Contrariamente a sufijos elocuentes y discretos como “-ificar”, que no sólo panifican y
petrifican, sino que también videifican y nadifican, hay una serie de prefijos
de éxito ruidoso como, por ejemplo, “poli-”, “pluri-”, “inter-”, “trans-” o
“cis-” (que dejó el Jordán y se arraigó en los genitales: de Cisjordania a
cisgénero) y, claro está, “post-”.1 Si los “poli-” y “pluri-”
ofrecen el elemental regocijo de la abundancia y los “inter-” y “trans-”
ilusionan con saltearse fronteras y límites, el prefijo “post-” terminantemente
declara que ya estamos del otro lado.
De ahí que con sospechosa insistencia
se declare que la despótica modernidad quedó atrás, puesto que alcanzamos su
liberador “post”, o que se diga que lo que quedó atrás fue el hombre y su
sustancia etérea –la humanidad–, puesto ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate