sin embargo, no fructifica debido a que la mayor parte de los números que los artistas interpretan no se relacionan con lo que plantea el argumento, un desencuentro que le otorga al espectáculo un tono híbrido que le cierra al energético elenco las posibilidades de lucirse en el canto o el baile con la lógica del caso. La errática definición de personajes, por otra parte, no permite a los intérpretes, con excepción del bailarín que anima Álvaro Sánchez y el pistolero confiado a Ignacio Cardozo, hincarle el diente a sus papeles a lo largo de un desarrollo resuelto con monótono criterio frontal. Pence, por cierto, puede hacer cosas mejores.

Gloria (El Telón Rojo), del estadounidense Branden Jacobs-Jenkins, con dirección de Jorge Denevi, aprovecha a fondo sendos espacios de la casona de la calle Soriano para revelar las contradictorias idas y venidas de un sexteto de siluetas en dos empresas editoriales que dan a entender que en una y en otra suceden cosas parecidas. El ingenio del asunto imprime a los intérpretes un provocativo juego de caracterizaciones dobles cuya ironía pone de relieve el poder de observación del dramaturgo. La puesta de Denevi, por su parte, con el impecable apoyo de las luces de Eduardo Guerrero y Rosina Daguerre, la ambientación y el vestuario de Paula Polakof, la nutrida banda sonora y el cuidadoso maquillaje, le hacen los honores a una comedia que dice bastante más acerca del mundo y sus habitantes de lo que un distraído espectador podría suponer. El elenco, integrado por Ricardo Beiro, Leticia y Mariana Scottini, Rafael Beltrán, Elena Delfino y Guillermo Francia, no se queda atrás.

El tiempo sin libros (sala Delmira Agustini), de la noruega Lene Therese Teigen, dirigida por Cecilia Caballero, hace que sus cuatro actores –María Elena Pérez, Iván Solarich, María José Lage y Cecilia Martínez Carlevaro– inviten a los espectadores a reflexionar acerca de todo aquello que conviene recordar. Diferentes escenas jugadas por el equipo inspiran sin dilación a la platea a hacer uso de la memoria que registra acontecimientos sin necesidad de tener que escribir sobre ellos. Tal invitación a recordar lanzada en el propicio clima que Caballero consigue a través del bien entrenado cuarteto gana a la concurrencia con facilidad, mediante este trabajo que pone una nota diferente en la cartelera. Vale la pena entonces hacerle caso a la propuesta.

Cosas maravillosas (Anglo, sala 2), del inglés Duncan MacMillan, con dirección de Eduardo Cervieri, cuenta con Juan Luis Granato como único actor, encargado de recibir a los espectadores y establecer allí una contagiosa atmósfera para que cada uno escuche y recuerde los innumerables ejemplos de objetos y acontecimientos que merecen ser tenidos en cuenta para poder hacer a un lado todo aquello que causa daño. El estupendo texto, sagazmente traducido por Susana Anselmi, encuentra en Cervieri la mirada sensible para armar una propuesta original y comprometida que hace de Granato un anfitrión natural y listo para adueñarse de la concurrencia desde el mismísimo comienzo. A la salida, la cara de satisfacción de todo el mundo se encarga de demostrar que el texto cumplió con su cometido.

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