Alguien podría pensar que los errores cometidos por el gobierno de Luis Lacalle Pou en política exterior en los primeros meses de 2024 son fruto de la confusión o de la impericia. Al contrario, se trata de acciones completamente coherentes con una orientación que da la espalda a la región latinoamericana y desprecia las tradiciones de política exterior uruguaya en el respeto al derecho internacional y la defensa de la democracia y los derechos humanos, que es lo que ha venido haciendo desde que comenzó su período.
El comunicado que publicó el Ministerio de Relaciones Exteriores (MRREE) el 6 de abril de este año, en ocasión de la invasión de las fuerzas policiales ecuatorianas a la embajada mexicana en Quito, fue una nueva demostración de lo penosa que ha sido la actuación del gobierno de la coalición multicolor en temas de política exterior. Incluso si la razón esgrimida por Ecuador fuera válida (que México no debía haber otorgado asilo diplomático a Jorge Glas, exvicepresidente ecuatoriano condenado por delitos de malversación de fondos públicos), pretender que puede haber una equidistancia entre las discutibles transgresiones mexicanas y la violación de la inviolabilidad de una embajada es absolutamente insólito. No correspondía, como dice el comunicado del MRREE entre eufemismos, lamentar «profundamente» los «hechos acaecidos», sino condenar de manera clara la actuación del gobierno ecuatoriano, en manifiesto irrespeto a lo establecido en la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas. América Latina tiene una tradición en temas de derecho internacional público que hunde sus raíces en el siglo XIX y que ha demostrado ser una inspiración para el mundo entero; a esa misma tradición es que el comunicado del MRREE escupe en la cara. Las acciones de Ecuador son paralelas a las de la dictadura uruguaya cuando dio captura a Elena Quinteros en el predio de la embajada venezolana en Montevideo; ¿qué pensaríamos si alguien le hubiese pedido a Venezuela que recompusiera los lazos con Uruguay después de que los militares entraran a la embajada, si un comunicado de otro país «lamentase» que dos «naciones hermanas» hubiesen roto sus relaciones diplomáticas en ese entonces?
El gobierno uruguayo queda aislado, una vez más, a causa de los giros ideológicos que han caracterizado a su política exterior. Salvo Paraguay, la totalidad de países de la región condenaron con firmeza la invasión de la embajada mexicana. Unas horas después del comunicado del MRREE, tal vez por la reacción entre académicos y actores políticos en redes sociales, el subsecretario Nicolás Albertoni difundió que se había comunicado con la cancillería mexicana para manifestarle nuestra «condena» y «solidaridad», a pesar de que la posición oficial uruguaya sigue estando accesible entre los comunicados de prensa del ministerio. Tan errado fue el comunicado que en los días siguientes el Senado uruguayo votó una condena unánime a las acciones de Ecuador, y la Cámara de Diputados lo hizo poco después.
Este intento de hacer como si nada hubiese sucedido y enviar al subsecretario Albertoni a intentar rescatar la reputación de Uruguay es una estrategia repetida, muy parecida a las acciones frente a la obstaculización que sufrió Bernardo Arévalo al asumir la presidencia en Guatemala. El MRREE no emitió, entre las elecciones en agosto de 2023 y la asunción en enero de este año, ningún comunicado expresando preocupación frente a las operaciones políticas y judiciales contra el presidente electo y las instituciones democráticas. Por otro lado, ni siquiera el hecho de que Arévalo haya nacido en suelo uruguayo (hijo del expresidente exiliado Juan José Arévalo) motivó a Luis Lacalle Pou a asistir a su asunción, como sí lo hicieron prácticamente todos los presidentes de la región. Tampoco asistieron la vicepresidenta Beatriz Argimón ni el canciller Omar Paganini; todos debían tener cosas mucho más importantes que hacer que defender la transición democrática de un país pequeño, en conjunto con los demás países de América Latina, estando a la altura de las tradiciones de política exterior de Uruguay. Frente a los disturbios y los intentos de frenar la asunción de Arévalo, la mayoría de los países de la región, así como la Unión Europea y Estados Unidos, expresaban su honda preocupación. El MRREE de Uruguay mantuvo el silencio hasta el día siguiente, cuando la situación ya se había normalizado. Tal vez si Bernardo Arévalo no hubiese tenido propuestas progresistas, el gobierno uruguayo le hubiera dado algo más de prioridad.
El nivel de ideologización de la política exterior hacia la región, únicamente demostrando interés por gobiernos del mismo signo ideológico que el uruguayo, ha sido una constante de este período. En 2022, Lacalle Pou viajó a Colombia para reunirse con el presidente saliente, el conservador Iván Duque, pero no asistió a la asunción presidencial del progresista Gustavo Petro unas semanas después. La línea inaugurada con las invitaciones a la asunción presidencial en 20201 continuaba indemne: en esa ocasión no estuvieron incluidos los mandatarios de Venezuela, Cuba o Nicaragua, pero sí la presidenta de facto de Bolivia luego del golpe de Estado de 2019 contra Evo Morales, Jeanine Áñez. Las expresiones de Lacalle Pou a favor de los derechos humanos y la democracia expresadas en foros como la Asamblea General de Naciones Unidas o en la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños)2 son fáciles de decir, pero no se condicen con las acciones de su gobierno.
La jerarquía entre los asuntos de los que la cancillería uruguaya se ha ocupado en este período es clara: primero que nada están las cuestiones comerciales que lleven a que los sectores económicos que respaldan al gobierno se enriquezcan aún más, luego está la alineación con Estados Unidos y Occidente, y por allá en el fondo están las tradiciones y los principios de la política exterior de nuestro país. De la importancia que tenía la región en el pensamiento de Luis Alberto de Herrera y la defensa de los derechos de los países pequeños como el nuestro, no queda nada.
1. «Primeros indicios», Brecha, 6-III-20.
2. «Estar en el mundo», Brecha, 23-IX-21.