En las familias en las que ya había cierta contención y equilibrio emocional, los menores respondieron mejor al confinamiento, a la alteración de la rutina y al cese de la interacción con sus pares. En los núcleos en los que campean la violencia y la vulneración de derechos, en cambio, el sufrimiento se agudizó, confirmó la doctora en Psicología Alicia Muniz, coordinadora del Programa de Problemáticas Clínicas de la Infancia y Adolescencia de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar). Muniz reflexiona que el confinamiento pandémico incrementó la ansiedad –el vivir expectante de un futuro incierto– en niveles que ambientaron salidas disruptivas, entre las cuales figuran los intentos de autoeliminación (IAE), que en los niños muchas veces pasan como accidentes y en...
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