Por una política del agua - Semanario Brecha
Giulia Caminito

Por una política del agua

Nació en Roma en 1988, trabaja en una editorial italiana y es licenciada en Filosofía Política, elementos que mapean su estilo. Además, es una escritora joven que, a pesar de las distancias geográficas e históricas que guarda con nuestra región, parece acercarse a la tendencia femenina latinoamericana que dibujan las de nuestra zona. Gracias al Instituto Italiano de Cultura de Montevideo, Caminito estuvo en nuestra ciudad.

DIFUSIÓN

En este instituto y en Escaramuza, Giulia Caminito presentó El agua del lago nunca es dulce, su último libro publicado en español por la editorial Sexto Piso. Con este tercer título, ganó el Premio Campiello en 2021, uno de los premios nacionales italianos más prestigiosos. Sus dos libros anteriores también fueron galardonados: La Grande A (La gran A) obtuvo el Premio Bagutta a la mejor ópera prima, el Premio Berto y el Premio Brancati en la categoría joven, y Un giorno verrà (Un día vendrá) ganó el Premio Fiesole.

OXIDARSE EN UN ESTANQUE

Los hechos de la novela se sitúan en poblaciones a las afueras de Roma, entre dos lagos: el lago de Bracciano y el de Martignano. La verosimilitud espacial colabora con la necesidad de posicionar al lector en un dilema vigente, quizás no tan claro para el sudamericano promedio que observa a Europa con los ojos del hijo adoptado. Pero, según lo establecido en el texto y en las palabras de Caminito, la gentrificación y el problema habitacional que debe sortear una familia pobre integrada por una madre con cuatro hijos, que además tiene que ser líder –dado que su marido ha quedado inválido en la obra donde trabaja–, es la cotidianeidad de muchos. Esta madre no solo lucha por sacar adelante a la familia, deposita su esperanza de cambio y de movilidad en su hija, Gaia, la narradora de la novela. Contrariamente, como se muestra en el libro y corrobora Silvina Friera en su entrevista a Caminito para Página 12, esta generación nos habla de frustración, de pérdida de esperanza.1

El espacio, aunque ahogue, puede convertirse en ajeno. Por más común que sea, habita siempre a los demás. Es de ellos. Y así lo ve su protagonista: «Nunca ha habido un lugar para mí, un estar en el lugar apropiado que sea mío». Es difícil plantar y quedarse, pero el movimiento continuo tampoco otorga una vía de escape en las aguas estancadas de este lago. Gaia nos cuenta esta realidad, la suya, en un entorno donde ser la hija mujer mayor, la estudiosa y la promesa de la familia para cambiar de sitio no queda más que en la ambición de su madre, Antonia, quien se desgarra por ello. Gaia se zambulle, se moja con la lluvia para atravesarla. Pero la violencia incendia no solo su accionar, sino también las páginas de este libro, como devolviéndole al espacio eso que él mismo ha trazado, más que nada para esta clase social y para las mujeres.

El agua aparece entonces como una metáfora extendida, como un leitmotiv que a lo largo de las páginas puede simbolizar la vida, pero también la violencia o la muerte. Caminito sostiene esto y propone pensar sobre la importancia del agua, sobre todo en estos momentos, con la situación que vivimos en nuestra ciudad. Y compara esto con lo que ocurre su zona: «Desde 2019, se ha prohibido a la empresa Acea de Roma extraer agua del lago de Bracciano. Incluso hoy en día, los acueductos de Anguillara Sabazia son declarados periódicamente peligrosos por contener cantidades de arsénico superiores a los límites permitidos».

Por otro lado, en sus palabras compara la realidad de la novela con la realidad femenina europea y latinoamericana. Según aclara la autora en la nota al final de la edición, «esta novela nace para contar la historia de tres mujeres». Tanto en las entrevistas (La Diaria, El Observador, Revista Intervalo de Escaramuza y medios de prensa argentinos) como en la presentación del libro, ella misma remarcó la necesidad de narrar la vida de mujeres, de otorgarles ese espacio que sin la escritura queda vedado. Y eso es justamente lo que hace la autora en todos sus libros, lo que motiva su actividad creativa.

DE A DOS

En el universo de esta ficción, los personajes –y otros elementos de la novela– funcionan en dupla, y es así que parecen explicar el sentido de las cosas. Entre líneas se nos plantea la ley de las mitades que elabora Michel Foucault para explicar el acercamiento al conocimiento en Edipo rey. Así, la verdad aparece en su juego binario: en su construcción como mujer, Gaia tiene siempre pares de amigas; Gaia como hija se enfrenta a la oposición que le plantea su madre; Gaia se enfrenta a la realidad masculina de su padre, por un lado, y de su hermano, por otro. Así todo.

Pero vamos a detenernos en algunos aspectos necesariamente femeninos. Ya fueron nombradas la protagonista y su madre, con algunas características que las configuran. Asimismo, existen en el texto otros personajes femeninos determinados por una crudeza espiritual, que las lleva a operar de manera violenta, lo que se observa no solo en sus acciones negativas, sino en la forma de expresarse. Como una suerte de poética de la violencia se estructuran estas mujeres, sus acciones y sus discursos, en un ritmo marcado por el hostigamiento, el engaño, la infidelidad, los golpes, la envidia; en una especie de gradación ascendente logran alcanzar la muerte mediada por las ansias de causarla en el otro o hasta en ellas mismas. Este último es el caso de Carlotta, una de las amigas de Gaia, personaje que, según dice la propia escritora, se inspira en un personaje de la realidad. Carlotta es una adolescente que experimenta su sexualidad de forma libre y demasiado precoz respecto a sus pares. No solo la vive en la intimidad, sino que habla de ella, la muestra y la narra con detalles para sus amigas, menos entendidas en el tema. Los hombres con quien se vincula, por un lado, la desean, por otro, la denigran y hostigan. Esta recurrencia de la antítesis termina funcionando como un detonante para la muerte del personaje. Tras ella, el pueblo no recuerda otra cosa. En definitiva, se observa cómo ante un accionar diferente, o a contrapelo del deber ser, la mirada del otro permea la configuración femenina y la moldea negativamente a través del morbo y el continuo opinar, que terminan por socavar su propia existencia.

Como aduce la narradora, esta es su realidad: «Yo fui un cisne, me trajeron aquí de fuera, quise habituarme aquí a la fuerza, y entonces incordié, pateé, armé un escándalo incluso contra los que se acercaban con su trozo de pan duro, su limosna de amor. Los observo ahora, en la orilla del lago: se sumergen en busca de comida, solo la punta de la cola permanece a flote, la cabeza ha desaparecido, cuando la sacan me miran como diciendo que las algas del fondo ya no son tan buenas como antes, que tal vez sería el momento de emigrar».

En lugar de fluir, el agua del lago encierra, enmarca en los apodos que encasillan a los personajes del pueblo, en los estereotipos para las mujeres y los hombres en su accionar, en los roles adjudicados en los grupos familiares, en los grupos de amigos y hasta en los eventos sociales, como las fiestas, los cumpleaños, las celebraciones. En lugar de barrer las manchas o los dilemas, los amplifica y los oxida. En lugar de fluir, el agua ahoga.

1. «Giulia Caminito: “Nuestra generación perdió la esperanza en el futuro”», Página 12, 9-V-23.

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