Retazos de padre - Semanario Brecha

Retazos de padre

En Cinemateca: “El silencio es un cuerpo que cae”.

En Cinemateca: “El silencio es un cuerpo que cae”

Agustina Comedi tenía 12 años cuando su padre, Jaime, murió a los 53 al caerse de un caballo, en 1998. Casi veinte años después, la hija indaga sobre la vida del progenitor tempranamente desaparecido de su vida. Y lo que encuentra no sólo refiere a la intimidad familiar, a la memoria de los momentos compartidos –que también están–, sino que, a la vez que descubre un aspecto esencial y hasta entonces para ella totalmente desconocido de ese hombre tan cercano, revela algunas cosas de lo que sucedió en su país en esos tiempos anteriores a su existencia. De lo íntimo a lo público, el documental1 elaborado por Comedi va dibujando un mundo que, a poco que se piense, ni es tan pasado ni es tan lejano. Quizá la frase más significativa de las muchas que se pronuncian, en boca de testigos o por esa discreta voz en off que acompaña el relato, sea aquella que dice: “Cuando tú naciste, una parte de Jaime murió para siempre”.

¿Qué fue lo que murió? Probablemente el espectador lo adivine al comenzar la película, cuando la cámara recorre pausadamente y con delectación el cuerpo –imagen icónica si las hay– del David de Miguel Ángel. Hasta su matrimonio, ya cuarentón, Jaime fue homosexual; tuvo varias relaciones y vivió en pareja 11 años con Néstor, médico obstetra que fue su padrino de casamiento, atendió el parto en el que nació Agustina y murió más tarde de sida. También fue militante de izquierdas en los años duros –la indagación del pasado remite al tiempo transcurrido entre los setenta y los noventa–, y de los testimonios obtenidos por Agustina surge claramente lo que era entonces un secreto a voces: la extrema, y, diríase, puritana homofobia, reinante en los grupos revolucionarios de la época. Eso no impidió que Jaime y otros camaradas con similares opciones sexuales militaran en esos mismos grupos, reservándose un espacio común y propio para hablar de sí mismos entre iguales o parecidos, lejos de las miradas juzgadoras de los camaradas de lucha. Sin embargo, nada más ajeno a la idea de víctima que el hombre que surge de esta búsqueda emprendida por su hija. Jaime es relatado por amigos y parientes, y también así surge de los fragmentos filmados –donde aparece pocas veces su imagen, pero muchas veces su voz– como alguien lleno de vida, pleno, inquieto, divertido, amigo de los amigos, y de los viajes y de los encuentros. Que él mismo fuera un cultor empedernido de las filmaciones domésticas y de las realizadas en sus muchos viajes proporciona al documental una sustancia vívida, un registro quizá desprolijo pero pleno de ese poco más de medio siglo que vivió ese hombre. Uno de los elementos fuertes del film es que, al comienzo y al final, aparezca el registro del encuentro campestre en el que, entre bromas, varios amigos se desafían a saltar sobre un caballo; ese salto es el que, momentos después, le costaría la vida a Jaime. El trabajo de edición realizado por la directora ensambla testimonios, imágenes de archivo, fragmentos de filmaciones caseras siguiendo un itinerario que, a la vez que contesta preguntas, también las abre. ¿Habría dejado atrás Jaime su vida anterior, en estos tiempos de derechos adquiridos? ¿Fue un cambio sólo en función de la paternidad que deseaba? (En algún momento le dice a su esposa que, de regresar a aquel día, la volvería a elegir.) Como siempre cuando se trata de la vida, se iluminan algunos espacios; otros seguirán, indefectiblemente, en las sombras. Que las revelaciones y los misterios se encuentren en este documental es sin duda el sustento de su riqueza.

1.   El silencio es un cuerpo que cae. Agustina Comedi, Argentina, 2018.

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