A pesar de que no es fácil para una madre sin pareja vivir sola con su hijo, un joven discapacitado, en un pueblo del interior, la mujer se las arregla de modo de hacer todo lo posible para que el muchacho disfrute de su existencia. No sólo logra mantener con él un buen diálogo: también, al darse cuenta de lo mucho que este aprecia a una prima de aproximadamente su edad que los visita en circunstancias especiales, ejerce influencia para que florezca la comunicación entre los tres a lo largo de la estadía de la chica. La sencillez de esta trama, sin embargo, da cauce a una intención tan profunda como la de inclinar a la platea a reflexionar acerca de que, de una u otra manera, absolutamente todo el mundo es diferente. Luego de comprender esa premisa, establecer buenos vínculos y relaciones de convivencia debería ser posible, y así lo intentan en este reciente estreno la madre mencionada y, casi desde su llegada, la prima visitante. El resultado no es otro que el bienestar del muchacho y, también, de quienes lo acompañan.
Mérito especial de la autora, la argentina Lorena Romanín, es dar a entender todo lo que antecede a través de lo que acontece, sin apelar a discursos ni explicaciones que alteren la naturalidad de un desarrollo a lo largo del cual hay lugar para los toques de humor que traen consigo ciertos hechos cotidianos. Hay lugar hasta para que, en un momento indicado, suene una canción del mismísimo Palito Ortega. El diseño general de los personajes también es un gran acierto.
La versión que dirigen Virginia Marchetti y Álvaro Correa se ubica con comodidad a la altura que exige el texto. El bien aprovechado espacio por donde se desplaza el trío colabora para convertir a cada espectador en una especie de visitante bienvenido a ese hogar en el que transcurre una historia que acaba por comprometerlo. Fabiana Charlo resulta una vital y refrescante anfitriona que hace lo suyo con la espontaneidad que le permite la facultad de aceptar los acontecimientos. Franco Rilla le otorga al papel del hijo, aparte de una adecuada fragilidad anímica, un creíble perfil humano, que despierta la adhesión de la platea. La prima que encarna Eliana Recchia, por su parte, sabe reflejar tanto la carga de los problemas estudiantiles que trae consigo desde la capital como la fortaleza de los lazos familiares que se mantienen a pesar de las distancias.