NÚMEROS Y TEMORES
Más de 44 millones de estadounidenses ya han emitido su voto para la elección general del 5 de noviembre, para la que se espera que voten más de 162 millones de ciudadanos. La Oficina de Inteligencia y Análisis del Departamento de Seguridad Nacional dio cuenta de un incremento de las discusiones, principalmente en foros anónimos de las redes sociales, entre grupos extremistas que se preparan para lo que aguardan como una guerra civil inminente. «Algunos extremistas domésticos violentos responden a la temporada electoral y los asuntos políticos prominentes incurriendo en actividades preparatorias ilegales o acciones violentas que ellos vinculan con una guerra civil inminente, lo que aumenta el riesgo de la violencia contra objetivos gubernamentales y sus oponentes ideológicos», explicó la agencia.
Una encuesta de la firma NORC para la agencia Associated Press encontró preocupaciones persistentes acerca de la fragilidad de las instituciones de la república, casi cuatro años después de que el entonces presidente Donald Trump rehusara aceptar su derrota cuando buscaba la reelección. Casi el 40 por ciento de los votantes registrados señala que está muy preocupado por los intentos de violencia para alterar los resultados de la elección del 5 de noviembre, explicó Associated Press. Una proporción similar de votantes está preocupada por las querellas en tribunales que busquen un cambio en los escrutinios.
Por su parte, una encuesta de la cadena CNN mostró la semana pasada que el 70 por ciento de los estadounidenses opina que la violencia política es un «problema grave», y que el 75 por ciento de los encuestados cree que el tono que ha adquirido recientemente la discusión política alienta esa violencia. Según el mismo sondeo de opinión, el 40 por ciento de los ciudadanos cree que el riesgo de violencia política empeorará si la demócrata Kamala Harris gana la elección, comparado con el 60 por ciento de ciudadanos que espera ese deterioro si Trump sale triunfante.
Harris ha centrado su mensaje electoral en la propuesta de «dar vuelta la página Trump», y en promesas de subsidios para las familias, para los hijos, para los seguros médicos y en la protección de la legalidad del aborto. No todas las promesas vienen acompañadas con la explicación de qué fondos se usarán para pagarlas, pero suenan lindo en un mensaje positivo y de cara al futuro.
Tal como lo hizo en 2016 y 2020, Trump sigue insistiendo en que si su candidatura sale derrotada la semana próxima será porque hubo fraude, y continúa sin responder si aceptará un resultado adverso. No es mucho más confortante la perspectiva si gana: el hombre ha anunciado que podría recurrir a los militares para combatir a «los enemigos internos», entre quienes se cuentan sus adversarios.
PREOCUPACIONES DIFERENTES
Mientras el resto del mundo observa el proceso electoral estadounidense y procura discernir en qué forma el resultado afectará las relaciones internacionales, los votantes en este país tienen prioridades diferentes.
Según el Centro Pew, el asunto de mayor importancia para el
81 por ciento de los votantes es la situación económica, seguido por el costo del cuidado de la salud (65 por ciento) y las designaciones de magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia (63 por ciento). Los asuntos de política exterior, en el análisis de Pew, figuran en cuarto lugar (62 por ciento), seguidos de cerca por el crimen violento y la inmigración, cada uno de ellos con 61 por ciento. Una encuesta de Gallup encontró al tope la preocupación de los votantes por la situación económica (90 por ciento), mientras los asuntos de política internacional quedaron en decimocuarto lugar (70 por ciento) y el conflicto de Oriente Medio en decimoquinto (64 por ciento), seguidos por las relaciones con Rusia y China, y el comercio con otras naciones.
De este modo, una vez más, el papel que desempeñe Estados Unidos en el escenario mundial por los próximos cuatro años responderá a un guion elegido por millones de votantes preocupados por otros asuntos. La diferencia en esta oportunidad está en el contraste entre las políticas que proponen Harris y Trump.
Harris se ajusta a la noción vigente por más de un siglo según la cual Estados Unidos tiene una responsabilidad global que implica un papel activo en conflictos ajenos y, por ende, las intervenciones militares que Washington considere válidas para un cierto orden internacional. Es la política que ha mantenido el Partido Demócrata y por la que Estados Unidos se involucró en dos guerras mundiales, y por la cual bajo gobiernos demócratas y republicanos combatió en Vietnam e invadió Afganistán e Irak. Según el Centro de Datos de Personal de Defensa del Pentágono, hay actualmente unos 160 mil militares y civiles estadounidenses vinculados a operaciones militares apostados en la mayoría de los países. Este dato no incluye a los militares en zonas de combate, incluidas las tropas en Irak, Siria, Yemen y Somalia.
