En el desfile de clausura de este Carnaval podemos ver al Omar Gutiérrez de Nazarenos y al Cyrano de Bergerac de Los Sinvergüenzas; las lechuzas de Cyranos y los teros de Jardín del Pueblo; los inmigrantes venezolanos de varias murgas, a Pepino en la foto de los Patos Cabreros y a los murguistas de la humorada de Los Chobys.
Es un desfile en el que los personajes se van mezclando, no hay conjuntos ni categorías ni puntos. Está el papa Francisco de Momosapiens y las brujas de la revista Tabú, Máximo Santos y los dientes de Queso Magro, Clemente Estable y el Batman de Claudio Rojo, El diablo de la Consecuente y los gauchos patones de Sociedad Anónima. Se escucha a un funcionario de la organización decir: “Paren un poco con esa mezcla, ¿qué se piensan, que esto es un Carnaval?”.
Más atrás vienen desfilando los personajes que, de alguna manera, se interpretan a sí mismos. “Yamandú, vos qué hacés en el proletariado si sos el dueño de la murga”, dice alguien de la Catalina. “¿Esta vela para quién es, Pache?”, le preguntan a Pacella. “Carlos, vos nos hacés viajar en una combi china”, se escucha que le dicen a Carlos Barceló.
A paso lento se ve venir al personaje de don Corleone, que en la pantalla fue interpretado por Marlon Brando pero en Los Zíngaros lo hace Luis Alberto Carballo. Es don Corleone pero también Carballo, el conductor de televisión al que la parodia hace referencia permanentemente. Así desfilan los personajes, entre la máscara y el reconocimiento.
También vemos desfilar al Pinocho Sosa, y unas cuadras atrás se ve venir al personaje del vendedor de libretos que él mismo interpreta este año. El Pinocho de verdad le sacó como dos cuadras de distancia.
Atención que llega la honorable directiva de Daecpu. Personajes sin maquillaje ni ensayo, interpretan muy bien su papel sobre un carro alegórico hecho con un contenedor blanco con ruedas. Con vestimenta y utilería acordes, una adecuada escenografía y acompañados de un gran elenco que realiza cada movimiento a la perfección. Se escucha a un conductor de televisión comentando el pasaje del conjunto: “Una excelente atmósfera para recrear la historia de una vieja fiesta entregada a consignación para la instalación de un auténtico negocio familiar, atendido por sus propios dueños. La historia está muy bien contada, este conjunto puede permanecer en un sitial de privilegio, tiene con qué ilusionarse”.
Entreverados con el resto desfilan los personajes mencionados en este Carnaval. Entre ellos están Bolsonaro y Macri –que anduvieron juntos para todos lados–, Trump, Almagro, Maduro, Luis, Raulito, Juan Sartori, Andy Vila y Sanguinetti. Personajes armados que ya tienen sus propias construcciones, puestas en escena, vestuarios, maquillajes, tonos de voz, mensajes, canciones finales y espectáculos.
Atrás de todo ese mundo vienen los periodistas de Carnaval. Los que nunca ensayan pero siempre están. Si hay pocos tablados tienen trabajo y si llueve cobran igual. En vez de levantar el gorro en el final, ponen el logo de la peluquería en los créditos. Pero no por eso dejan de ser parte de la lista de personajes más inolvidables del Carnaval. Están en todo su derecho de subirse al carro alegórico.
Vamos a una pausa, porque ya llegan los que juegan para el cuadro pero nadie se acuerda. Algunos son parte del coro de lubolos, de la batería de las murgas, del cuerpo de baile de las revistas. También hay una fila de los que quisieron ser murguistas y no fueron a ensayar, y loPs que quisieron ser murguistas y no pasaron la prueba de admisión. Presentadores y presentadoras de tablados, pidiendo un fuerte aplauso para despedirse a ellos mismos. A lo lejos se ve un grupo de los llamados “fuera de concurso” empujando un Rondamomo que no arranca, ayudados por Roger Waters, que está yendo a regar la cancha del estadio.
Ahí pasa, caminando solo, el personaje del cuplé que se ensayó pero después no se hizo.
Los personajes que no pasaron a la liguilla, a paso lento van empujando el gran carro del triunfo de los que sí pasaron. Un murguista guarda la herramienta, un utilero dobla la pancarta y un sobreprimo enrolla la nota. Decenas de vendedores de bingo pasan vendiendo los numeritos que les quedan para liquidar la última serie de la noche. Los dueños de los tablados comerciales, vestidos de frac, saludan a los seis o siete conjuntos que les animaron la fiesta. Dos motos de la Policía abren paso a la camioneta del jurado.
El desfile de clausura es una fiesta, una linda idea que ayuda a recaudar y atraer auspiciantes. El Carnaval se va yendo de a poco. Empiezan las clases, se viene el año, ahora sólo caminan personajes que, como cantaba La Gran Siete, “de rostro lavado, tranquilamente, van por ahí disfrazados de gente”.