Un capítulo olvidado del genocidio saharaui - Semanario Brecha
Un capítulo olvidado del genocidio saharaui

Historias de una masacre

Se ha anunciado la intención de extender la causa del genocidio saharaui para incluir la investigación concreta de los bombardeos con fósforo blanco y napalm lanzados por Marruecos el 19 de febrero de 1976, que cayeron del cielo sobre el campamento de Um Draiga, una zona del Sahara occidental.

Sus muñecas le recuerdan por qué está donde está. “Mis hijos estaban jugando cuando empezaron los bombardeos. Les llamé para que viniesen conmigo, pero cuando corrían hacia mí, nos tocó a nosotros”, relata Balla. Le tocó observar la muerte de su hijo en el acto, ver a su bebé fallecer meses después, huir hasta el campamento de refugiados más alejado del muro para no escuchar ese estruendo jamás. Es una de las víctimas del bombardeo de fósforo blanco y napalm cuyo testimonio podría formar parte de la ampliación de la causa que, por el momento, ha procesado a 11 altos jerarcas y militares marroquíes por posible genocidio en el Sahara occidental.

El equipo jurídico liderado por Manuel Ollé ha anunciado su intención de extender la causa del genocidio saharaui para incluir la investigación concreta de los bombardeos con fósforo blanco y napalm lanzados por Marruecos el 19 de febrero de 1976, que cayeron del cielo sobre el campamento de Um Draiga, una zona del Sahara occidental situada en los actuales territorios ocupados. Aunque el auto del magistrado Pablo Ruz incluye los bombardeos, no cuenta con los testimonios de sus víctimas. El equipo de Manuel Ollé pretende presentarlas en persona, una actuación que se ha materializado en el caso de los familiares de los desaparecidos cuyos restos fueron localizados en dos fosas comunes halladas en los territorios liberados. Estas son algunas de las historias con nombres y apellidos que están siendo recopiladas con el objetivo de integrarlas al caso “en un futuro próximo”.

Las víctimas recuerdan un primer acercamiento de algunos aviones que iluminaron la zona alrededor de las 4 de la madrugada. Se fueron, pero cerca de las 10 regresaron. “De repente se lanzaron las bombas. Había carne y huesos por todas partes”, relata Abubekeren ben-Nani Abdalame, de 70 años, quien estuvo presente en el ataque que también dejó paralítica a su madre. Los bombardeos acabaron con la vida de 60 personas, según el recuento de la Asociación de Familiares de Presos Desaparecidos Saharauis (Afrapredesa).

Uno de los hijos mayores de Balla, de 11 años, murió en el acto. “La bomba cayó sobre sus piernas, se las destrozó y falleció frente a mí”, describe la mujer en su jaima, la casa de tela y adobe en la que vive. “Tuvimos que dejar sus restos allí.” Huyó junto a sus otros cuatro hijos y la abuela de éstos. En los brazos de la más pequeña (de 10 meses) aparecían manchas provocadas por los productos lanzados desde los aviones marroquíes. El bebé acabó muriendo meses después, cuando ya estaban instalados en los campamentos de refugiados.

EL SONIDO DEL HORROR. Las víctimas describen los momentos de horror y desesperación vividos durante los bombardeos. “Las bombas cayeron también sobre el dispensario.” Varias víctimas aseguran que una de las enfermeras estaba embarazada. “La bomba la partió en dos y el feto salió disparado”, describe Ben-Nani Abdalame.

Cerca de ella trabajaba Hurilla Horia, enfermera catalana y superviviente del ataque. Su entonces marido, el médico Bala Mhamad Ahmed, murió junto a ella, describe Chibla, su sobrina política. Ha escuchado la historia demasiadas veces y la cuenta como si hubiera estado presente, aunque nació una década más tarde. “Ella no paraba de gritar: ‘Ay mi madre, ay mi madre’”, dice junto a su madre. Saben bien los detalles del día que marcó el lugar donde montarían su nueva vida temporal, su estancia de adobe.

Prácticamente todas las víctimas de los bombardeos con fósforo y napalm viven en Dajla, uno de los cinco campamentos de refugiados situados en un espacio desértico cedido por Argelia, enemigo histórico de Marruecos, tras el inicio de la invasión marroquí. El resto de los campamentos están instalados muy cerca de la ciudad de Tinduf, donde hay un aeropuerto militar. “Los bombardeos dejaron familias enteras exterminadas. Los supervivientes quedaron aterrorizados. Cuando (días y semanas después) escuchaban los aviones pasar, se escondían debajo de los árboles. Les daba mucho miedo.”

Balla afirma estar dispuesta a hablar ante un juez si se lo requiriesen. Desde Afrapredesa confirman que su testimonio formará parte de un informe coordinado por el abogado Carlos Beriestain, uno de los artífices de la investigación que, junto con Francisco Echeberria, culminó con el descubrimiento de dos fosas comunes en los territorios liberados del Sahara occidental. La identificación de los restos hallados fue clave para determinar el procesamiento de los 11 altos jerarcas y militares marroquíes.

La causa, que fue abierta por el juez Baltasar Garzón en 2007 en virtud de una querella presentada por la Afapradesa, investiga asesinatos, bombardeos de campamentos y torturas cometidos por las fuerzas marroquíes en el Sahara entre 1975 y 1992, imputables a los procesados o sin autor conocido.

Entre los hechos descritos en el último auto del juez Pablo Ruz se encuentran amputaciones de miembros a prisioneros, incluido un recién nacido, la quema de personas vivas y la aplicación de descargas eléctricas a refugiados que vivían en las localidades saharauis de El Aaiún, Smara, Amgala. El magistrado imputó de estos hechos a responsables militares marroquíes que siguen en ejercicio.

“No hemos sido víctimas de un único país. Hemos sido víctimas de los estados que actuaron directamente, pero también de la potencia que tiene la responsabilidad sobre nosotros, España. Nos abandonó, y nunca pensamos que iba a hacerlo de esta manera”, reflexiona el saharaui Ben-Nani Abdalame, junto al abogado que pretende incluirlo en la querella que ha marcado un antes y un después en la investigación de los crímenes perpetrados por Marruecos en el Sahara occidental.

(Tomado de eldiario.es)

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