Se cumple medio siglo de un hecho que no queremos que pase desapercibido u opacado, a la sombra de otras luchas importantes que en muchas partes del mundo, y aquí en Uruguay, fueron contemporáneas al mayo francés. Aquel 68 fue, sin dudas, un año muy importante en la historia de las luchas sindicales y políticas de los trabajadores uruguayos, que recientemente se habían unificado en la Cnt. En aquel año, sectores obreros y estudiantiles se opusieron en las calles –con matices y diferencias profundas en sus estrategias– a los planes reaccionarios instrumentados por Pacheco y su flamante “dictadura constitucional”. En ese contexto se comenzó a gestar una coordinación concreta de fuerzas sindicales y políticas que se conoció como “la tendencia”.
Esa coordinación no era una novedad. Un año antes varios grupos de izquierda –Partido Socialista, Movimiento de Acción Popular Uruguayo, Federación Anarquista Uruguaya, Movimiento Revolucionario Oriental, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y algunos independientes– habían llegado a un acuerdo que posibilitaría la segunda salida del periódico Época. Era ese un importante paso en una dirección que se consideraba imprescindible para los tiempos que se avecinaban: la unidad en la acción de un conjunto de fuerzas políticas en torno a las conclusiones de la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (Olas) en Cuba.
La consigna “Utaa en el campo, Funsa en la ciudad”, que empezaron a levantar esas fuerzas el 1 de mayo del 68, pasó a ser un punto de referencia para miles de militantes e importantes contingentes de trabajadores que comenzaron a movilizarse ante la profundidad de la crisis que azotaba al país. Esas fuerzas impulsaban, a nivel de la Cnt
–en clara discrepancia con la orientación del Partido Comunista–, la aplicación de un plan de lucha conjunto, con objetivos precisos, para procurar imponer la aplicación del programa del Congreso del Pueblo de 1965.
Ese reclamo desató debates y polémicas en fábricas y centros de estudio, y al fragor de ellos se comenzaron a crear agrupaciones de militantes que promovían la resistencia radical a los planes reaccionarios del autoritarismo del pachecato. No se trataba, como muchas veces se lo intentó presentar en las polémicas dentro del movimiento popular, de un intento divisionista y antiunitario. Era un esfuerzo serio, sobre la base de la defensa de la Cnt como organismo unitario de los trabajadores, y en abierta confrontación con el amarillismo y el divisionismo, y en lucha ideológica contra la orientación mayoritaria de la Cnt.
Las bases que originariamente permitieron esa unidad de las fuerzas con “intención revolucionaria” en la Resistencia Obrero Estudiantil (Roe) funcionaron como herramienta canalizadora de las pujantes fuerzas que se iban incorporando a la lucha. No obstante, la Roe no aspiraba a nuclear sindicatos ni propiciaba la creación de nuevos organismos sindicales, y menos aun tenía la pretensión de sustituir la actividad específica de las organizaciones políticas.
Sin embargo, ese intento de establecer a “la tendencia”, nucleada en la Roe, como un centro político a nivel de la lucha de masas que tuviera la capacidad de aglutinar y orientar a importantísimos sectores populares, no culminó como era la intención de sus impulsores. Hechos posteriores hicieron que algunas fuerzas se retiraran de ese espacio, y la Roe pasó a expresar casi exclusivamente a los sectores obreros y estudiantiles influenciados directamente por la corriente libertaria que fundaría en 1975 el Partido por la Victoria del Pueblo (Pvp).
Muchos militantes que luego integrarían el Pvp fueron actores de primera línea en la fundación y desarrollo de la Roe. En su rol de dirigentes obreros y sociales, compañeros como Hugo Cores, Gerardo Gatti, León Duarte, Gustavo Inzaurralde, Elena Quinteros, Lilián Celiberti y muchos otros contribuyeron en forma relevante a la creación y desarrollo de la Roe, y ayudaron a transformarla en una importante fuerza sindical y social que tuvo un rol destacado en la huelga general de junio de 1973 contra el golpe de Estado. Muchos de ellos posteriormente fueron desaparecidos, presos, asesinados o debieron exiliarse. En la lucha contra el pachequismo, y posteriormente contra la dictadura, la Roe representó siempre una fuerza significativa e indoblegable, consustanciada con la voluntad de lucha de amplios sectores obreros y estudiantiles.
Siete años después de su creación, la Roe dejó de existir. En un congreso realizado en la clandestinidad argentina, en 1975, esta organización, la Fau y la Opr 33 (en realidad distintos niveles de una misma organización), junto al Fer, fundan el Pvp. Resolvieron en forma unánime que a partir de ese momento la actividad del Pvp en el campo sindical y estudiantil debía expresarse a través de otros organismos y nuevas formas de acción. Y que ello no significaba en absoluto renegar de aquellas banderas y tradiciones justas que durante tanto tiempo encarnó la Roe en su nivel específico de acción.
Es más: la propia autocrítica, que permitió al Pvp, en noviembre de 1977, analizar los planteos políticos y las formas organizativas anteriores (entre ellos la Roe), reafirmó que, más allá de los errores políticos cometidos, la historia de la Roe era parte de su propia historia. Eso significó y significa que el Pvp se considera, con todo derecho, heredero de todo lo que ella representó de positivo y hasta heroico en las luchas populares de aquellos años, pero también responsable de sus errores y limitaciones.
Recordar hoy la creación de la Roe es el mejor homenaje a los cientos de militantes que lucharon en su seno ligados a la clase obrera, animando y contribuyendo a llevar los combates de aquellos tumultuosas tiempos. Todos siguen representando la voluntad de lucha por el socialismo y la libertad de nuestro pueblo.