Otro carnaval en las trincheras - Semanario Brecha
Tres años de la guerra de Ucrania

Otro carnaval en las trincheras

El pasado 20 de febrero se cumplieron tres años del inicio de la guerra de Ucrania sin que hasta el momento ninguno de los contendientes haya logrado imponer su voluntad. Al igual que sucediera hace un año, en ocasión del segundo aniversario del conflicto, se observan encarnizados combates en una guerra de posiciones mantenida en torno a un frente estable, sin dinámicas de rompimiento de líneas ni embolsamiento de tropas características de una guerra de maniobras. Si bien en la última semana los focos han estado puestos en las negociaciones vehementemente impulsadas por el recién asumido gobierno de Donald Trump, que suponen un cambio diametral respecto de la postura mantenida por Estados Unidos hasta ahora, el siguiente análisis aborda, en cambio, tendencias sostenidas que se observan en el mediano plazo, que permiten comprender mejor tanto el conjunto del conflicto como la novedosa coyuntura actual, así como derivar algunas posibles consecuencias sobre el mundo por venir.

La primera tendencia se refiere a la sostenida iniciativa estratégica que Rusia detenta desde el fracaso de la contraofensiva ucraniana del otoño boreal de 2023.1 Al respecto, los especialistas en temas militares sostienen que existen pocos casos históricos de una ofensiva que se mantenga durante casi un año y medio, en este caso con un ritmo intensísimo de uso de artillería y, según fuentes occidentales, una importante asunción de bajas. Esto es resultado, por un lado, de la adaptación de Rusia a la realidad de la guerra (fundamentalmente a través de su sistema productivo, pero también con cambios operacionales y logísticos en sus Fuerzas Armadas), y, por otro lado, de las dificultades afrontadas por Ucrania para mantener el ritmo de generación y uso de recursos, tanto por problemas propios (por ejemplo, en el reclutamiento) como por otros de sus socios noratlánticos (sobre todo en la producción y el suministro de municiones). Naturalmente, en este sentido debe valorarse la férrea voluntad de Rusia y el elevado grado de consenso en torno al liderazgo de Vladímir Putin, que desmiente así la afirmación de Barack Obama, que en 2014 despreciaba al país rebajándolo al rango de «potencia regional».2 Sin embargo, tanto o más importante es la asimetría entre los dos países en conflicto, que en este caso perjudica a un país valioso y estratégicamente importante para Occidente como es Ucrania, que parece que sus socios lo van a dejar caer. En este sentido, la tendencia muestra una evolución del sistema internacional en el que comenzarán a observarse conflictos entre potencias o países poderosos (ya sea por recursos propios o producto de alianzas) que explica el retorno a conflictos poco dinámicos y con guerra de posiciones, algo que no se observa desde hace muchas décadas.

Una segunda tendencia, esta en el plano de las relaciones internacionales, es la expansión del conflicto a diferentes regiones y países. Si en el primer año esto se circunscribió fundamentalmente al espacio postsoviético (implicando de alguna forma a Bielorrusia, Moldavia, Kazajistán, Azerbaiyán y Armenia), en el último año se ha extendido a regiones más alejadas, como el Sahel, donde se ha visto operando a contingentes ucranianos y del Grupo Wagner, o Siria, donde Rusia no ha tenido más opción que dejar caer al gobierno de Bashar al Asad debido al compromiso de prácticamente todos sus recursos militares en Ucrania, lo que le está significando perder sus principales (y casi únicas) bases militares fuera del territorio de la antigua Unión Soviética, incluida la valiosa base naval de Tartús, en el Mediterráneo. En relación con este tercer punto, nuevamente es importante pensar en consecuencias del conflicto para nuestra lejana realidad, en este caso latinoamericana. Rusia es el principal aliado de Cuba, Nicaragua y Venezuela en áreas militares y de seguridad, pero si no pudo auxiliar a Siria, tanto menos podrá destinar recursos a aliados más lejanos y, en principio, de menor valor estratégico.

Otra tendencia relativa a las relaciones internacionales es la creciente irrelevancia y debilitamiento de Europa como actor del sistema internacional, que afecta fundamentalmente a la Unión Europea (UE), pero también a las potencias europeas individualmente consideradas. Sobre el primer aspecto, se ha visto la incapacidad de la UE para actuar eficazmente ante una amenaza, ya sea asumiendo la responsabilidad de sostener a Ucrania o avanzando hacia una defensa común. Sobre el segundo, desde el inicio del conflicto varios gobiernos de las potencias europeas han caído como consecuencia de los costos de la guerra y Alemania, la locomotora de Europa, ha entrado en recesión. Los sucesos de la última semana son muy reveladores en este sentido: el gobierno de Trump desprecia a los europeos, la alianza noratlántica quedará muy debilitada (en caso de que sobreviva) y el centro de gravitación del sistema internacional continúa moviéndose hacia la región del Indopacífico. Sobre este punto, la interrogante que se desprende para nuestra realidad es si no estamos sobrevalorando nuestras expectativas en torno al acuerdo Mercosur-UE, que naturalmente supone un avance para un bloque conosureño con serios problemas de inserción internacional, pero que al parecer no encuentra a nuestra contraparte en su mejor momento.

Por último, una tendencia en el plano militar que ya se venía esbozando y se ha terminado de consolidar en este último año es la irrupción de la drónica como una tecnología que viene a marcar un antes y un después en la forma de combatir. Si al principio del conflicto la inteligencia artificial ofrecida por Estados Unidos a Ucrania parecía destinada a revolucionar los enfoques tácticos (supuestamente tuvo un rol fundamental en el fracaso de la primera ofensiva rusa, entre marzo y abril de 2022), paulatinamente los drones y otros vehículos no tripulados se impusieron como la gran revolución técnica. En el último año llegaron a superar en importancia a la artillería (históricamente considerada «la reina de los campos de batalla», en particular en Europa Oriental), al ser más económicos, más precisos y con un alcance similar. Hay estimaciones de que hasta 70 por ciento de las bajas en el último año son resultado de la acción de drones. Y además es una tecnología muy dinámica, en la que permanentemente aparecen innovaciones, como el uso cada vez más generalizado de drones filoguiados que evitan las intervenciones de guerra electrónica para desviarlos y tienen un alcance de hasta 20 quilómetros. En relación con este punto, es un desafío importante para el próximo gobierno uruguayo impulsar medidas proclives a adaptar la defensa nacional a esta nueva tecnología, tanto su adopción (por ejemplo, para fines de patrullaje) como también la adaptación de la defensa frente a este tipo de amenazas (imprescindible para los contingentes que participan en misiones de paz, pues, dado lo accesible y simple de la drónica, es inevitable su uso por ejércitos irregulares, grupos terroristas y bandas criminales). 

  1. Se deja al margen la ofensiva ucraniana en el territorio ruso, en la región de Kursk, un caso muy particular en el conjunto de la guerra y cuya evaluación por parte de los especialistas es bastante negativa. ↩︎
  2. Justamente, el cuidado de la estabilidad interna es la variable que ha priorizado el gobierno ruso al evitar hacer una segunda movilización entre la población (reservistas), que tal vez hubiese permitido inclinar la balanza a su favor y romper las defensas ucranianas con mayor eficiencia, pero a un costo demasiado elevado para la sociedad rusa. ↩︎

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