Más de un centenar de documentos que parecían condenados al secreto, la enorme mayoría informes redactados por el socialista uruguayo para el Stb, están a disposición pública gracias al Grupo de Estudios del Pasado Reciente. Van del año 1964 a 1977 y prometen poner en cuestión unas cuantas creencias sobre este período. En diálogo con el historiador Aldo Marchesi, Brecha ojea este archivo, repara en algunos asuntos que plantea y trata las dificultades para digerir el hecho de su sola existencia.
“La situación del exilio uruguayo es realmente lamentable. Según el Ministerio del Interior argentino, de agosto de 1973 a marzo de 1974 se (han) concedido 160 mil radicaciones a uruguayos emigrados. Lo que permite estimar en 500 mil (los) uruguayos emigrados a Argentina en los últimos cinco años. De estos, la inmensa mayoría ha emigrado por causas económicas, y una parte importante por razones políticas (aunque es muy difícil de estimar cuantitativamente). En un principio era muy fácil conseguir trabajo. Hoy es muy difícil. Hay empresas que no toman uruguayos y han empezado a producirse enojosas situaciones con los trabajadores argentinos en algunos lados. El problema del alojamiento se ha convertido en un verdadero drama.”
Así describía el dirigente socialista Vivian Trías la situación de sus compatriotas en la capital porteña en otoño de 1974. Una década antes se había consumado el golpe de Estado en Brasil, pero todavía el embajador estadounidense Wymberley Coerr desestimaba los intentos de replicarlo en Uruguay: “No hay golpistas aceptables a la vista”, explicaba Coerr a sus superiores, aludiendo a que los que hasta entonces habían intentado encabezar el atropello, el general herrerista Mario Aguerrondo y los suyos, no daban la talla.1 Pero cuando Trías escribía esas líneas la embajada ya había encontrado, tanto en Montevideo como en Santiago de Chile, uniformados en quienes depositar su confianza y, dos años después, los hallaría también en Buenos Aires.
El párrafo transcrito al comienzo pertenece a un informe preparado por Trías para el servicio secreto checoslovaco (Státní bezpečnost, Stb). Recientemente La Diaria dio cuenta de otro,2 referido también a la situación argentina, pero desde el 9 de octubre pasado el Grupo de Estudios del Pasado Reciente (Geipar), de la Universidad de la República, ha puesto al alcance de todos la que ha llamado “Colección Trías”, que por ahora reúne las copias digitales de 128 documentos producidos por el socialista para los checos desde 1964 hasta 1977.3 El material, advierten sus presentadores, es sólo la quinta parte del material que el Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios, existente en Praga, conserva sobre esta relación. Pero el resto de los documentos está en checo y aún no se dispone de su traducción.
Corresponde comenzar presentando a quienes armaron la llamada “Colección Trías”. Conversando con este medio, Aldo Marchesi, historiador e integrante del Geipar, subrayó dos dimensiones centrales del dirigente socialista: la del intelectual y la del político. En ambos sentidos este profesor de historia de Las Piedras alcanzaría su mayor expansión y desarrollo en la primera mitad de los sesenta, “pero ya en los cincuenta”, puntualizó Marchesi, “Trías aparecía como parte de una generación de intelectuales uruguayos que –en diálogo con chilenos y argentinos– estaba pensando la relación entre izquierda y tradiciones nacionales”. Era una tertulia variada: “Algunos venían del socialismo, otros del trotsquismo. Alberto Methol Ferré, quizá el más relevante, viene del catolicismo y el nacionalismo”. Trías tenía una particularidad: “Era parte de esa reflexión, pero a la vez era un político en el sentido más específico de la palabra: militante, diputado y parte de un sector que enfrentó a Emilio Frugoni y consiguió desplazarlo de su cargo. En ese sentido –apreció el historiador–, creo que Trías era el representante más claro de lo que en otros lugares se denomina ‘nueva izquierda’”. ¿En qué sentido era distinta aquella vieja “nueva izquierda”? “El proceso de renovación de la izquierda uruguaya muchas veces queda asociado a la renovación de las prácticas que implicó la izquierda armada, pero no fue sólo eso”, advirtió el interlocutor. “Fue una renovación de la relación de la izquierda con la historia, con la idea de nación, de la relación con ciertos sectores populares fundamentalmente del mundo rural, con los productos culturales y con lo popular”, explicó. “Ahí hay toda una serie de asuntos en los que la figura de Trías es importante. No sé si la central –repensó el historiador–, pero importante. Es parte de una red que involucra a Methol Ferré pero también a Carlos Real de Azúa, a Eduardo Galeano… Un espacio con presencia pública. Marcha y Época fueron sus canales, pero hubo otros. Era gente un poco más joven que los de la generación del 45, con un compromiso público y político más fuerte ya a fines de los cincuenta”, cuando el batllismo caía ante el empuje combinado del herrerismo y el ruralismo, y la Universidad conquistaba la autonomía y el cogobierno.
