Tomo café mientras escribo este artículo. Y como casi cualquier otra cosa que haga (teclear en la computadora, encender la lámpara que ilumina las teclas, tostar el pan que voy a morder en unos segundos), esto implica la emisión de gases contaminantes a la atmósfera. De hecho, existe un indicador para medir esta cantidad de emisiones: la huella de carbono. La huella de carbono del café es el cálculo de los gases de efecto invernadero que se liberaron directa o indirectamente para producir el líquido contenido en mi taza; desde la plantación del grano hasta el empaque, pasando por otras etapas de la elaboración del producto como la cosecha, el traslado y la molienda.
Como los glaciares se derriten, los bosques arden, las temperaturas son cada vez más extremas y los éxodos lejos del mar cada...
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