No hay divorcio ni silencio - Semanario Brecha
Bottinelli y su tesis de «pacífica aceptación» en el FA

No hay divorcio ni silencio

En la entrevista a Oscar Bottinelli publicada en Brecha (véase «Desconcierto en la izquierda», 24-X-25), el politólogo habla de consenso y «pacífica aceptación» respecto de que «el gobierno es una cosa y el partido es otra», y que «eso no es cuestionado ni en la Mesa Política ni en el Plenario Nacional».

Quien lo lea se quedará con la sensación de que hay una situación de hecho, aceptada hasta con cierto grado de resignación por la militancia y la dirigencia frenteamplistas, pero la historia y el documentoFuerza política, gobierno, trabajadores y organizaciones sociales de 2004 muestran otra cosa: existe una tensión deliberada, reconocida, estratégica y organizada que mantiene la unidad de acción y el control político del partido sobre el gobierno.

Con la intención de desmenuzar el análisis, entiendo oportuno hacer algunas puntualizaciones.

1. Una decisión orgánica, no un hecho consumado

La afirmación del profesor Bottinelli tiene fuerza. Pretende sacudir –y puede lograrlo con quienes no conozcan la historia frenteamplista–, pero su interpretación, en mi humilde entender y parecer, es incompleta. Y al provenir de tan prestigioso analista, me reafirma en la necesidad de ensayar muy cuidadosamente esta breve reflexión.

La relación entre gobierno y partido no surge por inercia ni por desgaste: fue definida de manera deliberada en 2004, en un Plenario Nacional. Un documento elaborado por Eduardo Bonomi y Eleazar de León –entre otros– estableció cómo equilibrar autonomía y coordinación, garantizando que el gobierno gestione el presente y el partido asegure el futuro. «El gobierno es el hoy, la fuerza política el mañana», estableció.

Ese modelo no fue una imposición ni una adaptación pasiva: fue una decisión orgánica, meditada y aplicada para resolver la tensión entre aquel «mandato imperativo» y las garantías de gobernar, en tiempos adecuados, para toda la población, organizando la relación entre gobierno, partido y organizaciones sociales,ya puesta a prueba en los tres gobiernos departamentales que hasta ese momento había ejercido el Frente Amplio (FA) en Montevideo.

Algunos pasajes del documento dicen:

«El gobierno tendrá que ser, sin lugar a dudas, el gobierno del FA y sus aliados, en tanto la fuerza política es la responsable de su propuesta, su programa, sus candidatos, su equipo y su gestión.»

«La fuerza política deberá evaluar, permanentemente, lo que realiza el gobierno en función de lo definido en las instancias orgánicas, y su compromiso con la ciudadanía, teniendo presente que en el Programa hay cosas centrales, otras no tanto y otras menores, secundarias y que su enfoque debe apuntar a lo medular, no a lo secundario.»

«Se ha interpretado mal la frase sobre la necesidad de cortar el cordón umbilical entre la fuerza política y el gobierno: ello refiere al gobierno cotidiano, pues no se puede gobernar al ritmo del funcionamiento de la Fuerza Política. Este es mucho más lento que el ritmo del gobierno, y por lo tanto, una vez instalado el gobierno, tendrá su propio ritmo y, en los aspectos cotidianos, no puede esperar a las definiciones de la fuerza política. Esta delega en el gobierno, su gobierno, la capacidad de decidir y llevar adelante sus tareas.»

2. Control activo y coordinación.

La idea de «pacífica aceptación» se desmorona ante la evidencia del control político activo que ejerce de forma cotidiana el partido sobre sus representantes:

Rendición de cuentas constante: miembros de los ejecutivos departamentales y nacional, tanto como legisladores nacionales y departamentales, comparecen ante las mesas políticas, el secretariado, las coordinadoras y los comités de base sobre decisiones estratégicas y de gestión, todo el tiempo.

Procesamiento de agendas externas: propuestas de movimientos sociales se discuten y se elevan a instancias partidarias, integrando la agenda social con la gubernamental, como acaba de ocurrir con la propuesta del impuesto del 1 por ciento al 1 por ciento más rico que impulsa el PIT-CNT, los temas ambientales, de seguridad social, etc. La campaña emprendida para derogar los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración en el gobierno pasado es una muestra más que elocuente de ello. La posición adoptada en torno al genocidio en Gaza, otro tanto.

Defensa estratégica conjunta: campañas para defender políticas públicas son codiseñadas entre partido y gobierno, lo que indica participación activa, no subordinación, tal como se viene desarrollando desde la fuerza política con la difusión y la defensa del presupuesto quinquenal.

Esta coordinación demuestra que la relación no es de «aceptación pacífica», sino de tensión dialéctica, deliberada y estratégica, lo que asegura unidad de acción y coherencia ética sin comprometer la autonomía de gestión.

3. El partido como contrapeso

La hiperpresidencialización(fenómeno muy bien descripto por el analista) afecta a nuestro sistema republicano y por transitiva a todos los partidos políticos del sistema. La diferencia está en la capacidad de resistirla internamente, con definiciones en negro sobre blanco y práctica política cotidiana.
El Frente Amplio mantiene espacios deliberativos de vigilancia política constante, garantizando que el gobierno gestione con eficiencia y respete el programa y los principios del partido.

Este no es un mecanismo que funcione cuando los hechos políticos son de determinada relevancia, sino que es una práctica sistémica en el principal partido político uruguayo de la actualidad. Que haya gobierno del partido, y no un mero partido de gobierno, digamos que es casi una obsesión. El proceso de autocrítica llevado a cabo desde la derrota de 2019 y la actual conducción de Fernando Pereira no hacen otra cosa que confirmar estas pautas.

4. El mandato vigente

Lo que Bottinelli ve como consenso «tanto en el gobierno como en la cúpula» es, en realidad, una decisión orgánica explícita tomada hace 20 años y reafirmada de manera constante. No hay divorcio ni silencio: hay equilibrio, debate, control y rendición de cuentas. La tensión entre gobierno y partido no es defecto, es fortaleza. El FA no acepta de forma pasiva la autonomía del gobierno: la regula, la orienta y la discute, garantizando que la brújula política permanezca intacta, incluso en tiempos de presidencialismo fuerte.

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