Punto y seguido - Semanario Brecha
Gaza, Sahara, Estados Unidos, Colombia, Francia

Punto y seguido

Ceremonia del té en el Sahara. Damián López López.

Un punto y seguido con foco en el anticolonialismo, para evocar a las figuras del palestino Marwan Barghouti y el estadounidense Zohran Mamdani y a las hijas de las nubes saharauis. Y un vistazo a una situación opuesta: la de los expresidentes Álvaro Uribe, de Colombia, y Nicolas Sarkozy, de Francia.


Marwan Barghouti

El «Mandela palestino» que Israel se niega a liberar

Hasta último momento, Hamás intentó obtener su inclusión entre los prisioneros palestinos a canjear por los 20 últimos rehenes, pero el gobierno de Benjamin Netanyahu lo rechazó de plano.El 14 de setiembre, según palestinos liberados en el canje, Barghouti fue víctima de una paliza propinada por guardias israelíes, sobre todo patadas en la cabeza y en el pecho. Israel, como de costumbre, lo negó, aunque Barghouti en esa oportunidad fue trasladado a una prisión donde no hay cámaras.

Nacido en 1959 en una aldea cercana a Ramallah, Marwan Barghouti es el dirigente palestino más popular en Cisjordania y en Gaza. Fue quien lideró la segunda intifada, iniciada en el 2000 para intentar detener la avasalladora colonización judía de Cisjordania. Israel lo detuvo en 2002, y desde entonces está preso en durísimas condiciones.

El expresidente estadounidense Jimmy Carter y el obispo sudafricano Desmond Tutu lo calificaron como «el Nelson Mandela palestino».

La negativa israelí a liberarlo deja claro que el gobierno de Benjamin Netanyahu no tiene intención alguna de avanzar en un proceso de paz con los palestinos y que únicamente aceptó el alto el fuego por la presión de Donald Trump, interesado en congraciarse con las potencias petroleras del Golfo, y para obtener la liberación de los rehenes restantes.

Consciente de su desprestigio internacional, Hamás reconoce el papel unificador de la nación palestina que tiene Barghouti.

Condenado a prisión perpetua por atentados en los que israelíes fueron asesinados durante la intifada, Barghouti desconoció la legitimidad de la corte que lo juzgó y negó su responsabilidad en esas muertes. Cercano colaborador de Yasser Arafat y líder de la juventud de Fatah, en 1983 fundó la facción armada Tanzim, un embrión de fuerza militar de la Autoridad Palestina independiente de la policía, que tuvo un papel clave en las dos intifadas. Fue electo al parlamento palestino en 1986 por la ciudad de Ramallah.

Barghouti reconoció que la segunda intifada se les fue de las manos. Habían decidido que los atentados se perpetrarían solo en los territorios ocupados y no en Israel. También consideró un error separar la rebelión de las negociaciones, cuando deberían haber estado combinadas.

Barghouti ya había sido detenido en 1977, con 18 años, y condenado al año siguiente a cinco años de prisión. En la cárcel terminó el bachillerato y aprendió hebreo. También obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas.

Después de las elecciones legislativas palestinas de enero de 2006, ganadas por Hamás, lideró un movimiento de prisioneros que llamaron a reformar la Autoridad Palestina y a forjar la unidad nacional entre Hamás y Fatah. También mantuvieron la vigencia de todas las formas de lucha, la armada incluida.

Barghouti lideró todas las encuestas de popularidad hechas antes del 7 de octubre de 2023, por delante del presidente palestino Mahmud Abbas, de 89 años, y del entonces líder de Hamás, Ismail Haniyah, asesinado por Israel en 2024.

El periodista Angus Reilly, en una investigación que publicó en febrero de 2024 en Engelsberg Ideas, escribió que «la percepción de los estamentos políticos y de seguridad israelíes sobre Barghouti es ambigua, y de esta depende mucho del debate (el año pasado) sobre rehenes, alto el fuego y Estado palestino. Es un dilema enraizado en la captura de Barghouti en abril de 2002». El propio Ariel Sharon, entonces primer ministro israelí, ordenó que no lo mataran, escribe Reilly. Concluye que dependerá de la «presión que aplique Washington para que Israel se dé cuenta del valor estratégico que tiene el líder palestino para la reconstrucción de Gaza».

Respecto al proceso de paz y la construcción del Estado palestino, Reilly estima que Israel precisará de un Charles de Gaulle (en alusión al proceso de paz entre Francia y el Frente de Liberación Nacional en Argelia que condujo a la descolonización de ese país africano) o de un Frederik de Klerk (el líder sudafricano que liberó a Mandela y contribuyó a poner fin al apartheid).

