
El Washington Post publicó un plan (titulado Fondo para la Transformación, Aceleración Económica y Reconstrucción de Gaza, GREAT, grande, por su sigla en inglés) que circula entre empresarios israelíes, la administración de Donald Trump, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y otros socios. Se trata de un plan de expulsión y anexión masiva. Con una diferencia clave: en lugar de anexar Gaza directamente, Israel la entregaría (al menos temporalmente) a una asociación de inversores coloniales. Se trata de una versión más detallada de un plan cuyos diversos borradores han estado circulando desde al menos marzo de 2024.
Podemos dejar sus brillantes relaciones públicas (proyecciones futuras, animaciones visuales, jardines verdes y ciudades de inteligencia artificial) a figuras como Trump, Tony Blair, el yerno inversor de Trump (Jared Kushner) y los empresarios israelíes que están detrás del plan. Lo importante es esto: una alianza estadounidense-israelí tomará el control de la Franja de Gaza; el socio árabe son los Emiratos Árabes Unidos, que también han aparecido en informes anteriores sobre iniciativas de transferencia.
El plan es simple: Israel completará su toma de control de toda Gaza. Idealmente, al desalojar un barrio para beneficio de promotores inmobiliarios, la propiedad se entregaría «libre de personas y pertenencias». Sin embargo, a pesar de la masacre, esto solo será parcialmente posible. Israel expulsará y destruirá todo lo que pueda, y luego transferirá la Franja a un fideicomiso mediante un acuerdo con Estados Unidos.

Así pues, este es el futuro político imaginado: Gaza y sus residentes palestinos son tratados como meros objetos, reminiscencias de una época en la que los imperios dividían el mundo y comerciaban con personas y países como si fueran mercancías. Israel no tomará posesión oficial del activo; es demasiado complicado. En cambio, lo entregará a una empresa que combina el control político y económico.
Existen precedentes históricos de algo así, como la Compañía de las Indias Orientales, que gobernó en India. También otros posteriores: por ejemplo, en 1886, una empresa británica obtuvo el control de la zona a lo largo del río Níger, que gobernaba gran parte de lo que hoy es Nigeria. El Estado Libre del Congo era dominio personal del rey Leopoldo II de Bélgica. Vale la pena leer sobre las atrocidades que cometió.
Las comparaciones con los acuerdos posteriores a la Segunda Guerra Mundial que hicieron los defensores del plan, como los de Alemania, Japón y las islas del Pacífico, son erróneas. Nos encontramos de nuevo en la era del imperialismo clásico. Las colonias pueden ser confiscadas y comercializadas. Como declaran abiertamente los promotores del plan, los palestinos carecen de soberanía, por lo que Israel tiene derecho a transferir parte de los territorios ocupados a quien desee.
Es cierto que, desde la Primera Guerra Mundial, transferir territorios y pueblos de forma permanente se ha considerado una falta de respeto. En cambio, Gaza será entregada a una empresa que la mantendrá en fideicomiso durante diez años. ¿Qué significa «diez años»? Es simple: basta con recordar el cronograma de los Acuerdos de Oslo y cuándo Israel se comprometió a retirarse de los territorios ocupados.
La empresa público-privada es un fideicomiso comprometido no con la defensa del pueblo confiado a su gobierno, sino con el principio fundamental de maximizar las ganancias. La pobreza y la miseria pueden ser fuentes de inmensos beneficios. Cabe destacar que los promotores de este plan han declarado que el 30 por ciento del terreno de Gaza es público y se les otorgará desde el principio. Un regalo muy especial.
En medio de la destrucción sistemática del norte de Gaza, la expulsión de los residentes palestinos y su concentración en áreas confinadas –las llamadas zonas de concentración o campamentos–, el futuro de la población ya se está delineando. Los contratistas de guerra supervisarán la seguridad e Israel transferirá gradualmente el control a estas empresas privadas. Este modelo combina suministro y combate, como lo ejemplifica la Fundación Humanitaria de Gaza (FHG). La FHG puede parecer absurda, pero es el modelo de todo el plan.
Pero lo más importante, como siempre, es la expulsión masiva: quienes ya no puedan soportar la vida en lo que queda de Gaza –y se está haciendo todo lo posible para garantizarlo– y acepten irse «voluntariamente» recibirán un token digital a cambio de sus derechos de propiedad. Con este token, deberían poder «comenzar una nueva vida». ¿Dónde? Por ahora, las opciones incluyen Libia, Sudán del Sur, Etiopía y Somalia, países que están en medio de profundas crisis y desintegración política.
Quienes sobrevivan y no se vayan de Gaza quizás consigan un apartamento en una de las ciudades que los inversores construirán sobre las ruinas de su país. En otras palabras, los palestinos no recibirán nada a cambio de sus tierras; esencialmente estarán otorgando crédito a inversores que se apoderarán de sus propiedades. ¿Cuánto valdrá la moneda digital en el mundo real? Solo Dios lo sabe. Además, cada persona que se vaya recibirá un pequeño regalo de despedida: 5 mil dólares en efectivo.
El plan también estipula que a los palestinos se les entregarán «alimentos durante un año». El artículo no aclara qué significa esto, pero es razonable suponer que se refiere a los palestinos ubicados en las «zonas de concentración». A los inversores les gusta oír cosas así. Es parte del mecanismo de presión para obligar a la gente a irse.

¿Resumen? Expulsión masiva, anexión y toma de control, pero no solo eso. Mi amigo Michael Sfard escribió un artículo importante sobre vivir en el seno de «familias criminales». Podemos citar a Bertolt Brecht en La ópera de los tres centavos, ligeramente modificado:
¿Qué es una «familia criminal» comparada con un banco? ¿Y qué es un criminal de guerra comparado con una elegante corporación criminal internacional?
Gadi Algazi es docente de historia medieval en la Universidad de Tel Aviv. Militante social. En 2000 cofundó el movimiento Ta’ayush («Vivir juntos», en árabe). Un año antes estuvo preso varios meses por negarse a servir en el Ejército israelí en los territorios ocupados. Esta nota, un posteo, fue enviada directamente a Brecha, en inglés, y traducida por el semanario.







