Una de las marcas de estilo más presentes en la escritora argentina es el registro particular del habla: una intención de volcarse hacia el otro y darle espacio a su voz. Esa generosidad puesta en acción produjo un efecto de verdad que vive en cada una de sus páginas.
En la década del 30 Moreno tenía 30 mil habitantes. En aquella ciudad-pueblo de su infancia, Hebe Uhart quería jugar. “A los 7 u 8 años, si estaba aburrida y sola, escribía alguna cosa, alguna pavada. En realidad, mi vocación más fuerte era jugar. Yo escribía siempre que no hubiera algún chico para jugar.” En la casa de la familia Uhart, de inmigrantes italianos, católicos practicantes, casi todos los libros trataban de religión. A Hebe no le interesaban. Un primo la orientó a Neruda, Vallejo y Guillén; ya en secundaria, un b...
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