En la otra punta de la corresponsalía publicada estaba el servicio secreto de un Estado disuelto hace 21 años: la República Socialista de Checoslovaquia. Desde 1948 esta formaba parte del bloque soviético, pero después de la desestalinización promovida por Nikita Jrushchov en la Unión Soviética, iba a intentar un camino propio, la construcción de un socialismo “de rostro humano” liderada por Alexander Dubček, aquella “primavera de Praga” suspendida contundentemente por la invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia (quinientos heridos, un centenar de muertos) de agosto a setiembre de 1968. Praga había sido también la base desde donde el Che había preparado la suya en Bolivia. Trías comenzó a trabajar para la inteligencia checa en 1964, y –aunque se opuso pública y notoriamente a la invasión soviética– la relación se mantuvo hasta el 77. El Stb “era una agencia muy menor en el marco de la Guerra Fría; no estamos hablando del Kgb ni de la Cia, ni del servicio británico”, enfatizó Marchesi. “Comenzó a incidir en Latinoamérica en los sesenta. Montevideo fue uno de los lugares desde donde empezaron a averiguar qué era lo que pasaba, pero tenían sólo tres oficiales y se planteaban objetivos muy generales. Por lo menos con relación a Trías, los intereses tenían que ver con la denuncia del imperialismo estadounidense y el apoyo a Cuba.” Adentrarse en este intercambio –cosa que Marchesi viene haciendo junto a su colega checo Michal Zourek– supone alguna precaución: “Se trataba de una organización burocrática, que produjo información en forma burocrática, y sus documentos tienen que ser sometidos a la crítica de fuentes correspondiente. Como en toda organización muy jerárquica, autoritaria en cierto sentido, el funcionario que está más abajo teme a su superior. A nosotros –comentó el historiador– muchas veces se nos hace difícil evaluar algunas cosas. No tanto las que escribe Trías, sino lo que a propósito de él informan los funcionarios que están en Uruguay al servicio checo. A veces uno ve que éstos dan versiones exageradas, en una lógica de querer cumplir con el superior”. ¿Por qué reclutaron a un hombre claramente identificado con el tercerismo, alguien que insistía cada vez que podía en la necesaria independencia del socialismo latinoamericano respecto de Moscú y respecto de la socialdemocracia europea? “La hipótesis que tenemos es que pudo haber cierta división del trabajo entre los servicios secretos del mundo comunista, en la que al Stb le correspondió trabajar con personas que no eran de la izquierda comunista. En Argentina hay algún caso vinculado al peronismo. Por otra parte, en estos documentos no ha aparecido ningún vínculo con los comunistas. Se explica en relación con el objetivo de apoyar a la revolución cubana. Relacionarse con la red de apoyo no comunista a la revolución cubana que existía en América Latina.”
EL EJE ANTIMPERIALISTA. Los textos publicados, que son en su mayoría escritos por el dirigente socialista, pueden ser leídos como crónicas y análisis de un intelectual que contaba con fuentes de información relevantes, que escribía para incidir, lo hacía muy bien y se permitía incluir algunos datos que no se ventilaron en otras fuentes: “Es notorio el aislamiento en que se encuentra el ex senador Enrique Erro”, escribía Trías en aquel informe dedicado a la emigración uruguaya en Buenos Aires. “El 19 de abril (la) Roe organizó un acto público que terminó en escándalo, pues Erro atacó a los otros grupos del Frente Amplio y el ex senador comunista Enrique Rodríguez fue abucheado. No hace mucho se reu-nieron en un manifiesto ultra Erro, algunos dirigentes del 26 de Marzo y otros pequeños sectores. Pero no adhirió ni el ex senador Michelini ni la Roe, que ha cambiado favorablemente de posición.”
La relación cercana que había entre Trías y el dirigente nacionalista Alberto “Titito” Heber (integrante del Consejo Nacional de Gobierno desde 1962 a 1967 y presidente de éste durante el último año) le permitía ofrecer información interesante sobre la forma en que el gobierno enfrentaba las presiones estadounidenses en relación con Cuba. Su “obsesión” (la palabra es de Marchesi) por lo militar y su posterior deriva “peruanista” convierten en un relato de consideración el que produce sobre el pase a retiro, ya en pleno pachecato, del general Liber Seregni, quien de-sempeñó hasta 1969 las funciones que hoy cumple el comandante en jefe del Ejército. Un gesto que –en el análisis de Trías– no logró los efectos que pretendía.
