Antonio está parado frente a la casa del presidente, y junto a otros manifestantes le grita que se vaya. Es el final de la tarde del viernes 28 de abril, el día de la mayor huelga general de los últimos 30 años en Brasil y la primera en 20. Antonio tiene 20 nietos, y dice que lucha por ellos porque él ya es jubilado. Michel Temer, dice, “no vale nada”, “es un golpista que se hizo con el poder para abusar de los pobres”, y “nunca llegaría a ser presidente por el pueblo”. Apenas termina de decirlo tiene que apurar el paso, en medio del gas lacrimógeno y las balas de goma de la policía.
Hablar de democracia en el Brasil de hoy puede parecer un equívoco. Gobierna un presidente que no fue electo para ese cargo y que es desaprobado por el 90 por ciento de los brasileños, junto a uno de los Congr...
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