No es novedoso que la poesía esté asociada a la música, puesto que en su origen ambas eran indivisibles. En la Antigüedad occidental, el mundo griego produjo al aeda, quien recitaba la canción épica para ensalzar las hazañas de los guerreros; más adelante, el canto al son de la lira floreció en el intimismo de las escuelas de poesía, como la femenina de Safo, o en la satírica de Arquíloco, quien, huyendo de la batalla y abandonando las armas cantó: «Más yo me salvé, ¿qué importa el escudo? ¡Que se pudra!». Por su lado, en Oriente, Confucio recopila El libro de las odas, cantos poéticos provenientes de la milenaria tradición china que versaba sobre temas variados y consistía en una pieza fundamental para la educación de las nuevas generaciones. Recién en el Renacimiento, con la invención de la imprenta –o más bien la adaptación que hizo Gutenberg de la máquina de tipos china al alfabeto–, es cuando la poesía se instala en la tecnología del libro impreso y su recepción está condicionada por el silencio de un lector por lo general solitario. A partir de la revolución vanguardista del arte del siglo XX y profundizando aquellos cambios, de manera conjunta con una mutación vertiginosa de la semiósfera –el término, proveniente de la teoría literaria,1 refiere al conjunto de signos de los cuales está compuesta en su mayoría nuestra cultura de comunicación y comprensión–, se produce nuevamente la sintaxis de la poesía y la música. Pero no es igual que en los tiempos antiguos. Hoy contamos con máquinas inteligentes que, desde un horizonte discernible, amenazan con superarnos y sustituirnos si no aprendemos a manejar sus posibilidades operativas, como nos alertaba a fines del siglo XX Donna Haraway en su Manifiesto cíborg: «Nuestras máquinas están inquietantemente vivas y nosotros, terriblemente inertes». El arte de estos tiempos se ha aventurado en la exploración de estos lenguajes a través de las últimas tecnologías: nuevos estilos, formatos y géneros impactados y generados por ellas, en una transformación que es interesante y urgente investigar en tanto parte de los cambios que afectan nuestra manera de vivir e interpretar –expresándolo– al mundo.
Versionando es un álbum de poesía sonora cargado en la plataforma de música independiente llamada Bandcamp (BC). En la interfase de la página2 (aunque tanto página como disco no corresponderían a los objetos designados en el universo de las nuevas tecnologías) se puede leer la descripción que hace José Luis Gadea (Hoski), uno de sus coparticipantes: «Cuatro autores-proyectos uruguayos de poesía oral se reúnen para reversionar con su voz –y con algún otro artilugio sonoro– las obras de otros seis poetas uruguayos, buceando en las posibilidades expresivas y formales de sus trabajos, y partiendo de su plena contemporaneidad». Se trata de Santiago Pereira y su aparcero de música Nicolás San Martín, Guillermina Sartor, Juan Ángel Italiano y el mencionado Hoski, sonorizando a José Parrilla, Luis Bravo, Martín Barea Mattos, Jorge Medina Vidal, Saúl Pérez Gadea y Clemente Padín, todos ellos, tanto los viejos como los nuevos, situados en la tradición de la vanguardia.
Brecha conversó con Hoski y Pereira sobre la identidad, el proceso técnico-creativo y el trabajo colectivo de la producción y el acabado del álbum. Según Gadea, la plataforma BC brinda las mejores posibilidades para difundir este tipo de trabajo: «En realidad es un álbum de streaming que se publica en BC y cada plataforma tiene sus propias lógicas. En nuestro caso, preferimos BC porque permite compartir el álbum entero, compartir fotografía, información, agregar algún archivo, es amable para quien va a escuchar este tipo de piezas, que, además por el género, por el tipo de obra, no circulan igual que piezas más comerciales que están producidas, que están pensadas para determinadas plataformas. Las mismas plataformas también las hacen circular en relación con la calidad, la producción y demás. Entonces, en nuestro caso es BCporque tiene un público y una forma de circular que es amable y que permite una reproducción más integral, más completa, esa experiencia que se busca». El álbum trabaja con diferentes estilos dentro del género de la poesía sonora que Gadea menciona en la introducción: «El ambient, la poesía fónica, la poesía cantada y la puesta en voz digital, el spoken word», técnicas que dialogan con el collage y la performance, produciendo conversiones entre las formas que determinan lo artístico (lo visual, lo sonoro o lo verbal) para hacer de este trabajo una pieza multimedia. Por su parte, Pereira, autor del collage de «tapa» (término que tampoco sería exacto) reflexiona sobre la estética propuesta por Versionando: «Desde mi punto de vista, el álbum propone en todas sus dimensiones, tanto en la sonora como en la visual y en la plataforma seleccionada para su difusión, una comunión estética y política. Nada es estrictamente adrede, pero sí convive en lo colectivo un espíritu cuyas bases ya había sentado el dadaísmo con su rebeldía ante las formas canónicas de hacer arte. Es por eso que la búsqueda experimental que el álbum propone se puede ver ya desde el collage de su portada y las referencias y bajadas de líneas a lugares, actores y acontecimientos uruguayos, tanto actuales como aquellos que forman parte de nuestra historia». De esta manera, el collage propuesto reúne imágenes que conjugan lo culto y lo popular, lo nacional y lo global: Julio Herrera (aquella muy famosa y performática en la cual se ve al poeta inyectándose como si fuera un yonqui) junto a King Kong y el palacio Salvo, los aviones en picada que podrían aludir al 11S, hecho que inició al siglo XXI, y por último un personaje con ojos de parlantes haciendo un gesto de emoji para entrar de lleno en el bautizado milenio.
