Las memorias, las autobiografías, son siempre escurridizas y sujetas a nuevas interpretaciones y reconfiguraciones. Cada vez que organizamos una narrativa sobre aquello que vivimos y observamos, alteramos la frágil composición del terreno en que las memorias se asientan.
Ahora bien, en esas nuevas versiones sobre lo vivido revisamos o incluimos algunos nuevos pasajes, alteramos algunos énfasis y, principalmente, actualizamos las informaciones que envuelven los años más recientes. En el caso de Felipe Arocena, la fecundidad de una escritura dinámica, de gran claridad expositiva en lo conceptual pero también con un ameno acervo de experiencias personales, puede auxiliar tanto en el proceso de evaluación de un recorrido intelectual como en la evaluación de la calidad de la producción científi...
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