Unas falsas Thelma y Louise - Semanario Brecha
Novela de Camila Fabbri

Unas falsas Thelma y Louise

Actriz, directora de cine y de teatro, dramaturga y guionista, Camila Fabbri (Buenos Aires, 1989) publicó dos libros de cuentos y una novela de no ficción sobre el incendio en la discoteca República Cromañón. La reina del baile, su primera novela de ficción, fue finalista del Premio Herralde en 2023.

Anagrama

Hace mucho tiempo que no encuentro a alguien o algo así y va a pasar mucho tiempo hasta que vuelva a encontrar algo o a alguien como Camila Fabbri. No salgo de mi asombro. No quiero salir. Ahora, atrévanse a entrar ustedes». Motivada por el entusiasmo y el desafío que Rodrigo Fresán desnuda en la contratapa del libro, me atrevo y entro. La narración se dispara en la primera página, cuando Paulina, la protagonista de La reina del baile1, comienza a recuperar la conciencia luego de sufrir un accidente automovilístico que le ocasiona lesiones graves. «Lo que pensé que era un pájaro picándome el ojo en realidad es vidrio, el blindaje antivandálico que pagué en doce cuotas sin intereses el año pasado. Esos actos que fingen pequeñas valentías». Los fragmentos del vidrio intervienen la mirada y a lo largo de la novela esparcen instantáneas huidizas que distorsionan lo que sucede, lo que se desconoce y lo que no se quiere ver.

Es de noche, hay humo y olor a nafta, atrapada dentro del auto, Paulina espera una ayuda que tarda en llegar, oye a una quinceañera aturdida que le grita que no se haga la muerta y a un perro que ladra agitado. Una sensación de irrealidad se apodera de ella, el miedo le genera tensión e incertidumbre y funciona como un poderoso disparador narrativo. Fabbri recurre a flashbacks y saltos temporales que permiten entrelazar la circunstancia ingrata del presente del personaje con acontecimientos de su pasado, de este modo la ficción se asienta en el reflejo especular de una historia que se arma y se desarma en el tiempo subjetivo del relato.

Narrada en primera persona por una protagonista llena de contradicciones, que parece existir de espaldas a la realidad y tiene dificultades para comunicarse con los demás («Me suena el teléfono y la sensación de ser buscada por alguien me hace temblar»), su voz, plena de matices, es la elegida por la escritora para configurar el mundo referido en la novela y desplegar la narración.

Paulina busca partes de sí misma y se debate ante una serie de interrogantes para los que no tiene respuesta: por un lado, la desventura del accidente y, por otro, las repercusiones emocionales de sentimientos, motivaciones y hábitos que dieron forma a cada acto y cada omisión de sus 35 años de vida, cruces fortuitos que pueden resumirse en frases como estas: «Mi cara de eterna víctima del mundo real» o «Tengo una mirada atenta para los desastres». Es posible que esa liga de piezas lejanas se relacione con la propia búsqueda de la autora, con la vida secreta de su escritura en un espacio opaco y transparente a la vez.

Respeto y musculatura

Mientras Fabbri manipula el tiempo y genera un torbellino de situaciones e intrigas, va pautando el desarrollo psicológico de su protagonista y los demás personajes: Felipe, el exnovio que cuando la abandona le pregunta si le parece normal «vivir tan ensimismada»; Maite, la compañera de trabajo, que es lo más parecido a una amiga que tiene Paulina (aunque el vínculo es frágil) y fue quien la invitó a visitar al padre senil que reside en una localidad rural de la provincia de Buenos Aires; Lara, la adolescente que las invita a su fiesta de quince en la que espera cumplir su sueño de ser la reina del baile y después huir hacia la Capital en el auto de Paulina (plan que naufraga cuando el vehículo se estrella con las dos adentro); aparece, además, el hermano de Lara, que también se llama Felipe y cuyas acciones trastornan a estas mujeres: «Maite me sostiene la frente y yo sigo vomitando, como si fuera una mismísima embarazada o una mujer a la que manosearon demasiado y que casi muere de miedo».

Los recursos manejados por la autora, entre los que se destaca su dosificación inteligente del sarcasmo y la ironía, le permiten explorar los modos en que las quimeras y los quebrantos, actuales y pasados, afectan sus vidas. La narración no descuida los diálogos, la representación de lenguajes no verbales, los guiños musicales y la construcción casi escenográfica de los ambientes, todo afianzado por la sensibilidad de una narradora con oficio de dramaturga y de guionista.

Ni estilo ni coraje

Maite es temerosa e ingenua, se impacienta porque los hombres con los que tiene sexo no se enamoran de ella; Paulina es huraña y engreída, aunque de vez en cuando sorprende con su sentido del humor: entra a redes sociales para conocer hombres, chatea, mira videos porno («solo si tienen relato»), enfrenta una ruptura amorosa que dispara ciertos gestos, como la visita a una clínica de congelamiento de óvulos: «Yo también pienso que sí. Que la ciudad es eso también. Mujeres en estado salvaje averiguando cuánto tiempo les queda». El tema de la maternidad, las presiones del reloj biológico femenino, el deseo personal y los mandatos sociales atraviesan la novela. Hartas de sus existencias deslucidas y sin perspectivas, interrogándose sobre la soledad y la amistad, combinando violencia y ternura, emprenden el viaje para alejarse de la rutina y la frustración. La determinación –no obstante sus numerosas diferencias– recuerda la travesía de Thelma y Louise. Si bien Paulina y Maite no se lanzan a un raid criminal ni especulan con tomar el control de sus destinos en un despertar feminista ligado a un punto de no retorno (como hacen las protagonistas de la icónica road movie de los años noventa), hay en los convincentes personajes creados por la escritora argentina una suerte de ensayo –amortiguado– de rebeldía y liberación, una impugnación al poder de las convenciones sociales, un experimento de solidaridad entre mujeres (incluyen a la quinceañera) que pesa en los movimientos de la acción novelística. «Somos unas falsas Thelma y Louise, no tenemos estilo ni coraje, pero estamos sin hombres y huimos.» En palabras de Alejandro Zambra, Fabbri es capaz de «mantener en el aire las ilusiones de sus personajes desesperados».

La prosa de la autora, clara y sencilla, posee un vigor original para comunicar con precisión y relacionar elementos contrapuestos. En un precario equilibrio entre la lucidez y la humillación, rozando a veces la cursilería, Paulina transmite sus emociones con un escepticismo que permite el intersticio y el matiz: «Los pesimistas se arrugan más rápido, pero están preparados para el fin del mundo con respeto y musculatura». La mirada de la autora es crítica pero no juzga, subyace una presunción de optimismo que pese a la fragilidad humana y sus peligros vislumbra una oportunidad para renovarse y sobrevivir.

  1. El título de la novela proviene de la canción de ABBA «Dancing Queen», a cuya letra recurre el epígrafe del libro. ↩︎

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