Fueron los dadaístas quienes crearon, en pleno desarrollo de la gran guerra y defendidos por los muros neutrales de la Suiza alemana en el café Voltaire de Zúrich, nuevas formas artísticas. Estas proclamaban irónicamente el fin del arte o el antiarte introduciendo el humor, el absurdo, el no sense característicos de un momento que había perdido el último jirón de racionalidad humana. Más tarde, Marcel Duchamp, plástico vinculado al grupo, empieza a trabajar con los ready-made, objetos ‘ya hechos’, como desechos industriales, un urinario, una rueda de bicicleta o un banco, que, al ser reconfigurados en otros contextos, producían significaciones distintas a las de su origen funcional. Con el urinario-fuente enviado a un museo comienza la revolución estética, aunque nuevas investigaciones sugieren que fue una mujer, la baronesa dadá Elsa von Freytag, quien ya había propuesto, a principios de siglo en Nueva York, este tipo de concepto artístico (ya sabemos, los rescates fundacionales en realidad resignifican el presente). De esa forma, Duchamp o Von Freytag producían nuevas formas estéticas a partir de elementos preexistentes. En el análisis de la música tecno o electrónica, género producido a partir del uso de las máquinas en la década del 80, Benjamin Noys3 distingue tres momentos: uno es el de la drum and bass y la jungle, producido por la aceleración de la música dance tradicional, que escenificaba la velocidad de la expansión capitalista a través de sus flujos globales, luego el tecno de Detroit, que aceleraba aún más el ritmo emulando la sustitución humana por robots en las fábricas de automóviles que, finalmente, como sabemos, fueron desmanteladas. Por último, Noys mapea una «retromanía» general en la música del presente, una especie de pastiche permanente en el cual se parte de fragmentos de músicas del pasado como la lógica de «un neoliberalismo inercial y en crisis continua que ha rescindido el dinamismo del capitalismo a cambio de los opacos mecanismos de las finanzas especulativas. Hemos sido despojados de nuestro futuro». A la velocidad del ritmo y la contundencia rabiosa de las máquinas de fines del XX se ha superpuesto un estatismo de «gift tartamudeante» cuyo bloqueo de la idea de cambio hacia la evolución produce la distopía. Y, sin embargo, todas estas referencias y tecnologías, incluidas las plataformas de música en internet, pertenecen al mundo desarrollado. ¿Qué pasa con este impresionante desembarco de las máquinas en América Latina que ya lleva más de 500 años? Así como las vanguardias europeas fueron canibalizadas y devueltas en nuevos hallazgos estéticos, desde el «tupí or not tupí» del movimiento antropofágico brasileño del 20, las estéticas reversionistas y tecnológicas de hoy son atravesadas por la autoctonía y la originalidad sudamericana en búsqueda de un futuro propio. De esta manera, Versionando crea un paisaje sonoro original y nuestro en el que resuena la tierra auditiva oriental en clave contemporánea y en el que la voz, el poema y la música se amalgaman en una textura matizada por la producción colectiva. Bienvenido el trabajo que da cuenta de la actualidad y el interés de nuestros poetas.
1. La teoría literaria fue eliminada de la formación docente, por lo tanto los futuros profesores de literatura no tendrán ni idea de la existencia de las semiósferas.
2. Disponible aquí.
3. «Baila y muere: obsolescencia y aceleración», en Aceleracionismo: estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, Caja Negra, Buenos Aires, 2019.