Teatro. De la Comedia Nacional: Finlandia: Pulseada de palabras - Semanario Brecha
Teatro. De la Comedia Nacional: Finlandia

Pulseada de palabras

DIFUSIÓN

La Comedia Nacional continúa con su temporada Otros mundos, así que invitó al director y dramaturgo francés Pascal Rambert para dirigir su texto Finlandia. Se trata de un montaje íntimo, para pocos actores, en el que una pareja discute, a lo largo de una noche, sobre aspectos de su relación y la tenencia de su hija pequeña. El director busca obsesivamente la verdad en la escena, y por ello, para alguno de sus montajes, sugiere que los actores sean o hayan sido pareja. Recordemos el montaje de Clausura del amor que pudo verse en Sala Verdi, con la actuación de Cecilia Cósero y Mateo Chiarino: aquella pieza se presentaba como una sinfonía del desamor. Finlandia parece continuar en aquella búsqueda; esta vez, el director eligió como intérpretes a Stefanie Neukirch y Diego Arbelo, dos de los grandes actores del elenco oficial que fueron pareja en la vida real. Ese dato, no menor, da a la escena y a los diálogos que allí se entablan una fuerte veracidad.

La pieza comienza en una habitación de hotel, en Helsinki. La referencia directa al espacio geográfico gélido se traslada al blanco que invade toda la escenografía. Estamos frente a una pareja rota, con todo el rencor que una separación puede conllevar. El director expone de forma descarnada y muy cercana este espacio de lo íntimo: la cama matrimonial es el centro del escenario y allí transcurren los encuentros y los desencuentros. El diálogo se vuelve una lucha de palabras y una pulseada de reproches. Ambos personajes se encuentran en paños menores, en una escena familiar cotidiana, y, desde ese lugar, exponen en –casi– monólogos que se suceden unos tras otros sus emociones en cuanto a lo que esa pareja fue y lo que ya no será. El diálogo casi no es posible, no hay empatía: no se trata de un diálogo real.

El trabajo de los actores impacta en la construcción de la verdad escénica. Rambert elige que los personajes lleven los nombres reales de los actores, dato que juega con la delgada línea que existe entre ficción y realidad. Neukirch y Arbelo resultan una dupla ideal: dos grandes actores que dejan el cuerpo y las emociones en un trabajo imperdible para cualquier teatrero. Es realmente interesante observar el despliegue dialéctico que nutre las intervenciones, pero también la reacción emotiva de aquel que escucha. El director pone el ojo en la fragilidad de los vínculos contemporáneos, no alejados de las reacciones violentas y que, en este caso, dejan como saldo una historia de desamor con mucho resentimiento.

Es muy acertado el diseño escenográfico que permite mantener fuera de escena a un tercer personaje, Nina, la hija, interpretada por la pequeña Julieta Correa (quien ya había participado en el montaje de La Gayina). Este personaje clave en la historia quiebra la atmósfera violenta desde una aparente indiferencia. Correa irrumpe en la escena con un vestuario negro que quiebra y atraviesa lo impoluto para hacer reaccionar a esta dupla de progenitores enceguecidos por la ira. Su interpretación aporta la calma necesaria para instalar un desenlace sonoro que deja a todo el público sin palabras. Quedan pocas oportunidades para ver esta pieza mínima, que marca un punto alto en la cartelera.

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