Sonríe, te están violando - Semanario Brecha

Sonríe, te están violando

Los lobitos convertidos en depredadores sexuales.

Foto: Afp Ander Gillenea

Antonio Manuel Guerrero es alto, vigoroso y fue, hasta hace un par de años, guardia civil. Utilizaba, por tanto, uniforme. De color verde, para ser más exactos. Y llevaba, por consiguiente, un arma. Una Bereta 92, posiblemente. Cuando era niño, como todo buen infante, tuvo amigos inseparables. “Los lobitos”, les llamaban en el pueblo de Sevilla donde correteaban detrás de una pelota. Luego se hicieron grandes. Y violadores. Sí, de esos que encierran a una chica en la entrada de un edificio, la ponen a cuatro patas y la convierten en un simple cacho de carne. En una víctima de los lobos.

Todo esto que usted acaba de leer es real. Repugnantemente real. Ocurrió hace dos veranos en Pamplona. Sí, donde se celebran los famosos sanfermines. Ellos, los lobitos convertidos en depredadores sexuales, viajaron desde el sur hasta el norte para celebrar que eran machos, que estaban juntos y que no existía piba que se les resistiese. Corrección: si por algún casual se les resistía, ya sabían ellos cómo hacer para ablandarla. O para violarla. Los lobos, al fin y al cabo, son animales feroces y temidos. Nunca te encuentres con ellos de noche en una calle oscura. Nunca.

Hacía calor y era de madrugada. Ella, que era joven (18 años, para ser más exactos) y seguramente había bebido, tuvo la mala idea de cruzar su mirada con “La manada”. Ella, que venía de Madrid y quería disfrutar de una noche de fiesta, habló con ellos. Nada más. O mejor dicho, ella, que tenía la vida y la noche por delante, no quiso ir ni un centímetro más allá. Punto. Ojala los lobos también lo hubiesen entendido. Ojalá.

96 segundos. Cuando el reloj marcaba las tres de la mañana la violaron. Todos y cada uno. No contentos, la grabaron con el celular. Cosas que ofrece la tecnología a los violadores del siglo XXI: antes, los agresores sexuales no dejaban más rastro que la vida destrozada de su víctima. Hoy pueden perpetuar el horror con un archivo formato Mpg que se sube a Whatsapp en apenas unos segundos, luego le das al botoncito ese de enviar… y ¡zas! Tus amigos, los lobos que esta maldita noche no pudieron venir contigo a violar jóvenes a Pamplona, sienten al menos durante 96 segundos ese mismo placer que sólo una mente enferma puede disfrutar. Como la tuya, Antonio Manuel.

¿Saben cómo se llamaba el grupo de Whatsapp en el que este grupo expresaba su alegría y envidia ante una violación? Aquí va: “La manada”. Por aquello de que el lobo nunca ataca solo. Como aquella puta noche de San Fermín. Cualquiera diría que este relato, hasta aquí, ya tiene bastante carga de terror. Pero hay más. Siempre hay más.

Durante las últimas dos semanas se celebró el juicio contra “La manada”. Mientras en Uruguay sonaban voces que relativizaban el peso del género ante crímenes brutales, en España retumbaban las de aquellos que sembraban dudas sobre una violación. O mejor dicho, sobre hasta qué punto te han violado si luego apareces en una foto en las redes sociales, o si –caramba– has tenido la mala idea de intentar seguir viviendo, a pesar de esa maldita pesadilla que cada día y cada noche recorre tu cabeza.

A este lado del Atlántico hubo medios que banalizaron lo ocurrido. Que reconstruyeron sus pasos antes y después de la violación. Incluso bastante después, cuando buscó volver a una mínima normalidad en su Madrid natal. “La vida ‘normal’ de la chica violada en San Fermín: universidad, viajes y amigas”, tituló recientemente El Español, un diario digital cuyo nombre seguramente no provocará honor ni orgullo en un importante sector de la población.

También están aquellos colegas de profesión (por llamarlos de alguna manera) que intentaron hacerse con una copia del video en el que aparece sometida por los cinco salvajes. O los que alegremente describieron la escena como si de una película porno se tratase. Serán colegas, pero dan asco. Mucho asco.

