La compañía Verdeteatro trabajó dos años para darle forma escénica a este proyecto teatral en torno a la poeta María Eugenia Vaz Ferreira. Es que los ecos de su figura llegan al hoy a través de relatos fragmentados y parte de su obra es muy poco conocida. Bajo la dirección general de Camila Carbajal, el equipo se embarcó en un proceso de dramaturgia colectiva a partir del archivo de Vaz Ferreira que se encuentra en el Museo Quinta Vaz Ferreira, que fue digitalizado por la Biblioteca Nacional (con acceso público en su web). También tomó como inspiración varias publicaciones, entre ellas, la investigación de Elena Romiti María Eugenia Vaz Ferreira. Entre filósofos y sabios.1 La puesta en escena se ha desarrollado en dos casonas del Novecientos: la de la Escuela Nacional de Declamación y la de la Asociación de Estudiantes y Profesionales Católicos. Así, se presenta como un recorrido por los aspectos públicos y privados de la vida de la artista.
Para delinear las vetas de este personaje histórico y dejar entrever la dificultad de reconstruir ciertos aspectos de su pasado y sus memorias, el equipo decidió presentar a los personajes multiplicados por tres. Así, vemos en escena a tres María Eugenia –interpretadas por Cecilia Argüello, Victoria Astorucci y Florencia Silva Luna–, que interactúan con dos personajes masculinos también multiplicados: Alberto Nin Frías (el primer crítico de la poetisa) y Carlos Vaz Ferreira (su hermano) –interpretados por Gonzalo Pieri, Andrés Valledor y Eduardo Delgado–. Es interesante el desarrollo de la relación de amistad y admiración que había entre Frías y Vaz Ferreira, quien en ese lazo encontraba la confianza necesaria para intercambiar posturas sobre sus ideas literarias. Frías era escritor y profesor, estableció un nexo intelectual con ella y fue el primer crítico de sus textos. Para sostener el vínculo, ambos tenían que soportar restricciones morales de todo tipo: en las escenas en las que mantienen sus encuentros quedan en evidencia las dificultades que enfrentaban las mujeres de aquella época cuando decidían desarrollarse en el ámbito literario.
La pieza aprovecha esta gran casona para crear escenas en diferentes planos, con distintas profundidades. El espectador debe recorrer los espacios con la mirada para captar los matices en los estados de ánimo y los gestos de los personajes. Hay un detallado trabajo de iluminación que refuerza la idea de cierto misterio que rodea a Vaz Ferreira, relacionado con varios aspectos psicológicos que aparecen en los registros sobre su personalidad. También hay un delicado trabajo de ambientación sonora y diseño musical, a cargo de Marcelo Gonnet, con canciones interpretadas en vivo que musicalizan los poemas de Vaz Ferreira (Dulce misiva, Media calada) y el Coro de los peregrinos, de Richard Wagner. Los cuadros musicales reafirman los estados emocionales que se deslizan en el montaje y recuerdan a Vaz Ferreira como la primera compositora mujer de Uruguay, faceta menos conocida de su biografía.
Para transmitir algunos detalles de la relación con su hermano, el filósofo Carlos Vaz Ferreira, la pieza se vuelve recorrido en un pasaje hacia los espacios superiores de la casona, que coinciden con las habitaciones. Allí se observa el vínculo estrecho entre ambos intelectuales y se recrean los momentos en los que él busca asistirla en la organización de sus textos para su publicación, hecho que se termina concretando luego de su muerte, con la edición de La otra isla de los cánticos. La puesta en escena deja entrever los acercamientos y los diálogos de confianza entre los hermanos, así como la distancia y la disidencia en los aspectos artísticos. A su vez, las escenas en las que la artista aparece en soledad transmiten cierta melancolía e insatisfacción ante el estilo de vida que llevaban y una sobreexigencia casi inhumana ante el resultado de su material poético. Así, llena de subtextos e hilos invisibles que llevan a reflexionar acerca de las desigualdades entre los géneros, la obra acierta en su sutil manera de contar cómo la libertad social, artística e intelectual de las mujeres debía sobrevivir a la sombra del apoyo masculino.
Inédita María Eugenia resulta un interesante acercamiento biográfico al mundo de la poetisa, desde sus costados poco conocidos, y prende la chispa en el espectador para seguir conociendo a esta gran artista, muchas veces olvidada. Luego de su segunda temporada continuará presentándose en centros educativos y liceos, y tal vez se reponga en este u otro espacio, siempre como una experiencia cercana para pocos espectadores.
1. En esta nota del semanario, Alicia Torres hace un análisis profundo del libro de Elena Romiti, que puede servir para contextualizar la importancia de la realización de esta obra.