Pero evidentemente el caso es por lo menos incómodo. Los lectores de Brecha recordarán las notas en las que a fines del verano pasado el semanario dio cuenta de la confirmación del vínculo de Trías con el Stb y de algunas reacciones entre enojadas y doloridas de personas que lo tuvieron como referente.4 ¿Qué es lo que explica esa sensación de traición? Para el historiador, “lo más complejo tiene que ver con que sus propios compañeros no lo supieran”.
—Además Trías era quien había insistido en que hay un interés de clase pero también existen intereses nacionales, y que los soviéticos muchas veces anteponían estos a los de la revolución –añadió el periodista.
—Sí –objetó Marchesi–, pero en honor a Trías hay que pensar mejor la historia del tercerismo, los momentos del tercerismo. El acercamiento de Trías tiene que ver con el momento en que en realidad el tercerismo ya empieza a desaparecer como expresión política, en Uruguay y en la región. A mediados de los sesenta ya se mostraba el cierre de esta idea de que ante el conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética había que estar en una tercera posición, una que tampoco era la misma que la “tercera posición” del peronismo, una que profesaban liberales democráticos como Carlos Quijano, tipos que tenían en común jugar por fuera de la Guerra Fría. Y lo que rompe eso es la revolución cubana. En el mediano plazo lo que empieza a pasar es que si bien se sigue planteando la idea del socialismo latinoamericano y de la independencia, se reconoce la alianza con el mundo comunista. El eje cambia. El eje es la lucha antimperialista. Me gusta el ejemplo del Erp en Argentina, un grupo de inspiración aprista que a mediados de los sesenta ya es marxista-leninista y a fines de la década reconoce en el mundo comunista un espacio de lucha antimperialista.
¿Y no hay derecho a pensar que la decepción de sus antiguos compañeros manifieste cosas más viejas? El primer maestro en la formación del espíritu de los socialistas no había sido Trías, sino Frugoni, embajador uruguayo en la Unión Soviética, autor de una voluminosa invectiva contra el régimen de Moscú titulada La esfinge roja.
Puede avivar esa sensación de traición algún rescoldo de aquel anticomunismo. “Es algo de lo que se habla poco”, consintió esta vez el historiador. “Todo lo que pasó en los sesenta en alguna medida borró lo que venía sucediendo antes. Efectivamente hubo una izquierda uruguaya que era muy anticomunista, y el socialismo era parte de eso. Algo que compartían Frugoni y Trías, de diferentes maneras, era su anticomunismo. La alianza de la Unidad Popular mostró que prefirieron unirse a herreristas antes que a comunistas. Todo lo que a principios de los sesenta se señaló como ‘nueva izquierda’ está muy marcado por eso, incluso en sus expresiones de izquierda armada.”
¿El escándalo pudo tener que ver con una visión superficial del significado del “internacionalismo”, que buena parte de la izquierda ha reivindicado y reivindica? Difícilmente un comunista le hubiera reprochado a Rodney Arismendi su intimidad con los soviéticos. Marchesi no utilizó la palabra “ingenuidad” pero respondió:
—Las conversaciones de todo tipo entre diplomáticos extranjeros y políticos en Uruguay son algo del pasado y también del presente. Charlas con cierto nivel de identidad política como las que la colección documenta se dieron en el pasado y se deben de dar hoy. Incluso creo que trascienden al internacionalismo. Las tenían varios. El problema es que el único archivo que se abrió es este.
En realidad algún otro también. En la serie de documentos del Departamento de Estado estadounidense publicada por Clara Aldrighi puede leerse, por ejemplo, la crónica de la reunión en la que Jorge Batlle le aseguró al encargado de negocios de Estados Unidos que los rumores de golpe de Estado que circulaban eran fruto de una fábula con la que su correligionario Amílcar Vasconcellos había aterrorizado al también colorado Ledo Arroyo Torres. Viniendo de Jorge, tales confianzas tal vez no sorprendan. Pero en el mismo libro es interesante leer el informe de la conversación mantenida el 14 de junio de 1964 por los dirigentes de la Feuu Vicente Cremati, Julio Rocco, Gustavo Cosse y Félix Boix con el embajador Coerr y el segundo secretario de la embajada, James P Willis, a las que asistió también el historiador del movimiento estudiantil uruguayo Mark van Aken.
La relación de Trías con los checos en realidad no pareció afectar sus convicciones. “En los documentos, Trías en ningún momento se retracta de su visión crítica del mundo socialista. Es llamativo. Cuando la invasión del 68, Trías tuvo una reacción ultracrítica de la invasión. El oficial checo no informa casi nada de esto a sus superiores. Como que protege a Trías”, contó Marchesi.
