Hace mucho Carlos Quijano escribió que Artigas era “el gran olvidado”. Sería difícil sostener esto en sentido estricto en estos tiempos de conmemoraciones bicentenarias. Pero hay maneras y maneras de recordar.
La historiografía no ha dejado de volver sobre su trayecto, revisando las sucesivas leyendas que cada tiempo elaboró para obtener un caudillo a la medida de su propia sensibilidad.Distraídos de tales pesquisas, se sigue imaginando como fundador del laicismo uruguayo al hombre que presidía el rezo de sus vecinos de Curuguaty; se sigue queriendo socializador a quien convivió sin impaciencia con la esclavitud; se sigue suponiendo infalible a quien logró enemistarse con casi todos sus aliados; se sigue –sobre todo– esperando que desde el fondo de los tiempos dicte las tareas a un present...
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