Antes de la instalación de los complejos de salas de microcines en los centros comerciales, que empezó en los ochenta en el hemisferio norte y en los noventa en el sur, las exhibidoras y distribuidoras instaladas en Uruguay veían a la Cinemateca Uruguaya como una competidora. El público de cine venía bajando sin pausas desde el surgimiento de la televisión, problema que se agravó cuando apareció el video de alquiler. De ese menguante público de cine, la Cinemateca se llevaba, antes de los noventa del siglo pasado, más de la mitad. Algunos exhibidores comerciales probaron muchas estrategias (y en tiempos de dictadura ensayaron actos verdaderamente repugnantes) para tratar de eliminar a ese milagroso competidor que no tenía capital y daba películas uzbekas con subtítulos en georgiano.
En aqu...
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