Un informe sobre el Perú de Velasco Alvarado, el modelo de revolución manu militari inspirador del “peruanismo”, forma parte de lo publicado por el Geipar y muestra que Trías no se preocupaba demasiado por disimular las contradicciones. Los funcionarios que lo recibieron eran agentes del gobierno que había aplastado el socialismo “de rostro humano”, pero el uruguayo estampa en su informe que “todos” aquellos militares “se refieren a un socialismo ‘humanista’, con efectiva vigencia de la persona humana” y “de ahí el interés despertado por algunos aspectos del proceso checoslovaco que pude constatar”.
Más adelante, revela que en aquellos generales “hay cierto disconformismo con la Urss”, cuyas “causas son la oposición de ésta a la extensión de la soberanía a las 200 millas marinas y el fracaso de incipientes sondeos para la obtención de un crédito destinado a la explotación del cobre”. E insiste casi provocativamente en que en ellos “hay una actitud muy positiva ante (…) Checoslovaquia, especialmente”, en la que “se entremezclan con las consideraciones comerciales las notorias simpatías por su esfuerzo por desenvolver ‘una vía nacional y humanista de socialismo’, según lo expresó el general Leonidas Rodríguez”.
Luego el socialista advierte que los peruanos “están muy preocupados por que no se repita” en su país “lo que ellos entienden como dependencia financiera de Cuba con respecto a la Urss”. “Dicen –escribe Trías– que ello confiere cierto ‘artificio’ a la economía cubana y limita su soberanía.”
Y a continuación pone algo en lo que los soviéticos verían una incitación a la disidencia: “Como se comprenderá, todo ello se conjuga para aumentar sus simpatías por Checoslovaquia”. Recién entonces el socialista parece caer en la cuenta de que la “primavera de Praga” hace tiempo se marchitó y que sus interlocutores se supone que la condenan; vuelve atrás el rodillo de la máquina de escribir y en el estrecho espacio entre esos renglones encima la frase: “No están bien enterados de lo que realmente ocurre en Checoslovaquia”.
Incluso en esta correspondencia el uruguayo ratificó las discrepancias que efectivamente tenía con el bloque comunista; no las que alguno podría desear –con el diario del lunes siguiente a la demolición del muro– que hubiese tenido. Hablando entrañablemente de Eduardo Galeano, en una de esas fichas que Trías preparaba para los checos y que más bien parecen cartas de recomendación, escribe que el periodista era “en cierto modo discípulo de las nuevas orientaciones marxistas-leninistas que nosotros iniciamos en el PS”.
GEOPOLÍTICA DEL CONOCIMIENTO. “Hay diferencias entre los informes que escribe en la década del 60 y los de la década siguiente”, observó Marchesi, explicando la singular naturaleza de este “espía”. “Estos últimos –dijo– son prácticamente artículos de análisis que podrían haberse publicado en buenas revistas. Hay un momento en que los checos parecen decir ‘no necesitamos que nos escribas tanto’. Trías después va a seguir escribiendo para otros lados. Escribe para una agencia de prensa estadounidense. Por lo que hemos relevado, Trías era un tipo imparable en producción de información. Hay otra dimensión de este mecenazgo que se ve en los documentos, y es el interés de los checos por promover a Trías como intelectual con proyección regional. Para mí es interesante, porque en el mundo de la Guerra Fría la relación con los centros –los recursos que venían de los centros– era necesaria para la reflexión regional. Trías, un intelectual medio raro, un político que no se inserta en los círculos académicos, encuentra por este camino una vía de desarrollo. Hay cartas que parecen las que se presentan hoy a las agencias de financiación de proyectos de investigación. Al mismo tiempo había un proceso de modernización de los fondos de financiamiento de Estados Unidos. Pero es cierto que si Trías hubiese aplicado a la Fundación Ford, no lo hubieran apoyado. Pensando en una geopolítica del conocimiento durante la Guerra Fría latinoamericana, estos documentos también son interesantes. ”
En definitiva, lo que Trías quería estudiar, como de adolescente respondió una vez Rodney Arismendi a alguna tía preocupada por su desinterés ante los cursos de la Facultad de Derecho, era la ciencia de la revolución.
- Clara Aldrighi, Conversaciones reservadas entre políticos uruguayos y diplomáticos estadounidenses. Selección de documentos del Departamento de Estado. Ebo, Montevideo, 2012, pág 75.
- Fernando López d’Alesandro, “Cuando el socialismo uruguayo estaba entre López Rega y Videla”, 20-X-18.
- Para acceder a los documentos alcanza con entrar a la página del grupo (www.geipar.udelar.edu.uy/) y elegir la pestaña llamada “Documentos históricos”.
- Brecha, 2 y 16-III-18.