En los últimos años, sin dejar su perfil folclorista-country, la música de Jorge Nasser vino rumbeando hacia una síntesis con otras facetas por las que transitó durante su extensa trayectoria. Este disco1 profundiza esa síntesis. Y cuando digo “profundiza” quiero aludir a que la síntesis es más integral, pero también a que llega a lugares especialmente profundos, y creo que es, en el cómputo general, la mejor colección de canciones que haya producido este músico.
Nasser aparece en la tapa con su camisa tex-mex diseñada por Manuel Cuevas, una guitarra en el estuche (como para viajar), en el porche de lo que sugiere ser una casa interiorana. La imagen se vincula con el título del disco, que es el de la primera canción, “Llegar armar tocar”. La letra comenta el cotidiano del músico de gira: el trabajo rutinario, a su manera esforzado, pero también la bendición de hacer música, viajar, intercambiar con una masa de gente y recibir la amorosa energía de los aplausos. Es fantástica la manera como la música trasmite distintos aspectos de esa situación: la ambigüedad inherente a la llevada de milonga-rock genera al mismo tiempo sensación de velocidad y tranquilidad, movimiento y estatismo, avance y circularidad, modernidad y arraigo, y la propia estructura de la música apoya esa mezcla de trajín y contemplación, de rutina y de expectativa (por ejemplo, está en la tonalidad luminosa de re mayor, pero teñida por el inicio sombrío en si menor; el empuje de la estructura de frase tipo pronto-listo-ya se agrisa por el hecho de que el “ya” es una extensa bajada que lleva de vuelta al inicio; la melodía está hecha de pares de notas esparcidas). La digresión central, sin letra, no hace justicia a la parte principal, pero tampoco compromete esa preciosa canción.
Nasser se viene revolviendo con variedades de milongas-rock independientes de los antecedentes de Dino y de Jaime Roos. En algunos casos la milonga está en primer plano, en otras es como un fondito para una superficie de canción pop. Los referentes beat retrotraen casi todos a los primeros setenta (el componente folk, órgano Hammond, congas, guitarras acústicas, guitarras eléctricas con sustrato blusero).
Hay otros terrenos: “Plaza de las penas” suena como un “ska mexicano” con sonoridad milonguera. Y también siento algo de México en el valsecito festivo “Parque Saroldi”, con la grata presencia de la voz de Fabián Krut. En “Descartes” las palabras “Ser el jinete/ cabalgar las preguntas” llaman un galope, como música de rodeo. “Déjala ahí” tiene mucho de la onda del “Candombe de la aduana”, pero más sombría, en menor. “La ley del mar” es una balada intimista que de pronto se expande a un sonido vasto, con toques góticos (un coro, tonalidad menor, guitarra distorsionada, campanas). “Duendes del corralón” es un candombe acústico, que evoca una fiesta casera del Barrio Sur (Gonzalo Gravina brilla como nunca al piano, respaldado por su colega de toda la vida Wilson Negreyra en congas).
Bien en el centro del disco hay una perla. Nasser le puso letra a “Ad libitum”, de Toto Méndez (su principal guitarrista milonguero). La música es tan divina que no cabía otra cosa que hablar de su propia belleza, de la magia de que pueda existir, y de sentimientos que parecen tener como destino encarnarse en ella. Su nuevo título es “Linda milonga”, y quedó aun mejor en esa versión cantada (con la contribución fundamental de la voz de Malena Muyala).
Este fue el primer disco que Nasser grabó luego de cumplir 60 años. Hay músicos que cuando dejan atrás la juventud pierden el empuje vital y su trabajo pasa a ser una pálida remembranza de glorias pasadas. Hay otros que, al contrario, ennoblecen, y su música conquista dimensiones nuevas. Parece ser el caso de Jorge Nasser, que nos deja esperando con curiosidad e interés sus próximas realizaciones.
Él ya hizo algunos espectáculos grandes de lanzamiento de este disco. Va a haber uno, más intimista, la semana que viene, en el Día de las Disquerías (jueves 15) a las 20 horas en Little Butterfly Records (Colonia 2235). Se trasmite en vivo por Facebook Live.
- Llegar armar tocar, Mmg-Gargoland, 2018.