Show televisivo. Esto último, lo de la “película porno”, incluso fue utilizado como argumento por el abogado más mediático de los acusados. El letrado en cuestión se llama Agustín Martínez Becerra y ha demostrado una capacidad infinita a la hora de montar estrategias, aunque para ello tenga que denigrar a la víctima. No se puede decir lo mismo de Carmen Sala, una de las primeras abogadas que tuvo la difícil e ingrata tarea de defender a “La manada”. Tan difícil y tan ingrata que Sala renunció pocas semanas después de asumir la defensa de algunos de los acusados. Cuando anunció su retirada argumentó que no estaba dispuesta a compartir estrategia con los otros abogados contratados por el resto de los imputados. Tenía la impresión de que la cosa no iba por buen camino. Estaba en lo cierto.

A lo largo de los últimos meses, Martínez Becerra se convirtió en un protagonista habitual de distintos programas de televisión. Siempre lo hacía en su calidad de defensor de algunos de los lobos en prisión, pero en realidad actuaba como portavoz de esa parte de España que sigue dudando de las mujeres que denuncian ser violadas “pero” llevaban pollera corta, “pero” habían bebido, “pero” tenían la alocada idea de hablar con un hombre sin prever que éste llamaría a sus amigos, la introduciría a la fuerza en un edificio y la violaría hasta sentirse satisfecho. Extrañamente satisfecho. “Ella disfrutó más que yo”, llegó a afirmar el guardia civil de día y violador de noche ante el juez.

¿Qué explicación encuentra a todo esto su abogado? Agárrense que vienen curvas: “A Pamplona, la gente joven va a los toros a beber alcohol, a ligar y mantener relaciones. Y por la noche muchísimo más”, justificó Martínez Becerra ante las cámaras de uno de los programas más vistos de España. Dicho de otra manera, su frase habrá sido recibida por un número indeterminado de personas jóvenes que seguramente ahora pensarán que, efectivamente, la gente va a los sanfermines a “mantener relaciones”.

Aunque resulte patético, también es cierto que varios medios –y hasta algunas agencias de viajes– llevan ya varios años dibujando una imagen de los sanfermines que va en esa misma dirección. Chicas bañadas en vino que se levantan la camiseta para que la marabunta le toque las tetas, jovencitas dispuestas a ser tratadas como vacas en una feria de ganado… Todo eso es mentira o, como mínimo, una burda exageración. Pero da igual. Para “La manada” esa construcción de los sanfermines alocados fue suficiente para buscar una víctima y violarla. Misión cumplida.

Callar no es consentir. Ahora viene lo mejor. Resulta que el abogado defensor y ciertos medios de prensa se han encargado de advertir que en el dantesco video que “La manada” grabó con el teléfono no se observa que ella grite, se queje u oponga resistencia. Vamos, que la estaban violando y ella tan contenta. Parece increíble, pero tuvieron que salir algunas y algunos expertos en este tipo de delitos para recordar que existe una cosa que se llama estado de shock, y que las mujeres que son violadas no siempre reaccionan de la misma manera, y que si estás rodeada de cinco tipos bastante grandes y tú estás sola, seguramente te quedarás esperando que el tiempo pase rápido. Muy rápido.

Y ahora llega lo espectacular. Mientras la opinión pública presenciaba este intercambio de valoraciones, ocurrió otro hecho difícil de catalogar. Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y militante de izquierda (apunten este último detalle), relató que había sufrido dos intentos de violación a lo largo de su vida. Lo contó durante un acto oficial por el 25 de noviembre, Día Internacional Contra la Violencia Machista. Pocas horas después, el secretario general del PP en Morón de la Frontera (Sevilla), Francisco José Coronado, se burló públicamente de Colau. “Menos mal que tiene esa cara, que el violador correría como si no hubiera un mañana”, escribió el dirigente conservador en su cuenta de Twitter. Por cierto, el PP no tomó ninguna medida contra él.

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