Reilly recuerda que, antes de la liberación de Mandela, durante siete años el servicio de inteligencia sudafricano mantuvo 47 reuniones con él, algunas de más de siete horas de duración, para entender su visión del mundo, su actitud ante la violencia y sus ambiciones políticas.

Mientras Barghouti no sea liberado, la perspectiva de paz israelí-palestina es nula. Los países que reconocieron al Estado palestino en setiembre, en particular los miembros del Consejo de Seguridad Francia y Reino Unido, si su postura no es solo retórica, deberían presionar a Israel con sanciones para que asuma la solución de dos Estados. Sin las sanciones que condujeron a su aislamiento internacional, las élites sudafricanas no se habrían convencido de la necesidad de desmontar el apartheid.

Rafael Noboa


La maquinaria colonial en el Sahara

Las hijas de las nubes


Para acercarse al pueblo saharaui y la lucha por sus derechos, lo mejor sería hacerlo a su estilo: sentarnos en la alfombra de una jaima mientras alguien enciende un poco de carbón para preparar el té. El té es una de las tradiciones más arraigadas de las saharauis. Todas las conversaciones, ya sean asuntos de Estado o cuestiones más triviales y cotidianas, giran en su torno. El té puede durar horas, y según la tradición saharaui se toman tres, el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte.

La historia del pueblo saharaui, como bien hace intuir el primer té, es amarga, aunque es la historia de un pueblo nómada, libre. Es también la historia de una colonización por potencias extranjeras, de una ocupación militar por un país vecino y una guerra (tal vez el peor de todos los males).

Los saharauis se desplazaron por el desierto, siempre mirando al cielo, de noche buscando las viejas rutas guardadas entre las estrellas y de día leyendo las nubes, para saber dónde habían dejado su preciada carga y desplazar allí el ganado y montar un nuevo campamento. Por este nomadeo, al pueblo saharaui se lo conoce como las hijas de las nubes.

Sin prestar atención a nada de esto, en la conferencia de Berlín (1884) se dibujaron con escuadra y carcavón las fronteras de África, y el Sahara Occidental quedó como una colonia española, como su provincia 53. Esta situación se mantuvo hasta el fin de la dictadura franquista, cuando, ante la invasión del Sahara Occidental por Marruecos mediante la llamada marcha verde, España abandonó la zona y firmó el Acuerdo Tripartito de Madrid el 14 de noviembre de 1975, por el que entregaba el territorio a Marruecos y Mauritania.

Empezó, entonces, una guerra entre los saharauis, por un lado, y Marruecos y Mauritania, por otro. La población saharaui tuvo que exiliarse en el desierto argelino y construir los campamentos de refugiadas saharauis. Mauritania se retiró de la contienda en 1979 y, con el auspicio de las Naciones Unidas y de la Organización para la Unión Africana, el Sahara Occidental y Marruecos firmaron los acuerdos de paz de 1991. Uno de sus puntos clave era celebrar un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui en enero de 1992. Pero por las trabas de Marruecos, por un lado, y la pasividad de la comunidad internacional, por otro, la consulta sigue pendiente.

Para el pueblo saharaui, la parte más dulce de su historia es la situación jurídica internacional: tanto el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, la Asamblea General y del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Unión Africana reconocen su derecho a celebrar un referéndum de autodeterminación.

Ha llegado el momento del tercer té, suave como la muerte, la hora para el pueblo saharaui de regresar a su país. Las hijas de las nubes estuvieron demasiados años varadas en el desierto. Toca recoger las jaimas y volver a sus pastos, sus valles y su mar. La maquinaria colonial cambió: se perfeccionó. Para la producción agrícola de hortalizas que se exportan a Europa se siguen expoliando los caladeros de pesca saharauis a pesar de que el 4 de octubre del año pasado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea declaró ilegales los acuerdos con Marruecos que incluían aguas del Sahara Occidental; sigue el despojo de tierras para grandes infraestructuras turísticas en los 1.110 quilómetros de costas saharauis o para la construcción de grandes campos de energías renovables; sigue la expoliación de fosfato en la mina de Bucraa, que contiene entre el 7 y el 10 por ciento de las reservas mundiales conocidas de fosfato; sigue la represión y las violaciones de derechos humanos en los territorios ocupados del Sahara Occidental; sigue el encarcelamiento de presos políticos saharauis en cárceles de Marruecos; el muro construido por Marruecos con sus 2.720 quilómetros de longitud sigue dividiendo el territorio saharaui… Nada de esto sería posible sin la complicidad de Marruecos con grandes potencias como Estados Unidos, Francia o la propia España.

Es cierto que son tiempos difíciles para el pueblo saharaui, el pueblo palestino y otros tantos, pero, como dicen las saharauis, «ustedes tienen los relojes, pero nosotras tenemos el tiempo».

Damián López López*

* Cooperante español residente en Guatemala. Estuvo en los campamentos saharauis.


