No tenía pelos en la lengua. Su estilo directo y desenfadado, franco a más no poder, hacía que bastaran un par de páginas para tener al lector en el bolsillo. Había nacido con el apellido Boucolon (Condé es el que adoptó por matrimonio) en la isla de Guadalupe, en las Antillas francesas, en el seno de una familia numerosa de la que fue la menor de ocho hermanos. Su nombre de pila no le gustaba: Maryse –Mariquita, pequeña María– le parecía insípido, irrelevante. Sobre todo comparado con el de su abuela Victoire Elodie, tan resonante e imponente. «¿A qué se dedicaba la abuela?», le preguntó un día a su madre. «Era empleada», le contestó. «¿Quieres decir que era… una sirvienta?», preguntó Maryse, incrédula.2 Es que ella había nacido en un hogar de clase media alta, un hogar de los «grandes ne...
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