“Casas incendiadas, mujeres violadas, niños asesinados.” La situación la describe una carta de 13 premios Nobel dirigida al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pidiendo que esa entidad tome medidas para detener esa catástrofe. No se refieren a la guerra en Siria o a la casi invisible guerra en Yemen. Se refieren a la todavía más invisible represión en Myanmar (ex Birmania) contra una minoría musulmana.
“Durante los últimos dos meses –indican– una ofensiva del ejército birmano resultó en la muerte de cientos de integrantes de la minoría rohingya y el desplazamiento de más de 30 mil personas.”
La paradoja es que el país está gobernado por la premio Nobel de la paz Aung Sang Suu Kyi.
La Bbc destacó que Amnistía Internacional publicó un informe en diciembre de 2016, basado en entrevistas con sobrevivientes y análisis de imágenes satelitales. Ahí, según reporta la cadena británica, la entidad defensora de los derechos humanos “asegura que las acciones de los militares de Birmania constituyen un crimen contra la humanidad”.
En su carta, los premios Nobel compararon lo que se vive en Myanmar con lo ocurrido en Ruanda durante el genocidio de los años noventa del siglo XX.
En momentos en que esta presión internacional está comenzando a ejercerse sobre las autoridades, comenzó a circular en las redes sociales un video que muestra a oficiales birmanos apaleando a varios rohingya desarmados. El diario The New York Times destaca que esta exposición pública motivó una intervención de la mandataria, quien informó que cuatro guardias fronterizos identificados en las imágenes fueron castigados.
En el mismo artículo el diario neoyorquino cita a la directora de la Red de Derechos Humanos de Burma, Kyaw Win, quien dice estar “shoqueada” debido a que “nuestros hermanos y hermanas budistas en Burma han perdido las virtudes del budismo”. Win no sólo usa el antiguo nombre de Myanmar, sino que también pone el acento en la paradoja de que en un país cuya religión mayoritaria es la pacífica continuación de las enseñanzas del Buda, se proceda con tanta violencia contra una parte de la población. Es una actitud que se ha mantenido por décadas, durante las cuales a los rohingya se los considera extranjeros. Por más que lleven generaciones en Myanmar, se les dice “bengalíes”.
La fase actual de las persecuciones tuvo como excusa el asesinato de nueve guardias fronterizos en el límite con Bangladesh, zona que habita este grupo de religión musulmana.