En la plaza Colón, el Cacho toma un whisky nacional fijando el relato entre sus ojos y el hielo que revuelve, nudo de espacio y tiempo a partir del cual se desovillan los sucesos y personajes de La verdadera historia de Tacuarembó, del autor oriundo de ese departamento Marcos Ibarra. El acto simple del Cacho, parado junto al mostrador del Club Democrático, establece un primer plano desde el cual todo transcurre en simultáneo, a la vez que oficia de juntura entre lo ocurrido y lo que ha de ocurrir, nodo del pasado y del futuro, órbita intrincada entre lo real y lo imaginario. Ahí están Jimi Hendrix, abducido desde el más allá para asistir a una fiesta en la Laguna de las Lavanderas; la enfermera R, seducida por un maestro alcohólico y el hombre-ambulancia vitalicio del hospital; una letrina...
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