Gracias a ese mecanismo de amnesia de datos comprometedores que la dictadura iba generando en los resistentes, no logro recordar cómo Pegui se comunicó conmigo. Se llamaba Margarita Merklen de Cuelho, y era educadora especializada en música y en niños. ¿Habrá sido a través del pastor Adhémar Olivera?
Vivía en la ciudad de Durazno, en esa terrible sociedad de sobrevivientes de la represión en que se habían convertido varias de las ciudades del Interior uruguayo. Su esposo era preso político en el campo de concentración llamado Libertad. A su cargo habían quedado los tres niños pequeños del matrimonio. Pero, entretanto, la dictadura, morbosa, le había hecho perder su trabajo docente. Pegui había decidido enfrentar la angustia y la posibilidad de una destrucción afectiva haciendo sus can...
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