Zohran Mamdani

Un propalestino a la alcaldía de Nueva York

¿Cuál sería el colmo de un propietario de una cadena de restaurantes llamada Trump Burger, que en su puerta luce la leyenda MAGA (por Make America Great Again, la consigna madre del republicano), que te recibe al ingreso con banderas estadounidenses y retratos gigantes del presidente y cuyos locales son más una oda al magnate que un templo del buen comer? Pues que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, el famoso ICE, te cace y te ponga en la antesala de una deportación como un vulgar extranjero de cuarta. Eso es lo que puede sucederle al empresario libanés de 28 años Roland Beainy, a quien las autoridades estadounidenses acusan de estar viviendo de manera «ilegal» desde comienzos de 2024 y de haberse casado con una vernácula solo para obtener la ciudadanía.

Beauny inauguró su primer local de Trump Burger en 2020, justo después de que el republicano fuera derrotado por Joe Biden. Le fue bien y al poco tiempo abrió otros tres, siempre en Texas. Desde el pique mostró la hilacha. Todos los platos del menú aluden a Donald o a su familia. El más popular, la Trump burger, «viene con queso, lechuga, tomate y freedom fries (papas de la libertad), el nombre que dieron los republicanos a las papas fritas durante el mandato de George W. Bush para no llamarlas “francesas”», según describió el diario madrileño El País; los panes salen a su vez con el nombre Trump impreso; hay un plato que se llama Melania crispy chicken, que habría sido «aprobado por la primera dama» y otro que lleva el nombre del hijo menor del presidente, la Barron burger, que es presentada como «un comienzo sólido para una grandeza futura». La Kamala burger, en cambio, que alude a la rival demócrata de Trump en las últimas elecciones, Kamala Harris, es tan mala («una promesa vacía», «un desastre», se dice en la carta) y tan cara (50,99 dólares) que en realidad no está disponible.

Pero tanto zalameo puede no haberle servido de nada al pobre (es un decir) de Roland, ya que no solo podría ser deportado, sino que podría también llegar a pagarle una indemnización millonaria a la Organización Trump, la corporación del presidente, por utilizar sin permiso y con fines de lucro el apellido del bienamado. «Está usted engañando al público. Nos sorprendió ver que ha estado infringiendo flagrantemente el valioso y consolidado derecho de propiedad intelectual de la Organización Trump al operar al menos tres restaurantes bajo el nombre y la marca Trump», dijeron los abogados del grupo en una carta que le enviaron al libanés en febrero. El hombre, pese a todo, persiste en su fe, y en su perfil en Instagram escribió: «Lo vas a superar» y «La fuerza no consiste en no caer nunca, sino en levantarse más rápido cada vez que lo haces». Bien trumpiano.

Rafael Cantera


Uribe-Sarkozy

Uno sale, otro entra

Fue una coincidencia que el mismo día que ingresara en prisión el expresidente francés Nicolas Sarkozy saliera de la suya su par colombiano Álvaro Uribe. Unidos por su adscripción ideológica, el sudamericano y el europeo comparten también el hecho de haber sido los dos primeros presidentes en ser condenados a la cárcel en sus respectivos países. Pero Uribe zafó, y Sarkozy no. Por esas cositas de la justicia que bien conocen los colombianos, al inspirador de los escuadrones de la muerte en su país un tribunal de segunda instancia lo absolvió de los delitos de soborno a testigos y fraude procesal por los que otro inferior lo había encontrado culpable y condenado a 12 años de prisión. El Tribunal Superior de Bogotá encontró que no eran contundentes las pruebas contra Uribe, aunque hay grabaciones en las que su abogado promete dinero a paramilitares para que presten falso testimonio en favor del expresidente. Oportuna la decisión judicial: Uribe es uno de los políticos más populares de la derecha colombiana, que lo necesita como candidato a legislador para enfrentar a la coalición hoy liderada por el presidente Gustavo Petro en las elecciones de 2026. Petro, precisamente, denunció que la justicia colombiana había vuelto a sus viejas mañas y llamó «al pueblo» a salir a las calles, en momentos, además, en que su gobierno está siendo objeto de una ofensiva en toda regla de parte del Estados Unidos trumpiano, del cual Uribe es un aliado dilecto.

En Francia, a Sarkozy no le alcanzó con el apoyo incondicional de la derecha política, incluido el presidente Emmanuel Macron, y económica, incluidos varios de los principales grupos empresariales, y el miércoles ingresó en la prisión parisina de La Santé. Seguramente no pasará demasiado mal el tiempo que allí transcurra (¿semanas, meses, de los cinco años a los que fue condenado por financiamiento ilegal de su campaña de 2007?). Desde hace una década ya no hay en La Santé células vip, pero Sarkozy goza de privilegios que otros presos no tienen.

Eric Bonse

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