Trump ha reavivado la noción de «America first» por la cual los republicanos se opusieron al ingreso de Estados Unidos en las dos guerras mundiales y aborrecen las «guerras sin fin», como los conflictos de Corea, Afganistán, Oriente Medio y, ahora, Ucrania. En la versión crasa de Trump, para quien todo es pura transacción mensurable en dólares, los países que se han amparado en el poncho militar de Estados Unidos deberían pagar más por ello. Y, si no lo hacen, no es responsabilidad de Estados Unidos darles protección.
EUROPA, OTAN
Para alivio de los socios de Estados Unidos, la candidata demócrata Harris propone la continuidad de la política que Washington ha sostenido desde el final de la Segunda Guerra Mundial: aliados por todas partes y especialmente si rodean a Rusia y China, países percibidos como adversarios perennes.
Según el Pentágono, hay en Alemania unos 34.900 militares estadounidenses, acompañados por 12.400 en Italia, 10.180 en Reino Unido y otros contingentes menores en España, Bélgica, Holanda, Grecia, Polonia, Portugal, Rumania y otros sitios. El total de tropas de Estados Unidos en Europa creció en 20 mil soldados desde que Rusia atacó a Ucrania y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que Harris ha descrito como la alianza más grande y eficaz de la historia, ha añadido miembros aproximándose a Rusia.
Las relaciones entre Washington y sus aliados europeos se deterioraron notablemente durante la primera presidencia de Trump, quien, a su vez, disfruta elogiando a los regímenes autoritarios de Europa. El republicano ha dicho que la guerra de Rusia y Ucrania no hubiese ocurrido si él hubiera estado en la presidencia, y que ese conflicto puede resolverse mediante una negociación. Un segundo mandato de Trump puede resultar en una merma sustancial del apoyo militar que Estados Unidos da a Ucrania.
MEDIO ORIENTE
Harris ha sido parte de la política de Washington en el actual conflicto de Oriente Medio, y el único matiz que ha añadido al apoyo que Estados Unidos da a Israel es una serie de expresiones de compasión hacia el sufrimiento de los palestinos en Gaza.
Trump, quien se declara más leal a Israel que los judíos estadounidenses (que en su mayoría votan por los demócratas), ha dicho que el ataque de Hamás hace un año y la respuesta militar israelí tampoco hubiesen ocurrido si él hubiera sido presidente. Trump ha urgido al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu para que apure un fin del conflicto con una «victoria» israelí sin explicar cómo se pone fin al conflicto.
LEJANO ORIENTE
Harris se atiene también a la política que por décadas ha mantenido Estados Unidos en el este de Asia y que se sustenta en una alianza firme con Corea del Sur, Japón y Taiwán. Es el concepto de extender un círculo de Alianzas en torno a un adversario que sigue creciendo, China.
Trump ha dicho que Corea del Sur no paga nada y debería pagar unos 10.000 millones de dólares anuales por el mantenimiento en su territorio de unos 42 mil soldados estadounidenses que la protegen de un ataque de Corea del Norte. La verdad –una noción que no abunda en lo que Trump dice– es que Corea del Sur paga aproximadamente 1.020 millones de dólares anuales por la presencia de 28.500 soldados estadounidenses. Durante su primer mandato, Trump insistió en que Corea del Sur pagara unos 5.000 millones de dólares y el gobierno de Seúl se las arregló para estirar la discusión hasta que Trump ya iba saliendo de la Casa Blanca. Un retorno de Trump puede reavivar la discusión.
Durante su primer mandato, Trump exigió que Japón pagara unos 8.000 millones de dólares anuales por la presencia militar estadounidense. En esa época, Japón pagaba unos 2.500 millones de dólares, y el contingente militar estadounidense allá suma ahora casi 53 mil soldados.
CHINA
Si hay un punto en el que coinciden las propuestas de Trump y de Harris en materia de política exterior es la noción de que China es el mayor enemigo de Estados Unidos. Como resultado de la competencia geopolítica y económica entre ambas naciones, la hostilidad estadounidense hacia China la comparten ambos partidos.
Durante el único debate de campaña electoral entre ambos, el expresidente, que impuso tarifas a las importaciones chinas, sostuvo que esa herramienta mermó la economía de China en miles de millones de dólares. Trump afirmó que China le tiene miedo y ha reiterado que usará tarifas de hasta un 60 por ciento sobre el comercio con China si retorna a la presidencia. Harris replicó que Trump ha «traicionado» a su país con la venta de computadoras a China y afirmó que la política estadounidense hacia el gigante asiático debería tener una sola meta: ganar la carrera en el siglo XXI.
En varias ocasiones Trump ha expresado sus dudas acerca de los beneficios que Estados Unidos obtiene del apoyo a Taiwán, y ha indicado que su fama de imprevisible y agresivo es suficiente como para disuadir a quienes pretendan desafiar a Washington o sus amigos. El gobierno de Joe Biden ha intensificado las relaciones económicas con Taiwán y, por lo poco que Harris ha dicho del asunto hasta ahora, puede colegirse que, si gana las elecciones, continuará esa política.