Un coro amateur, y una sala de ensayo en la reluciente policlínica de Casavalle. Un coro de voces integrado en su mayoría por mujeres ya veteranas y algunos pocos hombres de edad dispar. Las reuniones periódicas para ensayar su repertorio, darse abrigo social, acompañarse con alguna comida. Una administración magra y justa de la economía cooperativa que los llevará a dar un espectáculo a una escuela o a una reunión de coros en Santa Lucía. Y sobre todo, la vida diaria, doméstica, de sus integrantes en el barrio. La escenografía de sus casas, humildes y cálidas, con esa suerte de altares en donde los afectos conversan con la superstición. Todo ello en una película que se cuida del paternalismo, que elude la ironía, y que consigue disuadir el patetismo que, el director lo sabía, les cabría a...
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