El título elegido por Soledad Gago, autora y directora de esta obra dada a conocer pocas semanas atrás, es una palabra rusa que el escritor Vladimir Nabokov (Lolita) analiza en profundidad, relacionándola con estados de angustia espiritual, anhelos y ansias no siempre fáciles de explicar. En el presente caso, la tal definición bien podría aludir a la llama interior que sienten arder quienes dedican su existencia a un arte tan complejo como el teatro. Esa parece ser la que anima a las tres jóvenes actrices en tren de ensayar una propuesta que, cada pocos instantes, se transforma en un espectáculo realmente poblado por personajes definidos y reconocibles.
La gran originalidad del asunto radica en que Laura Martínez, Sabrina Yanque y Victoria Coto, el trío en cuestión, hacen aquí de todo, es decir, observan y cuestionan a la compañera que se dispone a encarnar un personaje, emite los correspondientes parlamentos –tarea que, de pronto, se interrumpe por algún motivo–, y el personaje señalado pasa a ser defendido por otra. Mientras eso ocurre, queda tiempo para que cualquiera de las integrantes del reducido elenco pueda hacer referencia a las dificultades que salen a relucir cada vez que un actor se empeña en encontrar los tonos, los gestos y los movimientos que definen la silueta que le toca caracterizar. Mérito especial de Gago, entonces, es ilustrar el punto por medio de una puesta en escena que, sin interrupciones de ningún tipo, abarca las idas y venidas de un terceto femenino que comenta y ensaya un texto que cobra vida insertado en otro –una referencia directa a la palabra “toska”–, que sería, nada más ni nada menos, aquel llamado a describir la pasión teatral que alienta a las tres protagonistas.
Una afinada labor de equipo se advierte en cada tramo que Martínez, Yanque y Coto llevan adelante en el bien aprovechado espacio que Gago utiliza con la naturalidad que dicta un desarrollo cuyo ritmo surge de la propia sucesión de escenas que se llevan a cabo frente a la platea. El resultado, amén de promisorio con respecto a lo que se le podrá ocurrir a Gago en el futuro, parece refrescante y, sin duda, deja claro el sentimiento de “toska”, que aquí afecta a un plantel de actrices provenientes de la Emad, pero que podría también estar defendido por colegas del sexo masculino y, ni que hablar, por los integrantes de un elenco mixto. La llama interior más arriba mencionada, cabe señalar, puede afectar a todo el mundo.