Registros literarios del tiempo - Semanario Brecha

Registros literarios del tiempo

“Escrito en Super 8”, nuevo libro de Natalia Mardero.

Foto: Cecilia Torres

“Escrito en Super 8” es el segundo libro de cuentos de Natalia Mardero.1 El primero fue “Posmonauta”, que le valió el premio Revelación en la Feria del Libro de Montevideo en el año 2001. Casi veinte años después, Mardero vuelve al cuento, pero revelando una forma distinta del ser y el tiempo.

El libro comienza con una breve cita de la escritora neozelandesa Katherine Mansfield, autora marginal de su tiempo pero indiscutible referencia actual. La alusión a Mansfield se hace presencia en el discurrir de los 11 relatos que componen Escrito en Super 8, por el trazado de los personajes y voces, por el énfasis puesto en la interioridad y los sutiles efectos narrativos.

En el primer cuento, “La quinta”, una mujer que vive en Italia recibe la noticia de una muerte que desata recuerdos. La protagonista y narradora inicia una reconstrucción de su infancia a finales de los años setenta para rearmar la historia que desemboca en una muerte lejana en tiempo y espacio. La fragmentación narrativa de la memoria y los 17 años viviendo en otro continente no impiden que emerjan las imágenes que posibilitarán el duelo. La historia de los niños que crecían en dictadura se entrecruza con aquellos adultos de palabras cortadas y prohibidas; y de silencios. Este primer cuento abre paso a la yuxtaposición propia del recuerdo, a la tensión entre el registro y la evocación, entre imagen y palabra, que tiñe todos los relatos.

En el cuento “El recepcionista”, la voz narrativa en tercera persona describe la afición del protagonista por consignar en tarjetitas personales algún rasgo de cada huésped que llega al hotel. “Quiere dejar constancia de todo antes de olvidarlos por completo, antes de que desaparezcan y no vuelvan jamás.” En varios de los cuentos que componen el libro, el impulso por el registro está íntimamente vinculado a la inminente desaparición, pérdida o muerte. La conciencia respecto a la fragilidad de la memoria la vuelve paradójicamente aun más intensa y potente, como si de ella dependiera, al fin y al cabo, estar vivos. En “Sacrificio” la muerte de la mascota de la infancia significa para la protagonista el comienzo de su aprendizaje sobre la finitud: “Antes de la tristeza, que estaba ahí, esperándome en el pecho y en la garganta, vino el susto y la necesidad de mirar”. La muerte de Viruta afecta de manera diferente a cada uno de los miembros de la familia porque la pérdida es un acontecimiento colectivo que entrama subjetividades.

Los 11 relatos que forman el libro están atravesados de forma muy particular por las categorías de espacio y tiempo. Las narraciones se despliegan en una mise en scène del espacio-tiempo representado que hace aparecer a los personajes y sus historias. Esta suerte de cronotopía bajtiniana hace que las descripciones del barrio, las casas y jardines sean imágenes en súper 8 de un espacio otro que existe en el tiempo. En “El anticuario” y “La amiga de mamá” son los interiores extravagantes los que habilitan y potencian el acercamiento de los cuerpos, como si el deseo circulara entre tres y por ello estuviera cargado de otros recuerdos y memorias, ajenas y siempre imposibles.

La naturaleza, los jardines, plantas y aromas también están presentes en la construcción cronotópica. Olor a flores, yuyos para té y árboles, como el timbó, tejen tramas interiores. En el último cuento del libro, “Un pueblo en verano”, doña Amalia se siente extrañada de su cuerpo envejecido. A veces “despierta y cree ser la Amalia de antes” y “durante ese instante en que el sueño no la abandona del todo podría jurar que la artrosis no duele”. Ese mismo extrañamiento es también el que la surca al notar que el pueblo está cambiando, que el espacio-tiempo es implacable y anuncia la desaparición de algo noble.

Los personajes femeninos en Escrito en Super 8 son protagónicos, diversos y desarrollan pequeñas hazañas cotidianas para subvertir aquello que les es impuesto. La que engaña al anticuario o la excepcional huésped que cautivó al recepcionista son personajes disruptivos para los protagonistas masculinos. Tanto la mencionada Amalia como Nonona, del cuento “El cuartito del fondo”, son personajes femeninos que en la vejez soportan el abandono mientras su entorno se transforma.

La relación entre madre e hija está muy presente en el libro. En “Señorita” la primera menstruación marca de manera iniciática el comienzo de una separación simbólica entre una madre que hace lo que debe y una hija de 11 años que no desea el futuro que le marcan las expectativas asignadas al género. Nuevamente está la vivencia extrañada del cuerpo propio, pero esta vez en el pasaje a la adolescencia, como si el registro en súper 8 nos advirtiera que la duración no es sino en las formas de la conciencia. La infancia y la adolescencia no son espectrales ni ideales, sino relatos que tienen sentido porque están narrados en el devenir de un presente que da batalla al olvido.

La vejez y el vínculo intergeneracional entre mujeres fluyen de diferentes formas. En “La tapa de julio” una prestigiosa editora y una joven periodista juegan a no tener miedo de defender su escritura, como si en esa defensa estuvieran contenidas dos formas de concebir el mundo. “Marion recibía un par de mails por semana de jóvenes que querían escribir en la revista. Chicas y chicos recién salidos de la universidad que creían que con su biblioteca de veinte libros –en la cual siempre estaban Bukowski, Kennedy Toole o Murakami– podían aspirar a una columna…”. Marion tiene el poder de elegirla, pero Florencia tiene la vida y el tiempo para esperar su momento; Marion lo sabe. En este cuento, Mardero apela a la ironía y provoca una diégesis paralela, subterránea y metarreflexiva sobre la escritura, la cultura y el ejercicio de las posiciones de decisión.

En “La amiga de mamá” una joven estudiante de arquitectura va y viene entre el hogar familiar y la casa en refacción de la bella Inés, mientras su deseo por esa mujer mayor provoca la anagnórisis de su madre y un desenlace a modo de destierro: “Había decidido dejar de ser mi mamá, expulsarme de su oasis que a esta altura era zona de guerra irrecuperable”.

En la contratapa del libro, el escritor argentino Pedro Mairal apunta que Mardero “filma con palabras vivas la textura secreta del recuerdo”. En Escrito en Super 8 la escritura es devenir y la identidad, un constructo que está siempre siendo. Las elipsis y los silencios le otorgan aire a la luz difusa del registro e interpelan al lector para que complete la trama, siempre escurridiza, de la memoria. Mardero explora desde la conciencia del sujeto histórico las formas del cuento extenso, con ritmos serenos y personajes entrañables. El tiempo, en este libro, irrumpe como un gran Otro, montajista.

1.   Montevideo, 1975. Autora de Posmonauta (Latina, 2001; Irrupciones, 2010), Guía para un universo (Cauce, 2004), Gato en el ropero y otros haikus (Irrupciones, 2012) y la novela Cordón Soho (Estuario Editora, 2014). Participó de las antologías El descontento y la promesa, Esto no es una antología y 22 mujeres.

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Los días 22 y 23 de agosto se desarrollará en el Centro Cultural de España la actividad “Los testigos: jornadas sobre narrativas emergentes en Uruguay”. Desde las 18 y hasta las 21 horas habrá mesas temáticas, lecturas y un mercado de editoriales independientes.

El viernes 23 la mesa de cierre contará con la presencia de Natalia Mardero, junto con los escritores Juan Andrés Ferreira y Valentín Trujillo, y estará moderada por Ramiro Sanchiz.

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